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viernes, 21 de agosto de 2020

La tragedia de las cárceles de Cuba

VERDAD Y MEMORIA
Como la mayor parte de la atención en Cuba en estos días se centra en el coronavirus y la crisis económica, estamos muy preocupados por la situación en las cárceles cubanas. Cuba Archive recibió recientemente un informe de seis suicidios en tres cárceles de los cientos de centros de detención que existen en Cuba. Esta valiosa información fue recopilada por valientes activistas de derechos humanos dentro de Cuba en llamadas telefónicas con prisioneros en esas instalaciones. Debido a que todas las llamadas son monitoreadas, los reclusos que informaron la muerte de sus compañeros de prisión fueron severamente castigados con 21 días en celdas de aislamiento, una restricción a las visitas familiares, la supresión de ciertos “derechos” de prisioneros establecidos por la Dirección Nacional de Prisiones, y un prohibición de otras comunicaciones telefónicas. No revelaremos nuestras fuentes aquí para evitar más represalias a los involucrados. 



Durante mucho tiempo hemos temido que el número de muertes no declaradas bajo custodia sea muy alto. Sin embargo, las ejecuciones extrajudiciales denunciadas de personas bajo custodia han disminuido en los últimos años. Quizás el creciente número de cubanos con acceso a teléfonos móviles y redes sociales ha hecho que el régimen sea más cuidadoso, quizás nuestros esfuerzos internacionales han contribuido, quizás los informes son más difíciles de obtener … Sin embargo, parece claro que la tasa de suicidios, informado o real, sigue siendo muy alto.

Es imposible corroborar los números reales o la causa de muerte de las personas detenidas, ya que existe un secreto total sobre esta información y el gobierno cubano no permite el monitoreo por parte de organizaciones internacionales de derechos humanos, incluida la Cruz Roja. Los presos “encontrados muertos” en sus celdas a menudo son presuntas víctimas de los guardias de la prisión y sus familias no reciben un certificado de defunción. Lamentablemente, muchos reclusos son inducidos al suicidio por los guardias y obligados a quitarse la vida por las horribles condiciones, el maltrato por parte de los guardias, los castigos excesivos y frecuentes, la falta de atención médica y medicamentos, y la angustia emocional por el riguroso encierro, la separación de seres queridos, y la culpa y el dolor de no poder mantener a sus familias necesitadas.

Hasta la fecha, Cuba Archive ha documentado 1.111 muertes bajo custodia (no por pelotón de fusilamiento). así como 13 desapariciones forzadas de personas detenidas atribuidas al régimen de Castro (desde 1959 hasta la actualidad). Las muertes mencionadas incluyen 507 ejecuciones extrajudiciales, 22 en huelgas de hambre, 311 por denegación de atención médica o condiciones de salud, y 122 suicidios. Sin embargo, se cree que esta cifra es solo una pequeña fracción de los casos reales, ya que los informes de las cárceles son extremadamente difíciles de obtener. Puede buscar en la base de datos registros individuales por nombre, año, causa de muerte, tipo de víctima, ubicación, etc. 

Sin embargo, todas las vidas nos conciernen, debe tenerse en cuenta que la población carcelaria en Cuba es desproporcionadamente negra: muchos son acusados ​​de “crímenes” absurdos como la “peligrosidad social pre-criminal” (una presunta propensión a cometer un delito), que se usa para encarcelar a hombres jóvenes simplemente por no tener trabajo. Mientras tanto, se cree que miles de personas se ven privadas de su libertad, a menudo durante años, por cometer pequeños robos, matar a una vaca para alimentar a sus familias e incluso por no usar una máscara facial durante la pandemia.

Para algunos de nuestros informes anteriores sobre muertes bajo custodia, vea nuestro boletín Persistentes asesinatos extrajudiciales de prisioneros en Cuba y nuestros informes “¿Cuántos presos políticos hay en Cuba?” y sobre las violaciones del derecho a la vida, incluidas las personas detenidas, para las Naciones Unidas. 

