martes, 16 de junio de 2020

Hasta un 35% de pacientes en UCI por Covid-19 presenta daño miocárdico

Las patologías cardiovasculares también cobran protagonismo en las afecciones producidas por la Covid-19, además del daño pulmonar. Entre un 25 y un 35 por ciento de los pacientes en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) con Covid-19 han sufrido daño miocárdico. Así lo señalaba la jefa del Área de Críticos del Hospital Parc Taulí (Barcelona), Ana Ochagavía, en un seminario online de La Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (Semicyuc) en colaboración de Ferrer.
Bajo el título ‘Patología cardiovascular en el paciente con Covid-19’, expertos intensivistas abordaron cómo el coronavitus afecta al sistema cardiovascular desde diferentes puntos de vista.
Ochagavía señala cómo el coronavirus interactúa con el sistema cardiovascular pudiendo incrementar el riesgo de daño miocárdico agudo. De esta forma, provoca arritmias, más frecuentes en pacientes con Covid-19 en UCI, el 44,4 por ciento, que en los que no requieren cuidados intensivos (6,90 por ciento), señalan en un comunicado.
A las dos o tres semanas de infección puede provocar también miocarditis y una elevación de biomarcadores de daño miocárdico. Sin embargo, existe un bajo porcentaje de infarto agudo de miocardio de tipo isquémico.
La detección del daño miocárdico es “una señal de alarma”, ya que empeora el pronóstico, señala Ochagavía.
El patrón de intervención en estos casos no es diferente al que se requieren en otras infecciones, por lo que la experta recomendó no modificar los protocolos al respecto y realizar ecocardiografías para evaluar la función cardiaca y el estado hemodinámico.

Hipertensión arterial y Covid-19

Los inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina fueron cuestionados ante el riesgo de su uso para el control de la hipertensión arterial y su asociación con una mayor mortalidad en pacientes afectados por el virus.
El intensivista del Hospital La Paz (Madrid), Pablo Millán, expuso que no se ha demostrado que los antihipertensivos se asocien con un mayor riesgo de infección, ni peor evolución durante la enfermedad. Una afirmación que sostenía tras hacer referencia a varios estudios internacionales.
Millán apela por seguir administrando los mismos fármacos habituales.

Optimización de soporte

Por su parte, el intensivista del Hospital de Jerez de la Frontera, Ignacio Monge, exponía las directrices para la optimización en el soporte hemodinámico en estos pacientes. Además de la infección directa y las comorbilidades previas, se ha comprobado que las propias terapias administradas pueden ser un factor más de inestabilidad.
Los pacientes pueden desarrollar hipovolemia, vasoplejía (derivada de los altos niveles de sedación), embolia pulmonar o disfunción cardiaca por daño directo del virus al miocardio. 
Un estudio que desarrolla la Sociedad Andaluza de Medicina Intensiva y Unidades Coronarias (SAMIUC) ha cifrado en un 77,3% el número de pacientes COVID-19 que ha necesitado soporte vasopresor. Otros estudios elevan esta cifra al 95% de los enfermos.
Ante la importancia de minimizar la afectación derivada del soporte hemodinámico, el doctor Monge recomienda el mayor grado de personalización posible, con una monitorización mucho más exhaustiva que la desarrollada hasta ahora durante la pandemia.

Soporte ECMO y Covid-19

Por último, María Paz Fuset, intensivista del Hospital Univ. de Bellvitge (Barcelona), cerró el seminario exponiendo el uso de soporte de oxigenación con membrana extracorpórea (ECMO) en el paciente con COVID-19, una necesidad que ha ido en aumento de forma exponencial durante la pandemia. De hecho, España es el segundo país de Europa que más pacientes con coronavirus ha asistido mediante ECMO, solo por detrás de Francia. 
“La asistencia mecánica permite ganar tiempo para diagnosticar y tratar al paciente”
Para ello, se da soporte respiratorio, cardiaco o cardio-respiratorio, según las necesidades de cada caso. La doctora recomendó el uso de la ECMO en parada cardiorrespiratoria solo en centros donde exista un programa hospitalario previo y nunca de forma extrahospitalaria. Al mismo tiempo, abogó por una centralización de los casos en centros de referencia, al ser una técnica que exige alta cualificación en pacientes con COVID-19. 
El coronavirus es extremadamente peligroso en pacientes cardiovasculares
SEGUN : La Agencia Latina de  Noticias de Medicina y Salud Pública
El covid-19, también conocido como coronavirus, está causando un serio problema de salud pública a nivel mundial. No solo genera mortalidad, sino que, según datos extraídos del Equipo Epidemiológico de Respuesta de Emergencia a la Neumonía del Nuevo Coronavirus, esta enfermedad es extremadamente peligrosa en pacientes con enfermedades cardíacas, respiratorias e inmunológicas.

Falta de conocimiento

Una de las principales preocupaciones frente al padecimiento del coronavirus, es que aún existe mucho desconocimiento frente a la enfermedad. Así lo afirmó, Benito Almirante, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica en un artículo de La Razón.
Sin duda, lo que parece claro es que lo más peligroso pasa porque se produzca la combinación de una neumonía bacteriana con la causada por el Covid-19, ya que eso puede desencadenar un g1rave pronóstico e incluso el fallecimiento del afectado”.
Igualmente, el experto hace hincapié sobre quiénes tiene mayor riesgo de estos trastornos. Algunos son:
  • Trasplantados
  • Pacientes sometidos a tratamientos oncológicos
*Las anteriores pueden presentar una evolución más grave, pues el virus puede descompensar su enfermedad previa.

