REFLEXION

 Derechos Humanos.

¿Cuáles son los derechos que tenemos por el simple hecho de ser humanos? ¿Cuáles son nuestros derechos personales básicos? En nuestro vivir diario, en las relaciones con nuestra familia, amigos, trabajo, negocios… ¿Qué derechos ejercemos y respetamos? Estos derechos individuales tienen que ver con nuestra dignidad como personas, con nuestra calidad de vida.

“He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.”

Gabriel García Márquez

Sin pretender hacer un análisis exhaustivo del tema, quisiera mencionar sólo algunos derechos, que en mi opinión son elementales.

El derecho a equivocarnos. El biólogo chileno Humberto Maturana habla del derecho a equivocarse como uno de los derechos fundamentales del ser humano. “Errar es humano”, dice una antigua frase. Sin embargo, ¿cuántas veces actuamos con la pretensión de perfección? ¿Cuántas veces culpamos y condenamos (a otra persona o a nosotros mismos) por un error? Como si el ser humano debiera (o pudiera) ser infalible.

“Aprenderás que cuando sientes rabia, tienes derecho a tenerla, pero eso no te da el derecho a ser cruel.”

William Shakespeare

El derecho a ser tratados con respeto y amabilidad. En el diccionario figura crueldad como sinónimo de inhumano. Me pregunto: Un trato agresivo, violento, despectivo ¿no es cruel? Pienso en los insultos en el tránsito de las ciudades, en cómo tratan algunos jefes a sus empleados, en quienes a veces atienden al público con total indiferencia, el algunos profesores con sus alumnos, en… Bueno, en cualquiera de nosotros, que al ejercer un rol de poder, o simplemente por estar enojados o tener un mal día, mal-tratamos a quien tenemos cerca.

“No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber.”

Walt Whitman

El derecho a la presunción de inocencia “Toda persona se presume inocente hasta que se demuestre su culpabilidad” ¿Hacemos ésto, o generalmente hacemos lo contrario? ¿Cuántas veces culpamos a alguien por una simple sospecha, un rumor, o algún hecho aislado? ¿Cuántas veces condenamos sin siquiera preguntar, sin dar la posibilidad al otro que se defienda o que exprese su punto de vista? ¿Cuántas veces castigamos a alguien sólo por ser o actuar diferente a lo que nosotros suponemos que debiera hacer? Nuestros propios miedos, intolerancia, desconfianza nos llevan muchas veces a ser injustos con otros.

“No consientas que te regalen un derecho que tú eres capaz de conquistar.”

Friedrich Nietzsche

Por supuesto, hay otros, como derecho a tener nuestras propias opiniones de las cosas, a tomar nuestras propias decisiones, el derecho a la intimidad y a decidir qué revelar y qué no, el derecho a decidir qué es importante para nosotros, el derecho a llorar (un derecho que generalmente los hombres nos negamos a nosotros mismos), el derecho a reclamar ante una promesa incumplida…

La cuestión fundamental es que, por cada derecho que declaramos, generamos una respons-abilidad: asumir el compromiso de desarrollar la habilidad para responder con efectividad cuando ese derecho es vulnerado. Responder una agresión con otra agresión no nos lleva a un trato respetuoso o amable. Podemos aprender a generar y restaurar una relación con respeto y amabilidad. De eso se trata, de aprender a generar y restaurar esos derechos que con fundamentales para nosotros, como personas. No digo que sea fácil. Si que es posible.

Los Cinco Derechos

  • El derecho de ver y escuchar lo que hay aquí, en vez de lo que debería haber, hubo o habrá.
  • El derecho de decir lo que uno siente y piensa, en vez de lo que uno debería decir.
  • El derecho de sentir lo que uno siente, en vez de lo que debería sentir.
  • El derecho de pedir lo que se desea, en vez de aguardar a que le den permiso.
  • El derecho de correr riesgos por propia cuenta, en vez de querer sólo lo seguro.

Virginia Satir


Reflexiones (II)

Los creadores de organizaciones innovadoras eficaces son muy entusiastas. Este sentimiento se transmite a toda la empresa y se transforma en excitación, pasión, energía. Sólo se obtienen victorias con pasión, fe y entusiasmo. Si la pasión, la fe, el valor y la habilidad están ausentes, las herramientas se convierten en una manifestación más de la burocracia.

Tom Peter

Reflexiones

“Más allá de una sana disciplina, sé amable contigo mismo. Eres una criatura del universo, al igual que los árboles y las estrellas; tienes derecho a estar aquí.”

Desiderata

Piense en alguien con quien vive o con quien trabaja y que no le parece agradable, que le causa sentimientos negativos. Veamos lo que sucede. Lo primero que usted necesita comprender es que el sentimiento negativo está en usted. Usted es el responsable del sentimiento negativo, no la otra persona. Otra persona en su lugar estaría completamente calmada y a sus anchas en presencia de esa persona; no se afectaría. Usted sí. Ahora comprenda otra cosa: usted está haciendo una exigencia. Usted espera algo de esta persona ¿entiende? Entonces dígale a esa persona. “Yo no tengo el derecho de exigirle nada a usted”. Al decir eso, descartará su expectativa. “Yo no tengo derecho a exigirle nada a usted. Claro que me protegeré de las consecuencias de sus acciones o de su mal humor o de lo que sea, pero puede seguir adelante y ser lo que quiera ser. No tengo derecho a hacerle ninguna exigencia”.

