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domingo, 14 de junio de 2020

Violencia de género en tiempos de coronavirus

Las mujeres nunca han salido ganando de los tiempos difíciles, en épocas de guerras, de hambrunas.


*Todos los nombres que aparecen en el relato son ficticios para mantener el anonimato, preservando así la intimidad tanto de las usuarias como de la abogada de atención a víctimas de violencia de género, que narra la historia.

 Llevo días intentando contactar con María, es de las que más me preocupa, y la última llamada me la ha cortado, otras veces no responde, y en alguna ocasión me salta el "apagado o fuera de cobertura". Es cierto que al principio la llamaba desde número oculto, pero las últimas veces lo hice desde mi móvil personal. Hoy por fin me ha devuelto la llamada.
—Hola, ¿quién eres?
—Ana, del Servicio de Atención a la Mujer.
—Ya, me lo imaginaba…Te agradezco la llamada, pero no te preocupes. Yo estoy bien, ¿sabes? Me porto bien y hago todo lo que me pide, casi no hablo por teléfono… Él está tranquilo, ahora ha bajado a la compra. Como me tiene aquí todo el día, no se mosquea, y voy tirando.
—Bueno, pero esto va a durar María, acuérdate de todo lo que hablamos, si quieres podemos sacarte de ahí, tenemos una casa de acogida, lo sabes.
—No, no te preocupes, yo no tengo miedo, y ahora en esta situación no es plan. Está mi hijo, y además el tema económico. Mira, de momento vamos a dejarlo así, y no me llames, que a veces me revisa el teléfono. Si te necesito te llamo, de verdad. Y gracias.
Ahí me quedé, con mi angustia y con la suya, sobrecogida ante el terrible escenario que me había perfilado en la breve conversación.

Nos estamos topando con una realidad desconocida para una gran parte de la población: la capacidad de adaptación al medio que desarrollan las mujeres, su resiliencia

Así cuando todo el mundo esperaba un repunte inmediato de asesinatos y agresiones de mayor o menor entidad, nos estamos topando con una realidad desconocida para una gran parte de la población: la capacidad de adaptación al medio que desarrollan las mujeres, su resiliencia. La gravedad de la situación las ha obligado a replantearse las prioridades, y desde luego ellas no lo son nunca, y menos ahora.
La salud, la situación económica, la familia, la prole, las personas mayores y dependientes se anteponen siempre a su bienestar. El confinamiento en un espacio reducido con peques correteando por doquier y la amenaza latente de un paro forzoso sine díe, se suman a la lista de problemas de envergadura a solucionar. Desde luego que las necesidades de María, Sandra, Francisca y tantas otras no son ellas ni su propia supervivencia, ellas se relegan, se diluyen y desaparecen una vez más.
La resignación con la que viven la situación es demoledora: no hay peligro, seremos sumisas, obedientes, indulgentes, no hablaremos con nadie y estaremos dispuestas a la complacencia. El resto, el aislamiento, viene de fuera, impuesto por Real Decreto. La tormenta perfecta para el machismo, la emergencia ha sido desactivada.
No es necesaria la violencia, porque ellas en estos momentos no piensan en la separación, en la ruptura, al menos no la verbalizan. Ellos no se sienten amenazados, las tienen bajo vigilancia permanente, saben que no hay otro, que no hay nadie más, ni familia, ni amistades, ni compañeros de trabajo y relajan así la necesidad de control. A ver cómo y cuánto soportan en estas condiciones, esperemos que el aislamiento no sea demasiado largo, porque algunas no resistirán.