Personas que sufren enfermedad coronaria

. La razón, está relacionada a que el covid-19 sobrecargaría el corazón, lo que ocasiona un daño al músculo cardíaco, conocido como miocarditis.
“Cualquier infección, también la causada por el Covid-19, produce una sobrecarga para el corazón. Si hay insuficiencia cardiaca el virus puede producir una congestión (acumulo de líquido) en los pulmones, lo que complicará la respiración y probablemente el curso de la infección respiratoria, aumentando las probabilidades de dificultades, explica Juan Cosín, presidente de la Asociación de Cardiología Clínica de la Sociedad Española de Cardiología (SEC)”.

Pacientes con diabetes e hipertensión

La hipertensión y la diabetes son dos enfermedades con gran prevalencia actualmente. Los expertos afirman que los pacientes con estas patologías tienen un riesgo mucho más alto de contraer coronavirus. Anna Novials, presidenta de la Sociedad Española de Diabetes recomienda que:
“Resulta esencial que las personas con diabetes mantengan el mejor control metabólico posible, para estar preparados ante un posible episodio infeccioso, ya sea por este virus o por otro”.
Frente a la información antes expuesta, toma las medidas preventivas para evitar el coronavirus. Algunos consejos que puedes implementar son:
  • Lavarse las manos varias veces al día
  • Evitar saludar de mano, beso o usando contacto físico
  • Realizar procesos de asepsia constantemente de todos los objetos personales

¿Estamos realmente protegidos los cubanos ante el ataque de esos “bichitos” chinos?


Nadie en el mundo quiere enfermarse, que le dé un dolor o una tosecita que no se me quita.

Nadie en su sano juicio quiere estar ingresado en un “sanatorio”, asistir a cualquier entidad médica por una urgencia o, sencillamente, hacerse análisis de sangre, pipi o caca.
Covid-19 contra Homo Sapiens » Avance y Perspectiva

Pero enfermarse en Cuba, tener que ir a un hospital en Cubita la “potencia médica mundial”, hacerse una simple plaquita de rayos X en un Policlínico o tener que adquirir algún medicamento para los males del alma o el cuerpo, estoy seguro que mucho, pero muchísimo menos.

En Cuba cuando las personas se enferman se enferman dos veces. Una del “mal que nos aqueja” en sí y la otra del estrés que provoca ingresar en un hospital y enfrentar la medicina de “campaña”, la medicina “en tiempos de guerra”, a la que ha obligado la revolución del picadillo a todos los cubanos de infantería.


Una verdadera tragedia existencial, curativa, estresante, con centros asistenciales destruidos, con escasez de lo más elemental para el sana, sana, culito de rana y un alto por ciento de improvisación por parte de los especialistas que intentan devolverle un poquito, un alguito de vida, de esperanza, al cuerpo de los seres cubanos.Las claves para evitar la propagación del coronavirus

Aun con la gran campaña orquestada por fidel castro, y mantenida por la propaganda castrista, desde hace más de sesenta larguísimos años, de que nuestro país es una potencia médica mundial, la realidad objetiva, la concreta, el Meprobamato, la Dipirona que están en falta, es que el cubano de Cuba, el hombre y la mujer humilde de pueblo, cuando se enferman, cuando tienen la más mínima dolencia, miran al cielo y suplican pidiendo auxilio porque allí, en la “fortaleza sanitaria del comandante en jefe”, se entra a un hospital por una cosa y se puede salir con muchísimas otras.


Este es uno de los temas más sensibles sobre el que se puede escribir o hablar. Duele hacerlo. Y lo hago desde la razón y la experiencia que viví cuando mi madre enfermó y la hospitalizaron en el Hospital Clínico Quirúrgico de Santa Clara.

Historias y vivencias como la mía existen muchas, montones, cada cubano tendrá su opinión porque es muy difícil salir ileso, a nivel del espíritu, digo, cuando se ha tenido a un familiar, a un amigo querido o simplemente a un conocido ingresado en un hospital castrista de los que dicen ser gratis y “para el pueblo”.

Los ojos son para ver, el cerebro pa’ pensar y la vergüenza para no tener que mordernos la puñetera lengua…

La asistencia médica en Cuba es, según el castro-comunismo, “gratuita”. Digo asistencia médica porque la salud es otra cosa y esta, en nuestro país, sale más cara que el carajo. Estar totalmente sano en Cuba es una realidad virtual, una “sintomatología” muy extraña que tenemos que poner en dudas pues to’l mundo sabe que cualquier indicador, desde los nacidos vivos, los muertos, muertos, los enfermos anémicos cerebrales y hasta los contagiados con estos traicioneros “bichitos” chinos de China, son falseados por ese régimen dictatorial para ocultarle al mundo el desastre en que estamos viviendo los seres cubanos.

Porque la realidad más absoluta es que la peor “pandemia” que sufrimos nosotros es la vida miserable, la angustia y el hambre a los que estamos condenados por culpa de esa maldita revolución del picadillo, un virus letal que nos mata el cuerpo, nos destroza “el mondongo” de pensar y nos tiene a casi todos “locos” con una salud mental hecha una mierda.

Es obvio que en Cuba, para gran parte de los cubanos, este aspecto está bien jodido, no puede existir una buena salud mental cuando se tiene que sobrevivir diariamente, en el exacto sentido de la palabra, desgastándonos en la búsqueda de lo más elemental como son los alimentos para nuestras familias y nuestros hijos.

Salvar la vida en Cuba es una tarea titánica, enfermiza y muy dolorosa. Un reto a la salud humana de la que no escapa nadie pues el cubano no ha terminado de meterse el último bocado de “algo” en la boca y ya está pensando, o tirándose a la calle, para conseguir el próximo.

