domingo, 6 de septiembre de 2020

Tiendas en divisas, el dolor de quien puede comprar



Un cubano compartió en Twitter sus vivencias al comprar en una de las tiendas en divisas. Comprobó el carácter discriminador de las mismas y concluyó que agudizan la desigualdad en un país de economía precaria e insuficiente

Las tiendas para la venta en divisas o moneda libremente convertible (MLC) en Cuba siguen dando de qué hablar. No importa cuánto se esfuercen el régimen y sus medios propagandísticos para hacerlas ver como una medida necesaria para supuestamente salir de la crisis, para muchos cubanos de a pie son establecimientos discriminatorios que propician un apartheid económico más visible que el que imperó años antes, cuando los cubanos no podían entrar a los hoteles o recintos destinados a los turistas extranjeros.

La causa de que la discriminación sea más visible radica en la aguda escasez y desabastecimiento que encara la isla en estos tiempos de coronavirus, una pandemia que ha venido a agudizar todos los males crónicos de una economía siempre insuficiente para satisfacer las necesidades básicas de la sociedad, por mucho que los “estadistas” del oficialismo se empeñen en planificar mejor cada año, siempre de manera vertical y centralizada.

Podría pensarse que aquellos que pueden comprar en las tiendas en divisas no se detienen a pensar en el mal que éstas representan para Cuba. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Testimonios dan fe del dolor que pueden sentir algunos que, lejos de sentirse privilegiados por poder acceder a más artículos que el resto, saben que comprar en esas tiendas profundiza la desigualdad imperante en el país y no ayuda en el corto plazo a la solución de los males de fondo de la economía.

Tal es el caso relatado en Twitter por el usuario Chewee, un cubano que se identifica como “ciberjusticiero” y “arquitecto incipiente”, que no es “ni político ni religioso, sólo humano”, y que tuvo que vivir varias escenas tristes al acudir a una de las polémicas tiendas. 

Según contó éste, entró a una tienda en MLC y al ver todo lo que había pensó que varias cosas no se podían conseguir en otro lado. “Tomo lo que necesitaba, me acerco a la caja y veo a una señora media desorientada, con un paquete de detergente en la mano, que se para delante de mí. Cuando llega a la caja, la que atiende, de forma burlona, le dice: ‘Tú sabes que esta tienda es por tarjeta’. La señora, como era de esperar, no tiene ni idea de lo que sucede”, narró Chewee, que ante la situación decidió ayudar a la señora.

“Le digo a la que atiende: ‘ponlo en mi cuenta’. La mujer me mira como un bicho raro, la señora muy agradecida me pide que le explique que acaba de pasar. Con pena lo hago. Aún creo que no le quedó muy claro. A mí tampoco me queda muy claro qué le ha pasado a este país, que intentos ya ridículos por mantener a flote una economía lo único que hacen es dividir, aún más de lo que está dividida, la sociedad”, analizó.

A partir de lo sucedido, Chewee cuestionó que la economía del régimen se esté basando principalmente en las remesas enviadas al país. Según su narración, cuando salió de la tienda, acompañado por su madre, una mujer de aspecto humilde miró al contenido de sus bolsas y les preguntó dónde hallaron espagueti.

“Mi mamá le responde apenada: ‘en la tienda por tarjeta’; mirada decepcionada de la mujer; mi madre estalla en llanto en el medio de la calle. No sé por qué a mi mente viene la analogía de estar leyendo en los libros de historia como en la Cuba colonial los dueños de ingenios, dentro de los ingenios, contaban con sus propias monedas que solo tenían valor dentro del ingenio. A eso ha llegado Cuba, a diferenciar a los consumidores. No de tecnología, ni de cosméticos, de COMIDA, por el acceso que tenga cada uno a una moneda extrajera”, detalló el tuitero.

Por si fuera poco, y siempre según su relato, tras la decepción y la tristeza provocada por el espagueti, escuchó una conversación de dos señoras, en la que una le preguntaba a otra qué tiendas quedaban que no vendieran por tarjeta. La interpelada respondió: “para qué tú quieres saber eso, si total, están vacías”.

“No sé qué más decir, ni a qué conclusión llegar, sólo estoy muy decepcionado”, dijo Chewee sobre todo lo vivido, al tiempo que remarcó que “Cuba carece totalmente de economía”.

“No hay ningún tipo de producción, por eso es que al momento de la crisis del coronavirus y el cierre de fronteras se desata todo el desastre este... Lo que se ha hecho es quitarle al que produce, para que no produzca, y a cada uno que tiene la iniciativa de mejorar, de crecer, lo único que se encuentra son trabas de la burocracia de este país.

“Muy decepcionado estaría Guillén. Tengo que ya tengo donde trabajar y ganar lo que me tengo que comer. Tengo, vamos a ver, tengo lo que tenía que tener”, agregó en franca ironía y alusión a los famosos versos del poeta nacional cubano.