No es necesaria la violencia, porque ellas en estos momentos no piensan en la separación, en la ruptura, al menos no la verbalizan

Desde que se decretó el Estado de Alarma la tarea fundamental que la Red de Atención a Mujeres Víctimas de Violencia de Género lleva a cabo es el seguimiento de las usuarias, que en mayor o menor medida sufren esta violencia. En el Servicio de Atención a Mujeres prestamos asesoramiento legal y apoyo psicosocial a todo tipo de mujeres que sufren todo tipo de violencia y cada caso es único, cada mujer te relata su historia tan particular y personal como ella misma.
Las conocidas y controladas, las que tienen ya una orden de protección o una sentencia condenatoria con medida de alejamiento son las que han atravesado el largo camino hacia la recuperación de su autoestima. Han pasado por un calvario: el maltrato, la violencia. A veces han sufrido el infierno del proceso penal, la revictimización en sede policial y judicial, y ahora enfrentan su nuevo estatus: víctimas oficiales de violencia de género.
Esta nueva situación les confiere, al menos durante la vigencia de las medidas de alejamiento y no comunicación, una seguridad presuntamente garantizada por la policía, pero es un hecho que la vigilancia y los seguimientos no son infalibles, y el miedo de las víctimas se intensifica dependiendo de la peculiar casuística de cada una de ellas.
Recuerdo a Sandra, que llama temprano, está inquieta porque acaban de comunicarle que su agresor saldrá de prisión el próximo 14 de abril, pese a que la condena de alejamiento y no comunicación tiene una vigencia de dos años, ella teme que al salir de la cárcel, se persone en su casa.
—Sé que vendrá, lo conozco y no me va a perdonar que lo metiera en prisión. Lo sé, lo ha jurado muchas veces, me va a matar.
—No te preocupes, ahora no sabe dónde vives, y además, Sandra, tú no lo has metido en prisión, fue un juez quien dictó una condena de privación de libertad por las lesiones que él te causó. Que casi te mata.
—Ya, eso es lo que dices tú, pero él piensa que yo soy la responsable de que él esté en la cárcel y va a venir a por mí.
De nuevo la angustia. Me invade la inquietud y el desvelo, porque es posible que la realidad sea su pensamiento y no el mío. Le tramitamos un dispositivo de seguridad (teleasistencia gestionada por Cruz Roja) hablamos con la policía, con su abogada. Toda precaución es poca. Quizás el confinamiento en esta ocasión se convierta en un aliado, que frene los movimientos de quien busca venganza.

Las decisiones aplazadas

También están las que, como María, sufren y padecen este brutal confinamiento con su maltratador, 24 horas al día, solas o con hijos, convencidas o no de dar el paso, de denunciar, tal vez de iniciar un divorcio. Con ellas trabajábamos en este sentido, antes de la pandemia que ahora sufrimos. La psicóloga trataba de evidenciarles el maltrato, enfrentarlas a su realidad. Nunca es sencillo y se precisa tiempo.
Actualmente, debido al confinamiento, las perdemos, se interrumpe la terapia, el trato cercano, la charla amistosa, la confianza ganada. Todo ello queda ahora muy lejos y es tiempo de incertidumbre. La violencia rebaja su nivel, ya no es necesaria, no es preciso atemorizar, ellas mismas han claudicado, al menos temporalmente, de iniciar batalla alguna. La ruptura es ahora secundaria, el maltrato, ya conocido e interiorizado, es más asumido que nunca.

La ruptura es ahora secundaria, el maltrato, ya conocido e interiorizado, es más asumido que nunca

Con Rocío hablo por las tardes, su marido trabaja y es entonces cuando puede desahogarse. A ella el confinamiento la ha pillado en pleno divorcio, en principio amistoso, fue todo lo que conseguimos porque nunca quiso denunciar, pese al maltrato incluso físico que lleva años soportando. Sus dos niñas son su bien más preciado y el miedo a perderlas que él se encarga de infundirle, su mayor pesadilla.
—¿Cómo vas?, cuéntame.
—Bueno, pues no muy mal. Hemos hablado y él quiere que nos demos un tiempo, quiere que lo paremos todo, que las cosas van a cambiar, me dice.
—¿Cuántas veces te ha prometido lo mismo, Rocío?
—Ya lo sé. A estas alturas no confío en cambios, pero necesito un poco de tiempo, las niñas son muy pequeñas. Nunca les he hablado mal de su padre, no lo entenderían. Además, estos días está muy bien con ellas, es cariñoso y parece que hasta tiene paciencia.
Noelia, la hija pequeña de Rocío, tiene 6 años, reproduce conductas violentas hacia su madre y en el colegio ya han detectado problemas de socialización. Ella es consciente de la situación, pero incapaz de abordarla, ha aplazado su decisión. Sabe cómo actuar para conseguir que él se calme en la confianza de que nada va a suceder, ahora él está a salvo, la tiene a ella que es su soporte vital, y ella tiene tanto miedo que ha claudicado.