No es justo, así cualquiera se enferma, y la verdad “verdadera” sobre este tema sólo la tiene el pueblo de Cuba, ese pueblo al que se niegan oír y sólo utilizan para orquestar y hacer sonar las campanas ideológicas de un socialismo “bueno”, preocupado y humanista.

Pero solo el cubano de a pie sabe de qué estoy hablando.

by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

Cuba: Un país herido de muerte por la hipertrofia comunista y el miedo de su pueblo.


Me han escrito algunas personas-castristas muy molestas, histéricas, bravísimas, cuchillo en boca, prestas a “abordarme” y “matarme”, ofendidas y llorosas porque dicen que yo nada mas sé sacarle los trapos sucios a la revolución del picadillo: “Con tanto que hizo la revolución por ti y mira cómo le pagas”.

Terrible, a estas alturas del partido, y con esa cantaleta…

Por eso yo siempre digo que el que nace pa’ comunista del cielo le caen las consignas, los letreros, las marchas, el hambre y las patadas por el c…

Y desde aquí, desde mi rincón de pensar, puedo olerles la intolerancia, el churre ideológico, la costra-castro-castrista, el alma empercudida y la lengua hedionda de tanto comer pancartas con los viva fidel, te extraño mucho comandante, socialismo, estamos más muertos que vivos y somos la continuidad del hambre, la miseria y la agonía.



Estos individuos me atacan por chat o dejan sus comentarios soeces y repugnantes al pie de mis publicaciones, me critican con “fervor patriótico” porque según ellos todo lo que hablo sobre Cuba es malo, malísimo, sin fundamento, con un odio que me brota de las entrañas y que no puedo disimular.

Definitivamente, para estos castristas, la mayoría camuflados en un exilio al que ultrajan con total desfachatez ultramarina, la Patria se ha convertido en una mala palabra, no saben defender una idea si no es con ataques personales o palabrotas del segmento mundano y vital.

Tratan, quieren reeducarme en las artes del “comportamiento socialista” y me dicen que los problemas de la Cuba de fidel no se ventilan públicamente: “Tienes una lengua muy viperina… desgracia’o, eres un hijo de puta y un gusano muy retorcido, no ves que la imagen que das de tu país es muy negativa”.



Además me escriben otros horrores, que no puedo mencionar aquí por respeto, y me ponen nuevo, nuevecito, como si me dieran un mitin de repudio pero “online”.

Entonces yo pregunto: ¿Dónde estaban estos pedagogos y defensores de la Patria cuando fidel castro y todo su séquito de la “unanimidad”, en plena televisión estatal, en una sesión del Parlamento, se burlaron pública y groseramente de la “inventiva” de los cubanos para resolver sus necesidades?

O acaso me van a decir que ese mal nacido lo hizo con “ingenuidad socialista” o ejerciendo la “amorosa” critica revolucionaria. Hablo de ventiladores puestos a funcionar con cualquier cosa, ollas de presión rescatadas de las “bajas presiones”, planchas de Pancha plancha con cuatro planchas adaptadas como hornillas eléctricas, en fin, la lista es interminable, del mismo tamaño que la necesidad y la miseria que ha padecido el pueblo cubano por más de sesenta larguísimos años gracias a esa maldita dictadura.

Yo, desde mi modesta, inadvertida, desconocida e insignificante existencia, no he sido quien ha llenado a Cuba y ha hecho padecer a su pueblo de calamidades, necesidades, carencias, ausencias, hambre, dolor, sufrimiento, calor, frío, humedad, moho, fosas sépticas reventadas, goteras, derrumbes, colas interminables y desesperanza, perdónenme “queridos” castristas, simpatizantes y otras lacras pero no, no fui yo, fue fidel castro, el mismitico que está metido a la fuerza dentro del cambolo de Santa Ifigenia, a ese y a su hermanito son a quienes tienen que pedirles cuentas por burlarse continuadamente de todos nosotros incluyéndolos a ustedes.

Yo, simplemente, cuento lo que viví en Cuba, es cierto que a veces exagero un poquito o se me va la mano con esto o aquello, pero créanme que todo es creíble, los horrores, consecuencias del castrismo en nuestro país, superan mis escritos por mucho, muchísimo…, mis anécdotas en realidad son nada comparadas a lo que tienen que vivir la mayoría de los cubanos de infantería en un país que vive a oscuras, desde el 1 de Enero de 1959, la mayor parte del tiempo.

En ocasiones, cuando tengo duda en algún tema, o no me acuerdo con exactitud de algo importante, llamo a mi amiga la cínica que es mi mejor fuente de información, a esa sí tienen que tenerle miedo. Pero no se asusten, a ella no le gusta escribir.

Les advierto, por si les va a dar un ataque que les dé ya, nunca esperen de mí que hable bien de ese régimen de mierda, que “alardee” sobre los “logros” inexistentes de la dictadura castro-comunista, que defienda a sus tiranos y “papaloteros” sin frenillos, que justifique la desgracia culpando a terceros (embargo económico) cuando el único que recontrajodió la vida y la existencia de Cuba y los cubanos se llama fidel castro.

Dejen de joder con la misma cantaleta porque ya nadie se la cree.

by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

En Cuba, con tanta miseria y tanta dictadura, algunos perdimos la razón y otros la dignidad.