Anthony de Mello

A los infalibles: “¿Por qué te portas como si tuviera que prevalecer tu criterio? ¿Por qué te portas como si fueras infalible? ¿Por qué te portas como si fueras el único dueño de la verdad? Hay que dar alternativas, no decisiones. Dar ideas, no soluciones. Dar otra visión, pero sin llevar de la mano a los demás. Marcar el camino, sin atrapar la voluntad. Sugerir sin presionar. Aconsejar, sin obligar. Proponer, sin forzar. Advertir sin censurar. Reflexionar, sin imponer. Hay que “mostrar”, pero sin quitarle al otro su derecho de escoger. Pues a cada uno le gusta realizarse por su propia voluntad y enmendar los errores por su propia experiencia. Hay que respetar la libertad de cada uno para hacer su trabajo, trazar su dirección, sembrar su tierra, adornar sus sueños, desarrollar sus facultades ¡y terminar su obra! para ver si al final puede llenarse las manos con ella.”

Zenaida Bacardí de Argamasilla

 .....Esta historia es sobre un hombre que reflejaba en su forma de vestir la derrota, y en su forma de actuar la mediocridad total.


Ocurrió en París, en una calle céntrica aunque secundaria. Este hombre, sucio, maloliente, tocaba un viejo violín. Frente a él y sobre el suelo estaba su boina, con la esperanza de que los transeúntes se apiadaran de su condición y le arrojaran algunas monedas para llevar a casa.
El pobre hombre trataba de sacar una melodía, pero era del todo imposible identificarla debido a lo desafinado del instrumento, y a la forma displicente y aburrida con que tocaba ese violín.
Un famoso concertista, que junto con su esposa y unos amigos salía de un teatro cercano, pasó frente al mendigo musical. Todos arrugaron la cara al oír aquellos sonidos tan discordantes.
La esposa le pidió, al concertista, que tocara algo. El hombre echó una mirada a las pocas monedas en el interior de la boina del mendigo, y decidió hacer algo.
Le solicitó el violín. Y el mendigo musical se lo prestó con cierto resquemor. Lo primero que hizo el concertista fue afinar sus cuerdas. Y entonces, vigorosamente y con gran maestría, arrancó una melodía fascinante del viejo instrumento. Los amigos comenzaron a aplaudir y los transeúntes
comenzaron a arremolinarse para ver el improvisado espectáculo.
Al escuchar la música, la gente de la cercana calle principal acudió también y pronto había una pequeña multitud escuchando arrobada el extraño concierto. La boina se llenó no solamente de monedas, sino de muchos billetes de todas las denominaciones, mientras el maestro sacaba una melodía tras otra, con tanta alegría.
El mendigo musical estaba aún más feliz de ver lo que ocurría y no cesaba de dar saltos de contento y repetir orgulloso a todos: “¡¡Ese es mi violín!! ¡¡Ese es mi violín!!”. Lo cual, por supuesto, era rigurosamente cierto.

La vida nos da a todos “un violín”. Son nuestros conocimientos, nuestras habilidades y nuestras actitudes. Y tenemos libertad absoluta de tocar “ese violín” como nos plazca.
Algunos, por pereza, ni siquiera afinan ese violín. No perciben que en el mundo actual hay que prepararse, aprender, desarrollar habilidades y mejorar constantemente actitudes si hemos de ejecutar un buen concierto.
Pretenden una boina llena de dinero, y lo que entregan es una discordante melodía que no gusta a nadie. Esa es la gente que hace su trabajo de mala forma y que cree que la humanidad tiene la obligación de retribuirle su pésima ejecución, cubriendo sus necesidades, son los que no se hacen cargo de sí mismos y le echan la culpa a lo externo, sin darse cuenta que se recibe lo que se siembra.

Es la gente que piensa solamente en sus derechos, pero no siente ninguna obligación de ganárselos.
La verdad, por dura que pueda parecernos, es otra. Tú y yo, y cualquier otra persona, tenemos que aprender tarde o temprano, que los mejores lugares son para aquellos que no solamente afinan bien ese violín, sino que aprenden con el tiempo también a tocarlo con maestría. Por eso debemos de estar dispuestos a hacer bien nuestro trabajo diario, sea cual sea. Y aspirar siempre a prepararnos para ser capaces de realizar otras cosas que nos gustarían.
La historia está llena de ejemplos de gente que aún con dificultades iniciales llegó a ser un concertista con ese violín que es la Vida. Y también, por desgracia, registra los casos de muchos otros, que teniendo grandes oportunidades, decidieron con ese mismo violín, ser mendigos musicales.

Tú puedes hacer algo grande de tu vida… Esa es tu decisión personal. 

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