Las desconocidas, a las que no llegamos

Las anónimas, las que nunca se han acercado a consultar, las que ni ellas mismas se perciben como víctimas, las olvidadas, las excluidas del sistema, la multitud silenciosa (de las que no hablan las estadísticas) constituyen un peligro potencial imposible de predecir.
Son aquellas víctimas de las que los titulares de prensa tras un asesinato destacan en negrilla: “Nunca había presentado denuncia”, “Delegación de Gobierno no tiene constancia ni registro de malos tratos anteriores”. Están fuera del sistema, fuera de control, a ellas no llegan los recursos, no llegamos.
Son las mujeres que sufren y padecen violencia y no lo cuentan ni lo comparten, están aisladas, muchas de ellas no rompen porque no pueden hacerlo solas, necesitan empuje para dar el paso, apoyo, y por qué no decirlo, cariño y empatía, sobre todo mucho de esto último, necesitan ser creídas, no juzgadas. Se avergüenzan de su situación, de consentir, de no tener valor para salir corriendo, que en realidad es lo que demanda la sociedad. Sienten miedo de su propia familia, la reprobación, el reproche. Y así siguen perdidas, enganchadas en relaciones letales sin encontrar la salida.
Ellas son nuestra asignatura pendiente, y serán ellas las víctimas más propicias y donde se cebe el mayor número de casos del esperado repunte.
Las mujeres nunca han salido ganando de los tiempos difíciles, en épocas de guerras, de hambrunas. Muy al contrario ellas siempre se han llevado la peor parte. Sin duda ahora ocurrirá lo mismo, y cuando todo esto pase, las escucharemos a ellas y sus relatos nos ofrecerán la radiografía de la tragedia. Entonces podremos tomar conciencia de la magnitud de su desolación, porque en tiempos de pandemia las mujeres diluyen su drama individual en la tragedia colectiva.
Así se nos presenta la violencia de género en tiempos del coronavirus: inquietante.