Duele decirlo, avergüenza tener que admitirlo, lacera reconocerlo, lesiona aceptar que es cierto, pero la verdad, la más racional, dolorosa y auténtica verdad, es que los cubanos, en una inmensa mayoría, o estamos medio trastornados por tantísimos años de soportar esa maldita dictadura o somos unos sinvergüenzas, de marca mayor, por entrar en contubernio, “por unos dólares más”, digo, por un poquito de picadillo de soya más, con la peor dictadura, la más criminal, asesina y hedionda, que ha existido en toda la historia de la humanidad.



Así, desafortunadamente, se nos está yendo, largando o nos está abandonando la cortísima vida de vivir que el Señor nos dio. Nos estamos quedando petrificados en el tiempo y en el espacio por ser tan comemierdas, tan sumisos y tan mequetrefes, al dejarnos manipular, utilizar o al servir, a una dictadura que, a simple vista, nos exprime como frazada de piso y nos endilga sus bajas pasiones para que sus parásitos tiranos vivan sin tener que trabajar. Y aquí me refiero a todos, a cualquier sinvergüenza, esté en la “orilla” que esté, que desde una posición pública se aproveche y lucre con el dolor y el sufrimiento de los seres cubanos.



Por eso siempre digo que la famosa libertad que tanto cacareamos, y que algunos utilizan como “vaudeville lentejuelero”, nos va a costar mucha sangre, mucho reacomodamiento neuronal y muchísimo civismo pues entre que nos hemos quedado casi todos locos, y la cantidad de oportunistas, descarados y arribistas que hay viviendo de la gran tragedia nacional cubana, a la dictadura castrista, a la revolución del picadillo, sencillamente les quedan la mar de años en el poder y a nosotros los cubanos, a todos sin excepción, tener que soportar, sufrir y padecer, el mismitico desastre existencial que llevamos aguantando durante estos más de sesenta larguísimos años.


Para algunos esta desgracia nuestra se ha convertido en un deporte, en un juego de enriquecimiento lícito, en una manera de sobresalir y ostentar el oportunismo depredador que caracteriza a los vivos que viven de los bobos pues para nadie es un secreto, es más, es el sello distintivo de las últimas seis décadas de nuestra desgarradora historia “revolucionaria”, que hemos hecho del tema de la libertad de Cuba una industria multimillonaria donde el mayor beneficiario es el régimen castro-comunista, con toda su comparsa de chulampines vanidosos, y los grandes perdedores, quienes nos hemos llevado la peor parte en este jala-jala de hijos de puta, somos los cubanos de infantería que nos quedamos, una inmensa mayoría, pa’ cagarnos y no ver la mierda, así de simple.



Dice mi amiga la cínica que, si los cubanos queremos liberarnos de verdad de esa maldita revolución castrista, lo primero que tenemos que hacer es “limpiarnos” de tanta corrupción “patriótica”, eliminar a tantos “líderes espirituales” que se han adjudicado el derecho de hablar por nosotros, abolir la esclavitud emocional que nos embota las entendederas y entender, de una buena vez, que quienes lucran con nuestro dolor, con nuestra miseria, con el hambre insoportable que padecen nuestros hijos, son tan enemigos de la libertad como los oprobiosos dictadores enquistados en el corazón de esa Cuba nuestra que ya, la pobre, con tantos años de maltratos consecutivos, de pícaros viviendo de ella, parece un guiñapo, un rastrojo o un adefesio de isla luchando con sus uñas carcomidas pa’ no hundirse en medio de ese mar bravío.


Y yo agregaría que los imbéciles útiles también ponen su granito de estiércol en este desastre. 

Los que se dejan arrastrar a campañas festivaleras y apoyan “inocentemente” iniciativas que, lejos de dar solución a la tragedia, de enviar siquiera un mensaje positivo, alargan la vida de esa malformación tiránica para que continúe haciendo y deshaciendo en un país al que no le cabe una porquería más.

He ahí mi dolor cuando veo el entusiasmo atolondrado en el que hemos convertido la lucha anti-castrista. No queremos darnos cuenta que esa dictadura criminal se aprovecha hasta de los buenos gestos para imponerse, para rejuvenecer y para extender sus “quemaduras” a todo un pueblo.

Y esto que voy a decir, para terminar, me duele mucho pero no puedo dejar de pensar en ello, la independencia de Cuba, la libertad de todos los seres cubanos, están heridas de muerte, agonizan desesperadamente porque nosotros, todos los cubanos, toditos, toditos, o nos hemos trastornado con tanta miseria, tanta hambre y tanto sufrimiento o utilizamos este tema tan sensible, tan doloroso y tan triste, como un medio de vida o como la “fuente de la eterna juventud”.

by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

Hambre, desolación y muerte, los ingredientes principales de la ideología socialista


Los muy descerebrados lo hacen hasta que les pisan los juanetes, les ponen la caña a tres trozos, los obligan a hacer algún “sacrificio” demasiado grande por su “amada” revolución del picadillo o, sencillamente, les pasan la chaveta de la “justicia revolucionaria”, tan pegadita a sus cuerpos, que del susto saltan como ratas maromeras hasta que aterrizan en la Ciudad de Miami.


Está más que demostrado que los castristas, y sus “defensores”, apoyan esa sangrienta dictadura con el descaro, la desfachatez, la idiotez y la intolerancia más grandes del mundo.


La historia que hemos vivido los seres cubanos, durante más de sesenta larguísimos años, ha documentado miles de casos de los siquitrillados del castrismo, los mismos que un día querían comerse ellos solitos toda la candela del socialismo y al día siguiente, cuando les pasaron la cuenta por algún “desliz”, se quieren tragar toda el agua del Almendares, digo, de los Everglades, despotricando contra sus antiguos amos y diciendo que los huesitos que les daban eran una miseria mientras los castro se comen la carne, las masitas limpias y la salsita con pan.