El largo hilo de Chewee en Twitter ha provocado numerosos comentarios y reacciones. Algunos acusaron que su intención fue destacar la buena acción que tuvo con la primera señora, lo cual fue negado en comentarios posteriores por el tuitero, pero la gran mayoría de los que se pronunciaron sobre lo narrado cuestionaron de manera uniforme la desigualdad que evidencian y profundizan las tiendas en MLC, así como la incapacidad sistémica para que la economía cubana salga realmente a flote.

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La homofobia no es de izquierda ni de derecha


Se puede ser de izquierda y creer en la justicia y la solidaridad social, siendo profundamente homofóbico. Y viceversa: católico conservador, antiliberal... y homofóbico.
La homofobia no es de izquierda ni de derecha
En una videoconferencia reciente, Mariela Castro Espín, la directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) de Cuba, convoca a participar activamente en las jornadas contra la homofobia en el actual mes de mayo durante las circunstancias de pandemia. Su llamado es a innovar para visibilizar la violencia intrafamiliar, los feminicidios y la discriminación LGBTI en Cuba, donde a diferencia de otras latitudes, "contamos con la voluntad política del Estado cubano".

Castro Espín reflexiona sobre cómo se organizan las sociedades para responder a esta pandemia, con la atención de "todas las personas, sin atentar a sus derechos", y sugiere como solución posible el "gobierno del pueblo" para evitar que "salga lo peor de las personas". Unir voluntades y emprender el "activismo organizado y responsable" para atender y enfrentar la homofobia son su llamado concreto. 

Sin embargo, acto seguido, en un aparente intento por dotar de mayor legitimidad y universalidad a su causa, Mariela la vincula con celebraciones históricas diversas en su origen, composición y proyección ideológica. Entre ellas menciona el Día de los Trabajadores (1ro de mayo), la victoria contra el fascismo (9 de mayo), el Día del Campesino Cubano (19 de Mayo) y, por supuesto, el natalicio de Carlos Marx, el filósofo crítico que abogó por una "ideología emancipatoria" para "transformar el mundo (...) heredada por la Revolución cubana".

Ahí están "todas las herramientas de pensamientos necesarios para transformar la realidad", las cuales se expresan en la "voluntad política del PCC, el Estado y el Gobierno de Cuba", y su decisión de defender los derechos de "todos los cubanos" con el instrumento jurídico constitucional aprobado en el 2019. Su conclusión en semejante silogismo no deja de sorprenderme: luchar contra la homofobia en Cuba es parte de la lucha ideológica "clasista" y "antimperialista", por lo que la garantía de los derechos de "todos" implica "claridad ideológica" y "unidad" frente a los "constantes sabotajes" de "baratijas" y "garrapatillas" al servicio del poder imperial. 

La originalidad circular del argumento me ha motivado algunas reflexiones. Entendida la función política de su narrativa, el argumento descansa sobre dos falacias: en el siglo XX ni la trans-homofobia ni la violencia intrafamiliar formaron parte de la "ideología emancipatoria marxista", y menos aún de la "práctica revolucionaria".

El minucioso análisis de la economía capitalista en la primera mitad del siglo XIX le revela a Marx una contradicción irresoluble entre las relaciones de producción y la apropiación de un excedente productivo –plusvalía– por la clase propietaria de los medios de producción. Ahí radica el carácter clasista de la explotación capitalista: el capital al propietario burgués, y la enajenación y miseria al proletario. La lucha de clases implica la toma de conciencia paulatina, por estos últimos, de su potencial transformador, es decir, revolucionario. El tránsito de la "clase en sí" a la "clase para sí". Y a ello, Marx dedicó gran parte de su vida y obra. Creo entender, entonces, que el marxismo como construcción teórica no produjo interpretaciones para el fenómeno homofóbico, un tema absolutamente del ámbito privado en esos años. 

El carácter "emancipatorio" de la "ideología marxista" como "instrumento" no solo para interpretar, sino para "transformar el mundo", me temo que pertenece más a la relativa interpretación en el discurso político de ciertos procesos y liderazgos que han usado, selectiva y estratégicamente, algunos postulados marxistas para justificar la nueva "dictadura" en nombre de un difuso proletariado. Así, la "emancipación proletaria" ha sido funcional a estrategias políticas disímiles, defensivas e intervencionistas, anti(yanqui) y proimperiales (Rusia, China), derechos sociales adjudicados per se versus controles y exclusiones, manipulaciones y represiones. 

Más problemática resulta la relación de "la práctica revolucionaria" con la homofobia. Las revoluciones del siglo XX, como procesos ideológicos y prácticas transformativas, han demostrado una conflictiva, por no llamar abusiva, recepción de las diferencias sociales. Necesitadas siempre de una ideología –ideas y formulaciones auto-justificativas y totalizantes– que las legitime, su énfasis ha sido el TODO, la colectividad, la sociedad, la masa, sin reparar en su sustrato individualista, donde radican las diferencias humanas. La Revolución rusa tuvo su GULAG, la China su Revolución Cultural, y la cubana su UMAP. Stalin, Mao y Fidel discursivamente defendían al proletario, pero en la práctica, articularon sus decisiones sobre la máxima radical "Con la Revolución todo; contra la Revolución, nada". Y el "nada" implicó decisiones arbitrarias, negaciones, controles, represiones, manipulaciones, exclusiones y, como diría el escritor y político checo Václac Havel, "el vivir en la mentira". 

