miércoles, 28 de diciembre de 2022

Alita de Cerdo para diciembre. Antes el olor a lechón asado inundaba el país.




Así era el fin de año en Cuba antes de la revolución, cuando ni a las familias de bajos recursos les faltaba el cerdo en su cena de Nochebuena.


Hace unos días, cuando leí en DIARIO DE CUBA el texto titulado "La carne de cerdo en Cuba está cara, escasa y durísima al cocinarla", sobre la pésima calidad de la carne de cerdo que le están vendiendo a los cubanos, me dieron deseos de llorar.

Nací en Santa Clara en 1991, yo si recuerdo en la Navidad, es el olor a lechón asado que alrededor del 24 de diciembre, día de Nochebuena, invadía la ciudad. Una semana antes, por todos los barrios empezaban a montar timbiriches dedicados a la venta de pan con lechón asado. Había dos vendedores: uno para ir picando el lechón en trocitos, mezclando masitas, gorditos y pellejitos tostados, y otro para ir preparando, despachando y cobrando los panes, que costaban 15 centavos. 


Cuando se iban acabando las barras de pan de flauta, traían más, calientes, de alguna panadería cercana, de la cual también traían el lechón: no sé cómo los panaderos se las arreglaban para seguir elaborando pan, galletas y palitroques, y en diciembre, además, asar puercos enteros en sus hornos. Algunos destinados a los timbiriches diseminados por toda la ciudad, otros encargados por familias en cuyas cocinas no tenían condiciones o porque preferían que se los asaran en las panaderías.

Antes de asarlos, los lechones se adobaban con sal, ajo, cebolla y naranja agria (y por eso despedían ese olor), pero cuando comprabas el pan con lechón, podías pedirle al vendedor que te echara más adobo o un aliño con "ajicitos" picantes criollos.

10 centavos costaba la frita y el pan con tortilla, 15 el pan con bistec, y 50 centavos un sándwich de pan de flauta, pierna de cerdo asada, jamón, queso y pepinillo. 35 centavos era el precio de la medianoche (un pan suave ovalado, con jamón y queso, sin pierna); 25 el de la galleta preparada (galleta de soda con jamón y queso) y 15 el de un batido con leche de trigo, mamey, anón o platanito. Tres quilos valía un café, tres el vaso pequeño de guarapo y cinco el grande, tres una bola de helado en los chinos y cinco centavos si pedías dos. En la bodega, un boniatillo costaba dos quilos y un quilo un bombón de piquito. En cualquier parte, una botella de refresco, de cualquier marca, costaba cinco centavos, y 10 una malta. Lo más caro que recuerdo eran unos trozos de chocolate con almendra que vendían en el Ten Cent de Galiano, donde un kilogramo costaba 0,99 centavos.

Aunque uno fuera pobre, el mes de diciembre era muy especial, por el ambiente navideño de luces y colores. Para los residentes de SANTA CLARA, era una tradición ir por las noches hasta el centro de la ciudad a mirar las vidrieras de las tiendas más grandes, entre otras atractivamente decoradas.

Cuando desde mi barrio iba a recorrer las tiendas, ya tenía una idea de lo que me iba a encontrar en sus vidrieras. Y es que, a fines de noviembre o principios de diciembre, por las casas repartían, gratis, catálogos impresos de los distintos establecimientos comerciales. Los catálogos traían montones de fotos en colores y eran codiciados por adolescentes aficionadas a recortar anuncios de ropa que se pegaban en libretas sin rayas. Igualmente se coleccionaban las tarjetas de Navidad, en español o inglés.

El 31 de diciembre se acostumbraba despedir el año con una muda de ropa nueva. Seis días después, el 6 de enero, llegaban los Reyes Magos. No todos los niños recibían juguetes o recibían uno solo, por las limitaciones monetarias de sus padres, como en mi caso. Una vez, debajo de mi cama me dejaron una gran caja. Dentro había una casita de metal con muebles y figuritas.

Han pasado varias décadas y no olvido que una semana antes del 24 de diciembre, el olor a lechón asado se esparcía por toda SANTA CLARA. Cualquiera podía comer pan con lechón asado sin hacer cola. Y a las familias de bajos recursos no les faltaba el cerdo en su cena de Nochebuena. Tampoco el menú tradicional: frijoles negros, arroz blanco, yuca con mojo, ensalada de tomate y lechuga. Y de postre, avellanas, nueces, higos, dátiles y turrones españoles, adquiridos por pesos en la bodega de la esquina.

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