Porque, para decir verdad, el pan es muy importante cubanos, el pan es vida y es libertad.


Y es que el pan en Cuba, desde hace más de veinticinco años, desde que lo racionaron a uno al día por persona, se ha convertido en un símbolo para demostrar la ineficiencia, la brutalidad, la incompetencia y el abuso de una dictadura totalitaria que se empeña en matar de hambre a todo un pueblo y, además, decir que lo hace por nuestro bienestar.

Dice mi amiga la cínica que eso es una cosa muy seria, y muy triste, pues existen varias generaciones de seres cubanos que nunca han conocido la libertad del pan y que sus vidas, desgraciada e increíblemente, ha estado marcada por la ausencia total del alimento más universal de todos.



Por cierto: ¿raúl castro o mariela castro también entran en esa macabra restricción de un pan al día?


Pero, bueno, el hambre que hoy pasamos, día tras día, la que sufren nuestros hijos y nietos, fue una elección nuestra, fue nuestra decisión cuando ebrios de un nacionalismo tortillero abrazador le abrimos las puertas de nuestra muralla nacional a Satanás y a sus “satanitos”.

Con el fatal cuento de una “revolución” el castrismo transformó en asesinos a casi todo un pueblo. Nos hipnotizó de tal manera que los gritos que dábamos de paredón, paredón, paredón, nos convirtieron en cómplices, en malditos, en criminales y en merecedores de muchas de las desgracias que hoy estamos padeciendo y que son consecuencia de entregarle a esa hedionda dictadura nuestra dignidad, nuestra vergüenza, nuestro amor por Cuba y nuestros “huevos”.

Porque en la vida real la dictadura castro-fidelista no es más que una maquinaria de deshacer voluntades, de doblegar conciencias, de complotar multitudes bajo el miedo y el terror, bajo el chantaje, la prostitución espiritual, el engaño y la traición.

Esa mierda de “justicia social” en la que muchos creímos ciegamente fue y es aplicada, lo mismo para exigirnos más y más sacrificios por fidel y la revolución, que para reprimir manifestaciones de descontento contra el régimen, destruir a opositores y disidentes que luchan por una Cuba libre, que hasta para formar “tira y encoge”, bretes y chismes entre cubanos, pa’ ver “quién la tiene más grande”.

Yo nunca he podido explicarme cómo pudimos ser tan indolentes, tan ingenuos y por ende partícipes de la hijeputada más inhumana, más repugnante, más asquerosa y más despreciable que “ojos humanos han visto”. Una aberración ética que sepultó el civismo, la cordura, el sentido común y la vergüenza de una nación y de un pueblo que eran capaces de reconocer las injusticias a veinte leguas de distancia.

Porque ese revoltillón, perdón, esa revolución del picadillo que tanto apoyamos en nuestros años de hombres nuevos-nuevecitos, siempre fue la fachada de una mente criminal secundada por esbirros con perennes ganas de matar, de asesinarlo todo, que nos utilizó como carne de cañón para sus patrañas y que, por nuestra ceguera, conformidad, inercia y falta de respeto, le costó la vida, y la libertad, a cientos, qué digo, a millones de seres cubanos dignos.

Muchas personas son del criterio que tenemos lo que nos merecemos, que somos, como pueblo, los máximos responsables de vivir la porquería de vida que vivimos y que como mismo una vez aplaudimos al sátrapa, y estúpidamente le ofrecimos todo nuestro apoyo, hoy debemos tomar conciencia e, insisto, exigir que ahorquen a la “china”…

by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

El socialismo nos convirtió a los cubanos en un pueblo primitivo, semi-salvaje y ciego.


Bueno, es que nosotros los cubanos siempre le ponemos la tapa al pomo y la apretamos bien, la apretamos tanto, pero tanto, que generalmente nos pasamos de rosca cuando, a la hora de explicar “el mundo que nos rodea”, lo hacemos con pancartas, con lemas y con cancioncitas patrioteras sin nombrar a los verdaderos culpables o acusando a terceros de nuestras desgracias, de nuestra indigencia y de nuestro enorme desastre nacional.

Y digo esto porque, después que decidimos asumir como “ángel de la guarda” a la revolución del picadillo, aquel fatídico Enero de 1959, hemos polarizado tanto la vida en Cuba, las relaciones interpersonales, la decencia del comportamiento humano, la verdad sobre la dictadura castrista, los “misterios” de la libreta de racionamiento, los exiliados estomacales, las gratuidades del castroidiotismo, el trabajo voluntario, la unanimidad y el hambre municipal, provincial y nacional, que terminamos por convertirnos en enemigos de nosotros mismos dispuestos a meterle un “galletazo” hasta al más pinto de la paloma menos al único culpable de nuestra enorme, desagradable e interminable desgracia cubana.



En Cuba, antes de la llegada del “Almirante” de Birán y sus corsarios sin desodorante, nadie pensaba en la “unidad” ni que necesitábamos unirnos porque el pueblo unido jamás será vencido, ni que proletarios de todos los países uníos, ni que fulanita se unió con menganito, ni que en la unidad está la victoria, ni en la mano de sandeces en las que hoy creemos porque, como decía uno de los viejos sabios de mi barrio: “Cuando todos tenemos la posibilidad de comernos un buen bistec, lavar la ropa con jabón Candado, tomarse una Hatuey bien fría en cada esquina o reunir tranquilamente pa’l turrón y las uvas de fin de año, la “unidad” es uno mismo y lo demás cantaleta de los comunistas…”.