sábado, 13 de junio de 2020

El covid 19 arrasa con todo, hasta con los derechos humanos

La crisis del COVID 19 y el consiguiente Estado de Alarma en algunos paises ha suscitado situaciones que creíamos imposibles hace sólo unas pocas semanas. Hasta el punto de cuestionar los derechos humanos de los más vulnerables, las personas mayores y las personas con diversidad funcional.
Persona con traje de protección sostiene en su brazo el globo terráqueo
Por un lado la situación en los hospitales se ha saturado de tal manera que están al borde del colapso en algunas Comunidades Autónomas y esto ha provocado que se traslade a los médicos la decisión de a quien tratar e ingresar primero en las UCIs, así como llegado el momento a quien se le suministra un respirador. Incluso cuando se debe trasladar a un paciente al hospital. Por los medios de comunicación nos hemos enterado que en estas situaciones se utilizan guías o manuales, donde se dan una serie de recomendaciones en este sentido y se prioriza a aquellos que tienen una expectativa de vida mayor o que no presentan deterioros de movilidad o cognitivos.
Por otra parte estamos también conociendo situaciones terribles en residencias de mayores y de personas con diversidad funcional. Falta de recursos materiales y humanos, sin hacer los test para saber si están contagiados o no, tanto residentes como los y las trabajadoras, sin preparación de cómo afrontar las situaciones que se han presentado. 
Sin relevo para el personal contagiado , sometido a una gran presión laboral y emocional. Con fallecimientos masivos de personas mayores en residencias de varios paises. Y además en soledad, ya que se prohibieron las visitas desde los primeros casos generando desinformación en los residentes y sus familias, que no saben que está sucediendo dentro ni en ocasiones como ésta su familiar. 
El estremecedor testimonio de una persona mayor desde una de las residencias más afectadas resume la situación: «Es la forma más sibilina de morir que he visto en mi vida. Convivimos con la muerte».
Esta situación es ética y moralmente inaceptable. Y atenta contra los derechos humanos, pues presupone una discriminación hacia determinadas personas. Todos los seres humanos tenemos la misma dignidad intrínseca y el mismo valor por el hecho de serlo. Debemos ser tratados igual tanto en hospitales como en residencias.
Conviene recordar además que son las personas mayores, aquellas nacidas en las primeras décadas del siglo XX que ahora tienen más de 70 años, las que con su trabajo, esfuerzo y sacrificio han construido lo que conocemos como Estado del Bienestar, que es lo que nos está permitiendo afrontar la situación. 
Son las que pusieron los pilares en la transición para que disfrutemos hoy en día de una democracia moderna y un Estado de Derecho. Estado de derecho que no debería permitir esa discriminación por vulnerabilidad, porque va contra su propia esencia.
La calidad de un Estado, de una sociedad se mide por la protección y el trato hacia las personas mayores y los más vulnerables. No es suficiente con repetir desde las instituciones que no se va a dejar a nadie atrás, porque la realidad demuestra que muchas personas vulnerables ya han quedado atrás en esta crisis que se está llevando por delante tantas cosas. Y de la que tendremos que sacar conclusiones para no repetir los errores cometidos.
Es necesario revertir la situación de manera urgente, hacer test masivos y suministrar el material de protección necesario a las residencias y a personas que trabajan directamente con aquellos que necesitan apoyos para realizar las actividades de la vida diaria. Aliviar la presión que hay en estas instituciones contratando personal y acercar a las personas mayores a sus familiares a través de las nuevas tecnologías, para mantener las informadas y en contacto.





by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

jueves, 28 de septiembre de 2017

5 mitos sobre la realidad de Cuba

5 mitos sobre la realidad de Cuba



1. Los máximos dirigentes comunistas viven como el pueblo.


Los máximos dirigentes políticos y sus familiares viven en una burbuja comparados con el resto del pueblo cubano. La mayoría de los altos cargos del país son militares, pertenecientes a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Hay miembros de las FAR en la cabeza de ministerios y grupos empresariales del país.

Estas personas no caminan por las calles ni viajan en autobuses, ya que tienen carros del Estado; no viven en decrépitos apartamentos en Centro Habana, sino que tienen casas y apartamentos en complejos residenciales donde civiles no pueden entrar…

Además tienen facilidades y acceso gratuito a determinados servicios que no tiene el resto de la población: acceso a internet en el trabajo y en casa, hoteles en Varadero, uso de teléfonos celulares cuyo pago es en pesos cubanos (24 veces más barato que el peso convertible en que pagamos el resto de los mortales), televisión por cable…

 No van a hospitales en mal estado como el pueblo, van a un hospital reservado para ellos, el CIMEQ (donde atendieron a Chávez) caracterizado por su limpieza, buenos médicos y tecnología decente. Los máximos dirigentes de Cuba están completamente aislados de los problemas cotidianos del ciudadano de a pie.

2. El Estado provee de alimentos necesarios a la población

El Estado vende a cada cubano una vez al mes, de forma racionada y a precios “asequibles”, una cuota de alimentos. Estos productos son racionados por la libreta de abastecimiento.

En un mes, un cubano puede comprar solamente: 5 huevos, 5 libras de arroz, 1 libra de pollo… Los precios de los alimentos racionados están en pesos cubanos y son acordes a los salarios en Cuba, y esto significa un alivio para los trabajadores estatales cuyo sueldo promedia 18 dólares al mes y sobre todo a los ancianos pensionados que no tienen otro sustento de vida.

Sin embargo, la comida comprada con la libreta alcanza para un máximo de 10 días. ¿Qué pasa con los otros 20 días del mes?
En paralelo a la red de bodegas, donde se compra con la libreta, en Cuba existe un mercado estatal de alimentos con precios en pesos convertibles. Algunos productos, como la carne de res, los refrescos, vegetales o pescado enlatado sólo pueden adquirirse en este tipo de tiendas.