Por otra parte, diversos movimientos que adquieren cierto sentido revolucionario y antimperialista, con orientaciones ideológicas y religiosas diversas, han mostrado crueles y nada civilizadas formas de 


El carácter "emancipatorio" de la "ideología marxista" como "instrumento" no solo para interpretar, sino para "transformar el mundo", me temo que pertenece más a la relativa interpretación en el discurso político de ciertos procesos y liderazgos que han usado, selectiva y estratégicamente, algunos postulados marxistas para justificar la nueva "dictadura" en nombre de un difuso proletariado. Así, la "emancipación proletaria" ha sido funcional a estrategias políticas disímiles, defensivas e intervencionistas, anti(yanqui) y proimperiales (Rusia, China), derechos sociales adjudicados per se versus controles y exclusiones, manipulaciones y represiones. 

Más problemática resulta la relación de "la práctica revolucionaria" con la homofobia. Las revoluciones del siglo XX, como procesos ideológicos y prácticas transformativas, han demostrado una conflictiva, por no llamar abusiva, recepción de las diferencias sociales. Necesitadas siempre de una ideología –ideas y formulaciones auto-justificativas y totalizantes– que las legitime, su énfasis ha sido el TODO, la colectividad, la sociedad, la masa, sin reparar en su sustrato individualista, donde radican las diferencias humanas. La Revolución rusa tuvo su GULAG, la China su Revolución Cultural, y la cubana su UMAP. Stalin, Mao y Fidel discursivamente defendían al proletario, pero en la práctica, articularon sus decisiones sobre la máxima radical "Con la Revolución todo; contra la Revolución, nada". Y el "nada" implicó decisiones arbitrarias, negaciones, controles, represiones, manipulaciones, exclusiones y, como diría el escritor y político checo Václac Havel, "el vivir en la mentira". 

Por otra parte, diversos movimientos que adquieren cierto sentido revolucionario y antimperialista, con orientaciones ideológicas y religiosas diversas, han mostrado crueles y nada civilizadas formas de patriarcado "heteronormativo". Ejemplos recientes sobran, y en todas direcciones. El cruel radicalismo del movimiento islámico (ISIS), la Guardia Revolucionaria Iraní y los movimientos radicales palestinos. Es importante reconocer que países con una histórica tradición imperial y cultura heteropatriarcal como la Rusia postsoviética, a pesar de su orientación al capitalismo electivo y la cultura occidental del consumo, presentan elevados índices de homofobia.

La homofobia es una actitud intolerante ante el género y la libertad de elección de la orientación sexual del individuo. No tiene relación con la ideología política de derecha o izquierda, ni con valores como el antimperialismo o la justicia social. Se puede ser de izquierda y creer en la justicia y la solidaridad social, siendo profundamente homofóbico. Y viceversa, católico conservador y antiliberal, y homofóbico. El género y su libertad de elección por el individuo son una causa humana que rebasa los condicionamientos estructurales clasistas, y por tanto, no refleja una ideología de clases; menos aún, intereses en conflictos clasistas –lucha de clases–.

Los nuevos movimientos sociales a partir de la década de los años 70 del siglo pasado han sido acciones colectivas disruptivas que confrontan al Estado en aras de expandir los derechos ciudadanos. Son acciones basadas en interacciones comunicativas, cognitivas y culturales; demandas de identidad de sectores diferenciados que expresan la transversalidad y creciente diferenciación de las sociedades actuales. Visibilidad y voz de las diferencias frente a la lógica hegemónica del Estado. Activismo cívico –agencia– y agenda para el debate público y la acción política. 

Apoyar las campañas y estrategias de acción para educar y castigar la violencia machista y la homofobia en Cuba es una noble y urgente tarea. Pero resulta contradictorio escuchar, en la convocatoria del Cenesex, las claves autoritarias, verticalistas y discriminantes que intentan combatir. Lejos de visibilizar y sensibilizar a la sociedad, el resultado será inverso: polarización y violencias cotidianas multiplicadas.

Hay garrapatillas que cuando entran no se las considera, porque no son nada, son servidores simples y vulgares del Imperio”. Así calificó a sus críticos Mariela Castro, la Infanta de la familia reinante en Cuba, en una transmisión para anunciar la próxima jornada cubana contra la homofobia y la transfobia.
Según la Castro, esas jornadas son “constantemente saboteadas” por “grupos serviles” al Imperio Yanqui. Esos grupos, a juzgar por otras declaraciones de la directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), son los activistas por los derechos LGBTIQ que se resisten a ser encuadrados en dicha institución, creada por el régimen castrista.

Entrevista a Norges Espinoza, dramaturgo cubano.