Yo siempre he pensado que la famosa unidad que nos quieren vender como necesidad para derrotar al castrismo no existe, no procede, no funciona y no deja de ser una manipulación fantasiosa pues es imposible, por ejemplo, que en un grupo de cubanos nos encontremos con que todos no estén adoctrinados, hablen bajito, digan que lo de Cuba es gobierno y no dictadura, que no se fueron por problemas políticos o que todos crean en la santidad, el altruismo y en la decencia de quienes hacen “oposición”.



Y, al final, yo digo que eso es lo mejor que tiene la vida, es decir, la diversidad de criterios. No existe nada más enriquecedor, ni que acerque más a las personas, que un buen debate, una buena divergencia y un buen desentendimiento cuando no median las malas ideas, las burdas ofensas, las agresiones físicas, las mentiras, los infundios y los me cago en tu madre.

Dice mi amiga la cínica que yo sueño demasiado pues esto, en lo que nos hemos convertido, se lo debemos a más de sesenta años de malformación ética, de desastre neuronal, de consumo prolongado de picadillo de soya, de exposición a la barbarie, a la mala educación y a la prostitución política.

Cierto. Y esa maldita desunión la originó el hijo de puta de fidel castro. Ese sujeto en cuanto tuvo la primera oportunidad nos dividió en revolucionarios y contrarrevolucionarios, en patriotas y apátridas, en milicianos y gusanos, en balseros y macheteros, en caramelos y bombones, en con carnet y sin carnet, en chivatos y opositores y en trabajadores y quienes quieren vivir sin trabajar.

Porque todo en el castrismo, absolutamente todo, es una competencia desleal entre los hombres donde únicamente gana quien muestre mayor servilismo a la dictadura, quien desprestigie con mayor “fervor” su dignidad y sus principios y quien sea capaz de traicionar a su propia madre por tal de acceder a las miserables migajas que les tira ese régimen en el piso.
La dictadura castrista nos dividió en Cuba y en el exilio, nos confrontó a los unos con los otros para que nunca entendiéramos que nuestro único enemigo es esa revolución de hambres, miserias y muertes.

Por eso yo digo que tenemos que acabar de convencernos de que todos, absolutamente todos, somos un solo pueblo, un solo exilio, un largo, valiente y gran exilio que sangra por la misma herida y por las muchas muertes que hemos puesto para querer una Cuba alejada de esa mierda de dictadura.

Lo que necesitamos realmente los cubanos es terminar de digerir y acabar de defecar el proletario “pan con pasta” que nos tragamos en Enero de 1959 y, como individuos, como seres cubanos, nos digamos a nosotros mismos: QUIERO SER LIBRE…

Y quiero ser libre de dictadores, de caudillos de paso doble, de oportunistas, de politiqueros, de quienes se aprovechan de nuestro dolor como pueblo y de quienes viven vendiéndonos picadillo enriquecido o democracias triunfalistas, así de simple.

by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

El dolor de las madres cubanas es la peor prueba de la crueldad del socialismo.



Las madres cubanas, las verdaderas creadoras de la vida, de las ilusiones y del futuro en Cuba, son, indiscutiblemente, quienes más sufren los horrores que un régimen, despiadado y cruel, les ha impuesto a todo un país y a un pueblo para no perder, los muy degenerados, los dictadores, quiero decir, la “sagrada” y eterna sentadera que les brinda el tibor del socialismo.


Horrores que se traducen en esta vida de mierda tan desesperante que vivimos los cubanos y que cada día tienen menos solución porque continuamos aceptando la permanencia en el poder de un sistema dictatorial que quita y pon camarón, es decir, que nos tira los huesos carcomidos y resecos mientras ellos se comen los camarones, los mamoncillos y las langostas.

¿Alguien se ha preguntado qué siente una madre cubana en su interior cuando ve llorar a sus hijos porque tienen hambre?


Porque la realidad en nuestro país, la más triste de todas las realidades del mundo, es que quienes más soportan con total estoicismo, valentía y creatividad, son nuestras madres, mujeres convertidas en guerreras cotidianas, en paramédicos del alma de sus hijos, en bomberas extinguiendo los fuegos del hambre, de la miseria, de la desesperación y de las locuras que padecen quienes le rodean porque, por instinto natural, como “recurso del método”, tuvieron que echarse sobre sus hombros las desdichas físicas y espirituales a las que una absurda revolución del picadillo condenó, en vida y en muerte, a toda su familia.


Y digo todo esto porque estoy seguro, y honor a quien honor merece, que en Cuba, en Cubita la desgraciada, no existen seres cubanos más valientes, más lúcidos ni más sacrificados que esos ángeles que nos dieron la vida, que nos ayudaron a conservarla y que nos protegieron para que no tropezáramos con el basurero de la esquina, para que no pisáramos mierda, nos resbaláramos y nos despetroncáramos contra el pavimento, para que aprendiéramos a cuidar la ropita y los zapaticos domingueros, para que entendiéramos un poquito “el pan nuestro de cada día” y que, sobre todo, muy importante, que para subir al cielo no se necesitan escaleras, se necesita decencia, dignidad, amor, honestidad y valentía, así de sencillo y de humano a la vez.

Dice mi amiga la cínica que así como la dictadura castrista, y sus principales exponentes, han vivido robando, engañando, reprimiendo y asfixiando a un país y a su pueblo para apoderarse de nuestro tesoro nacional y darse “la dolce vita”, las madres cubanas han devenido, por fuerza contraria, por acción a la reacción, en las salvadoras del alma de una nación pues son las que han logrado mantener con vida a una sociedad hundida en el desabastecimiento, las penurias, los disparates ideológicos, los espejismos que provocan la cacareada “abundancia” socialista, la inanición, las flaquezas morales y los sueños frustrados de varias generaciones de seres cubanos.