La cadena más importante de este tipo de establecimientos se llama TRD (Tienda para la Recaudación de Divisa) y a tal efecto, a todos los productos se les recarga con un 240% de impuesto sobre el precio de compra en el extranjero. De este modo, un litro de leche puede costar 3 pesos convertibles (equivalente a 3 dólares), y 250g de queso manchego puede costar 30 pesos convertibles.

En un país donde el salario medio estatal ronda los 18 dólares, en las TRD solamente pueden comprar aquellos cubanos con familiares en el extranjero o acceso (lícito o ilícito) a dólares. El resto “inventa” en el mercado negro.

3. La educación es gratuita

Efectivamente. La educación en Cuba es gratuita desde preescolar (4 años) hasta bachillerato (18 años). Y, aunque es un logro muy importante, es necesario señalar que esto ocurre en muchos otros países del mundo. No obstante, a diferencia de otros países, en Cuba no existe la educación privada, la única opción es la enseñanza pública.
En los tiempos en que mis padres estudiaron, se consideraba que la educación primaria era de excelente calidad. Sin embargo, hoy día la situación deja mucho que desear. Debido a los bajos salarios en Cuba, existe un déficit enorme de maestros, por esto la calidad de la educación se ve muchas veces afectada. Es común escuchar que maestros cobran por poner buenas notas y, ya es práctica habitual el que algunas de las clases sean mediante reproducción de cintas previamente grabadas.
Se dice que la enseñanza universitaria en Cuba es gratuita, pero eso es incorrecto. Sería más apropiado decir que es de acceso universal. Cualquier cubano (en dependencia del promedio y resultados en las pruebas de ingreso) puede acceder a la Universidad; y, aunque el estudiante no tiene que pagar un peso, la educación superior tiene un precio.

Una vez que el estudiante se gradúa debe trabajar para el Estado, 3 años si es mujer y 2 años si es hombre (ya que el hombre hace 1 año de servicio militar). Este periodo es conocido como el “Servicio Social”. El Servicio Social es obligatorio, se trabaja a sueldo mínimo (225 pesos al mes, unos 9 dólares) en una plaza asignada por el gobierno.

Si un recién graduado no cumple con el Servicio Social, el Ministerio de Educación Superior le invalida el título universitario.
1. Tienda estatal donde compra el cubano de forma racionada una vez al mes. 2. Tienda donde compran los extranjeros y cubanos con acceso a divisas.

4. La gran mayoría de los cubanos apoya al gobierno

El apoyo a un gobierno se demuestra mediante elecciones, y en Cuba no ocurren elecciones presidenciales desde 1948. Así pues, uno debe buscar otros indicadores para valorar este “apoyo”.
En Cuba existe un único partido que es legal, el Partido Comunista, y la Constitución de Cuba lo define como: “…la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado…”. No obstante, existen muchos otros partidos clandestinos. Los ciudadanos no ven legitimado su derecho de asociación y las únicas formas de sociedad civil son parte del Estado.

Esto no impide que ciudadanos opositores hayan constituido grupos de forma clandestina y que traten de manifestarse de forma pacífica. Lamentablemente, manifestaciones de colectivos no reconocidos son continuamente reprimidos por grupos organizados por la policía política y operacionalizados a través del Partido Comunista.

