martes, 16 de junio de 2020

En Cuba, con tanta miseria y tanta dictadura, algunos perdimos la razón y otros la dignidad.


Duele decirlo, avergüenza tener que admitirlo, lacera reconocerlo, lesiona aceptar que es cierto, pero la verdad, la más racional, dolorosa y auténtica verdad, es que los cubanos, en una inmensa mayoría, o estamos medio trastornados por tantísimos años de soportar esa maldita dictadura o somos unos sinvergüenzas, de marca mayor, por entrar en contubernio, “por unos dólares más”, digo, por un poquito de picadillo de soya más, con la peor dictadura, la más criminal, asesina y hedionda, que ha existido en toda la historia de la humanidad.



Así, desafortunadamente, se nos está yendo, largando o nos está abandonando la cortísima vida de vivir que el Señor nos dio. Nos estamos quedando petrificados en el tiempo y en el espacio por ser tan comemierdas, tan sumisos y tan mequetrefes, al dejarnos manipular, utilizar o al servir, a una dictadura que, a simple vista, nos exprime como frazada de piso y nos endilga sus bajas pasiones para que sus parásitos tiranos vivan sin tener que trabajar. Y aquí me refiero a todos, a cualquier sinvergüenza, esté en la “orilla” que esté, que desde una posición pública se aproveche y lucre con el dolor y el sufrimiento de los seres cubanos.



Por eso siempre digo que la famosa libertad que tanto cacareamos, y que algunos utilizan como “vaudeville lentejuelero”, nos va a costar mucha sangre, mucho reacomodamiento neuronal y muchísimo civismo pues entre que nos hemos quedado casi todos locos, y la cantidad de oportunistas, descarados y arribistas que hay viviendo de la gran tragedia nacional cubana, a la dictadura castrista, a la revolución del picadillo, sencillamente les quedan la mar de años en el poder y a nosotros los cubanos, a todos sin excepción, tener que soportar, sufrir y padecer, el mismitico desastre existencial que llevamos aguantando durante estos más de sesenta larguísimos años.


Para algunos esta desgracia nuestra se ha convertido en un deporte, en un juego de enriquecimiento lícito, en una manera de sobresalir y ostentar el oportunismo depredador que caracteriza a los vivos que viven de los bobos pues para nadie es un secreto, es más, es el sello distintivo de las últimas seis décadas de nuestra desgarradora historia “revolucionaria”, que hemos hecho del tema de la libertad de Cuba una industria multimillonaria donde el mayor beneficiario es el régimen castro-comunista, con toda su comparsa de chulampines vanidosos, y los grandes perdedores, quienes nos hemos llevado la peor parte en este jala-jala de hijos de puta, somos los cubanos de infantería que nos quedamos, una inmensa mayoría, pa’ cagarnos y no ver la mierda, así de simple.



Dice mi amiga la cínica que, si los cubanos queremos liberarnos de verdad de esa maldita revolución castrista, lo primero que tenemos que hacer es “limpiarnos” de tanta corrupción “patriótica”, eliminar a tantos “líderes espirituales” que se han adjudicado el derecho de hablar por nosotros, abolir la esclavitud emocional que nos embota las entendederas y entender, de una buena vez, que quienes lucran con nuestro dolor, con nuestra miseria, con el hambre insoportable que padecen nuestros hijos, son tan enemigos de la libertad como los oprobiosos dictadores enquistados en el corazón de esa Cuba nuestra que ya, la pobre, con tantos años de maltratos consecutivos, de pícaros viviendo de ella, parece un guiñapo, un rastrojo o un adefesio de isla luchando con sus uñas carcomidas pa’ no hundirse en medio de ese mar bravío.


Y yo agregaría que los imbéciles útiles también ponen su granito de estiércol en este desastre. 

Los que se dejan arrastrar a campañas festivaleras y apoyan “inocentemente” iniciativas que, lejos de dar solución a la tragedia, de enviar siquiera un mensaje positivo, alargan la vida de esa malformación tiránica para que continúe haciendo y deshaciendo en un país al que no le cabe una porquería más.

He ahí mi dolor cuando veo el entusiasmo atolondrado en el que hemos convertido la lucha anti-castrista. No queremos darnos cuenta que esa dictadura criminal se aprovecha hasta de los buenos gestos para imponerse, para rejuvenecer y para extender sus “quemaduras” a todo un pueblo.

Y esto que voy a decir, para terminar, me duele mucho pero no puedo dejar de pensar en ello, la independencia de Cuba, la libertad de todos los seres cubanos, están heridas de muerte, agonizan desesperadamente porque nosotros, todos los cubanos, toditos, toditos, o nos hemos trastornado con tanta miseria, tanta hambre y tanto sufrimiento o utilizamos este tema tan sensible, tan doloroso y tan triste, como un medio de vida o como la “fuente de la eterna juventud”.

by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

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