¿Valoramos en su justa dimensión los tantísimos sacrificios que hacen nuestras madres en un país donde el aire hiede y la tierra mata?

Yo siempre me pregunto de dónde sacan tanta fuerza estas mujeres para mantenernos con vida, un reto muy difícil que les impone una realidad tan asfixiante como la que se “respira” en Cuba y que, visto y comprobado, se han enquistado en nuestra esencia, en nuestra idiosincrasia, en nuestra “cubanía”, en nuestro “producto interno bruto” como nación y como pueblo y que, tras más de sesenta larguísimos años, insisten, se empecinan, se esfuerzan por permanecer destrozándonos la existencia, el sentido común, el decoro y la lucidez a todos, absolutamente, a todos los cubanos.

Cada vez que escribo sobre este tema no puedo dejar de pensar en mi madre, y créanme que el mayor dolor que me produce es no haber tenido tiempo, porque uno, desgraciadamente, siempre pospone los abrazos para después, de agradecerle con muchísimo amor y respeto los tantísimos sacrificios que tuvo que hacer para que yo creyera que “la vida es bella”, para que yo pudiera tragarme sin asco los malos sabores de un revolucionario picadillo “enriquecido”, para que el fuego de las fiebres de mi garganta no me quemaran por dentro y para que, aun con el desinterés que me producía el mundo en que vivía, yo estudiara y me hiciera un hombre “hecho y derecho” que en medio de los horrores de la guerra cotidiana por el socialismo, por el patria o muerte y por seremos como el che, al menos aprendiera a leer, a escribir y a multiplicar sueños e ilusiones por esperanza y vida.

¡Un enorme monumento les queda chiquito a las madres cubanas!
by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

El castrismo es una “infección cerebral”, una enfermedad que padecemos muchísimos cubanos.


Siempre he dicho que el castro-comunismo trascendió el concepto de filosofía dictatorial social-demagoga, dejó de ser la alevosa “doctrina” de un fulano para exprimir a una nación y trascendió una ideología maldita y totalitaria para convertirse en un “pensamiento” que, desgraciadamente, contaminó a más del noventa por ciento de los cubanos nacidos después de 1959 y a otros “muchos” que lo hicieron con anterioridad.

La inmensa mayoría de los que conformamos ese noventa por ciento, aun cuando nos dimos cuenta que la revolución del picadillo es una gran estafa, nunca hemos logrado desprendernos de la maldita agonía que significa cargar sobre nuestras espaldas, a nivel de actitudes, esa malformación espiritual e, increíblemente, pretendemos enfrentarnos a tal maquinaria de muerte, destrucción e intolerancia, con los mismos argumentos que ellos utilizan y que heredamos de nuestra formación como hombres nuevos-nuevecitos.

Porque, cubanos, no nos engañemos, quienes nos graduamos en las Universidades del castrismo, para poner un solo ejemplo, bajo el lema de la Universidad para los revolucionarios, como fue siempre en Cuba comunista, nos guste o no, nos inocularon en vena la esencia de ese dogma antinatural, de esa demoledora maquinaria de la lógica, de la incomprensión totalitaria a la idea ajena, de la ceguera política y del unipartidismo “insolidario” y hoy, inconscientemente, nos manifestamos igualitico a como lo hacen los más ridículos exponentes de “esto es una limonada coyuntural” o “yo soy fidel”



Porque, en la vida real, no tenemos que ir muy lejos para entender qué estoy diciendo, baste con que usted le haga una crítica, un mínimo señalamiento, una simple observación a cualquiera de los que hoy se dicen ser opositores al castrismo, líderes de opinión o barítonos de los facebook live, para que enseguida te bloqueen, te borren o, en el mejor de los casos, te agredan con una sarta de improperios como lo hacen los puti-ciberguerrilleros del odioso e intolerante aparato contestón castrista.

Mi punto es que el castrismo nos lleva ventaja, mucha ventaja. Esos degenerados tienen más de sesenta larguísimos años de experiencia creando héroes y mártires para reventar aplausos o lagrimear multitudes, líderes a favor o en contra de sus intereses, estados de opinión, campañas de desprestigio contra los disidentes, malas ideas, chismes, violencia ciudadana, lenguaje grosero, desacreditaciones contra un individuo o grupo de ellos, mala intención, falsos profetas y toda una parafernalia de actitudes que van desde la agresión verbal, con sus consabidas mentadas de madre, hasta los fascistas mítines de repudio que han trascendido las calles de Cuba y se han posicionado, para vergüenza ajena de los seres cubanos decentes, en las redes sociales.



Algunos nos desgastamos criticando a la oposición cubana por asuntos netamente “bodegueros” y es una pena. Yo soy del criterio de que la resistencia al régimen castrista es muchísimo más fuerte que diez, veinte o treinta años atrás porque hemos crecido en número, nos hemos quintuplicado, muchísimos nos quitamos la venda que nos amarraron a los ojos y, desde posiciones personales, esgrimimos nuestra negativa a seguirle el juego a los enemigos de la decencia y de la verdadera cubanía.

Atención cubanos, los líderes no se hacen, no se fabrican, no se improvisan ni podemos permitir que nos los vendan porque “tiran” discursos pompeyanos, recitan poesías patrioteras, ponen caritas de yo no fui pa’ salir bonitos en los videos “feisbuleros” o se deshacen en griterías insustanciales de más alto que no se oye para llamar la atención y cautivar nuestras simpatías.