Ejemplo de ello son los actos de repudio contra opositores que en casos frecuentes llegan al extremo de la violencia verbal y física. Las conocidas Damas de Blanco, señoras que caminan por las calles con una flor en la mano, son cada semana reprimidas y encarceladas; sólo por mencionar un ejemplo.
Un gobierno que controla la prensa, la radio y la televisión, también controla la opinión popular, o mejor dicho, la opinión que ellos quieren transmitirle al mundo y a cada uno de nosotros. Jamás se ha trasmitido por televisión alguna opinión legítima de un cubano en contra del gobierno.
Oponerse al gobierno abiertamente es peligrosamente resbaladizo. La policía secreta te puede construir un caso delictivo y meterte en prisión. Este psico-terror político ha estado presente en la sociedad cubana por más de medio siglo. Como consecuencia del mismo, la gente ha optado por “no pensar, no decir y no opinar” para poder vivir tranquilos. Sin embargo, existe la doble moral. Gente que aplaude al régimen en público y luego en privado le critica.
La solución de muchos es emigrar en busca de oportunidades. En cifras oficiales, el 12% de los cubanos que salen del país legalmente, no regresan. Una cifra aterradora que muestra el enorme descontento con el sistema vigente. A estos emigrantes legales hay que añadir los que salen ilegalmente, los más conocidos son los que agarran una balsa y escapan, arriesgando su vida en el mar.

5. El bloqueo norteamericano impide que Cuba se desarrolle.

Es cierto que existe un embargo económico, financiero y comercial de Estados Unidos hacia Cuba, que tiene aplicación extraterritorial y ha sido condenado en múltiples ocasiones por la ONU. El embargo es un grupo de medidas y leyes que prohíben a empresas y ciudadanos norteamericanos establecer acuerdos comerciales con los cubanos residentes en la isla y el gobierno (existen “salvedades” como diversas productoras estadounidenses de alimentos que si tienen permitido negociar con el gobierno cubano).
El embargo ha estado presente desde los inicios de la “revolución” y uno de sus principales motivos al implantarse fue el decomiso general de la propiedad privada de cubanos y muchos norteamericanos en la isla, que jamás fue remunerada por parte del Estado cubano. Desde entonces, este embargo, rebautizado por el gobierno cubano como “bloqueo”, ha sido el argumento para justificar todos los fracasos y errores de su política económica, social y administrativa.
Cuba no puede comercializar con Estados Unidos (aunque Estados Unidos es el principal comprador de medicamentos en Cuba), pero, sólo el 40% del comercio exterior de Cuba es con Venezuela. Países como China y Brasil tienen fuertes lazos comerciales y financieros con la isla. El resto de países tienen la entera disponibilidad para entrelazar acuerdos económicos con Cuba, pero exigen el cobro en efectivo debido al reiterado incumplimiento de pagos.
No obstante, existe otro bloqueo que es el que verdaderamente afecta al cubano de a pie: es el bloqueo interno del gobierno para evitar que algún cubano progrese económicamente. Por ejemplo, la nueva Ley de Inversión Extranjera aprobada el pasado mes, le permite a cualquier persona de este planeta la posibilidad de invertir en la isla. Sin embargo, no existe una Ley de Inversión a secas que permita a los cubanos residentes en Cuba, invertir en el desarrollo económico de su país.
El gobierno permite la actividad de un magro sector privado (aquí se llaman “cuentapropistas”), pero solamente pueden desarrollarse 178 actividades de esta forma. Entre estas actividades se cuentan: peluquería, gastronomía, jardinería, ser cochero de vehículo de tracción animal, forrar botones, e incluso vender CDs piratas. Los cuentapropistas ven “bloqueado” su desarrollo por el propio gobierno cubano.

 No pueden acceder a créditos financieros, no pueden comprar en mercados mayoristas, al contrario que las empresas estatales, no tienen acceso a materias primas necesarias para desarrollar su trabajo (por ejemplo harina de fuerza para hacer pan, solamente a la venta para empresas estatales) tienen tasas de impuestos sobre la renta a niveles similares de Suecia y Austria (50% si ganas más de 160 dólares al mes)…
Prohibiciones en Cuba, que limitan el progreso, están a la orden del día: precio de los carros, precio de las viviendas, míseros salarios, internet prohibido en los hogares, acceso limitado a la información, ausencia de libertades políticas, imposibilidad de exportar e importar mercancías…
Para finalizar, dejo una pregunta: ¿Por qué Cuba, siendo una isla, no cuenta con una industria pesquera?
El “bloqueo” norteamericano sin duda impacta en los precios de determinados bienes, pero es el bloqueo interno el que impide el desarrollo del país.