Hoy son muchas las figuras, en el panorama de la oposición dentro de Cuba, que le muestran la cara a la dictadura castrista, algo que yo nunca hice, y eso merece todo nuestro respeto estemos de acuerdo o no con los métodos que utilizan.

Dejemos de instigar, desde la comodidad del exilio, acciones violentas con tiros, escopetas y pistolitas para que otros pongan los muertos cuando se sabe que la agresividad del castrismo no conoce límites y no va a medirse para tirar los tanques, las brigadas especiales y las bandas paramilitares a reprimir y matar por tal de preservar un “orden” que les representa “la vida” pues no tienen otro lugar en esta bendita y tolerante tierra donde ir a esconderse.

Soy del criterio, y lo defiendo con todas mis fuerzas, de que hoy por hoy nadie tiene la verdad absoluta para derrotar a la bestia, pero, si nos fijamos un poquito, en la actitud de cada uno de nosotros puede estar el punto de partida para desenredar la madeja de esa desgracia que se llama dictadura castro-comunista y que es la vergüenza cubanos, la VERGÜENZAAAAAAAAA…
by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

El castrismo destruyó a Cuba, la convirtió en una letrina de odios, miserias y espantos.


De nada nos sirve cargar tanta pena, tanta vergüenza y tanta lástima. No nos hace bien. Es cierto que en este bendito exilio se respira con más tranquilidad, con más holgura, pero, insisto, ese olor a mar, ese sol y esa brisa con brazos de mujer, les aseguro que no los vamos a sentir en ningún otro lugar de este planeta azul.


Realmente los cubanos éramos un pueblo feliz, un pueblo trabajador, amigo, soñador, gente buena que creía en Dios, en la Virgen y en las potencias “salvajes” del cielo, el mar, los ríos y la tierra.

Éramos personas pacíficas, decentes, nos gustaban el arroz con leche con una pizquita de canela, la raspa de la natilla pegada al jarro, un trago del mejor ron del mundo, las películas de pistoleros, la música contagiosa y la de llorar, el café recién colado, la libertad, la vergüenza, el orden cívico y la cerveza fría, bien fría.



Reuníamos centavo a centavo para el par de zapatos en las rebajas de Fin de Siglo, para el “sanguisi” de jamón y queso, para el pan con timba cuando el hambre formaba su concierto dentro del cuerpo o para el arroz frito de la fonda del chino con tremendo orgullo.


Éramos personas humildes pero honradas, limpias, literalmente limpias porque la decencia era condición obligada aunque no hubiéramos estudiado en la “Universidad”.

Amábamos nuestra ciudad porque crecía, se desarrollaba, competía con los ángeles por dominar el espacio sideral a la par que nos brindaba oportunidades para que fuéramos nosotros mismos, para que el sacrificio de nuestros padres rindiera sus frutos con aquel título de “doltol”, tan anhelado por ellos, enmarcado y colgado en la pared.



Éramos un pueblo valiente, luchamos contra el imperio más poderoso de su época y construimos una República hermosa, con una Constitución de las más avanzadas de su tiempo y con una democracia envidiable que, muchas potencias del primer mundo de hoy, ni siquiera podían soñarla.


Pero: “Éramos muchos y parió Catana…”, “llegó el comandante y mandó a parar…”, “en cada cuadra un comité…”, “jorobita, jorobita lo que se pega no se quita ni con cola, ni con colina, ni con la saya de tu madrina…”.

Así mismo, de la noche a la mañana, un 1 de Enero de 1959, nos convertimos en el gran disparate, en el peor absurdo de la humanidad.

fidel castro, esa maldad que quedará postrada en nuestras memorias por varias generaciones, nos condenó al destierro de nuestra patria, al ostracismo de nuestros amores y a un exilio obligatorio porque, “sencilla y llanamente”, nos transformó la vida de vivir en un terrible infierno para morir.

Ese miserable barrió con todo cuanto habíamos logrado como nación, algo tan elemental como el par de zapatos de Fin de Siglo, el sanguisi, el pan con timba y el arroz frito de la fonda del chino se fueron al carajo y los sustituyó por un miserable cupón de la libreta de productos industriales una vez al año, un pan con croquetas de subproductos de “pollo” vendido en total insanidad y, bueno, el arroz, bien, gracias, cinco libras una vez al mes por persona y a gritar alto, bien alto que no se oye, compañeros, patria o muerte, venceremos, socialismo y a morirnos muchas veces.

A la mujer de Antonio la vistió de miliciana, de constructora, de machetera en perdidos cañaverales, de vigilante de pueblos y le arrebató su gracia y su aire obligándola a marchar en vez de andar, a repetir consignas, cantos revolucionarios y a cambiar para siempre su gracia coqueta por la degenerada militancia del infame comunismo.

¿Que por qué no nos enfrentamos a fidel castro y lo aplastamos como a una cucaracha?

Es la respuesta más difícil y complicada del mundo, pero estoy seguro que fue por inocencia, ingenuidad colectiva, estupidez y subnormalidad nacionalista, pero más que todo por miedo, por un miedo enorme a que nos pararan en el matutino de la escuela o en los paredones de fusilamiento del recién estrenado socialismo.

Según la historia la mayor condena que podía aplicársele a un ser humano era ser desterrado de su pueblo, de su tribu, de su comunidad o de su Patria.

Por eso los seres cubanos somos el pueblo más exiliado de esta galaxia, llevamos más de sesenta larguísimos años “preparando maletas”, saltando “charcos”, volando sobre cualquier chiringa que nos saque de aquel infierno y que nos lleve lejos, bien lejos, allá, donde nos llegue a los pies la espuma…