Una súplica a la comunidad internacional
Hacemos un llamado a los gobiernos, agencias y organizaciones internacionales, así como a personas de influencia (políticos, celebridades, activistas de derechos humanos, etc.) para ayudar a proteger la vida de las personas detenidas en Cuba y para condicionar políticas y compromiso económico con Cuba, así como asistencia para corregir esta aborrecible situación. Las siguientes son algunas sugerencias sobre acciones concretas que deberían exigirse a Cuba:
Garantizar normas mínimas para el tratamiento de los reclusos y permitir que las organizaciones internacionales de derechos humanos controlen las condiciones y realicen visitas periódicas sin previo aviso para inspeccionar cualquier prisión o centro de detención, con acceso garantizado y sin impedimentos.
Establecer una institución nacional independiente de derechos humanos en Cuba de conformidad con los Principios de París.
Emitir invitaciones permanentes al Relator Especial de las Naciones Unidas sobre Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles e Inhumanos o Degradantes y al Relator Especial sobre Ejecuciones Extrajudiciales, Sumarias o Arbitrarias, asegurándose de que estas incluyan interacciones libres con víctimas y familiares de víctimas, miembros de la independencia de Cuba. sociedad civil y defensores de los derechos humanos.
Exigir que Cuba ratifique el Protocolo Facultativo de la Convención contra la Tortura y que su legislación interna se armonice con todos los instrumentos internacionales de derechos humanos que protegen los derechos de las personas detenidas.
Testimonios excepcionales



Lo invitamos a ver la entrevista de un testigo del ex preso político y embajador, Armando Valladares , donde relata brevemente el asesinato del compañero preso político Ernesto Díaz Madruga por un guardia de la prisión. Esta es la primera de una serie de seis entrevistas de solo 2 a 3 minutos cada una que fueron filmadas recientemente por el galardonado cineasta cubano Eliecer Jiménez Almeida. Se lanzarán más entrevistas en las próximas semanas.

Escuche nuestros dos podcasts en inglés de una serie que esperamos continuar. El episodio más reciente es el testimonio del pastor bautista Mario Felix Lleonart sobre su vida y el asesinato extrajudicial de Juan Wilfredo Soto , que ayudó a impulsar su activismo de derechos humanos . El primer episodio contiene el testimonio de Sebastián Arcos sobre la muerte de su padre . 

Nuestra base de datos de muertes y desapariciones documentadas actualmente tiene 11,120
registros de casos individuales, de los cuales 7,735 se atribuyen al régimen de Castro

sábado, 13 de junio de 2020

CUBA: Muertes evitables que no se evitan

Cuba: las mascarillas contra COVID-19 no son mordazas.

El autoritarismo aprovecha la emergencia sanitaria y el temor de los ciudadanos al coronavirus para recortar libertades, aplastar derechos e imponer el férreo control sobre la vida cotidiana.
La mordaza

Pues parece que nos están masacrando de nuevo ante la impasibilidad del común de los mortales. inmersos en el pánico imperante no ven, o no quieren creer lo que ocurre por ser demasiado inaceptable. Estos días comprobamos que los modos de proceder de la ciudadanía superan con creces la actitud de sus gobernantes.

Por el contrario, nuestras autoridades (que se han visto desbordadas por todos lados, todo hay que decirlo) se comportan y han comportado de modo irresponsable, nefasto y peligroso para gran parte de la población, discriminando a ciertos grupos por el mero hecho de pertenecer a colectivos hoy más que nunca de la casta de los «intocables», dejando ver el sádico edadismo y nocivo capacitismo de quienes rigen nuestro destino.

O eso dicen quienes lo cuchichean en volumen creciente. Porque vamos allá con historias presuntamente para no dormir: ¿alguien se imagina que a nuestros ancianos y discapacitados les estuvieran negando sistemáticamente tratamientos médicos básicos y fundamentales para su supervivencia a favor de tratar a otras personas? Eso sería impensable en 2020, 

¿no?

Sería impensable pero supuestamente sucede. A todo esto hay que recordar que la realidad supera con creces la ficción, ¿y no es cierto que una mentira repetida cien veces o mil se convierte automáticamente en una verdad, que hay vidas que tienen más valor que otras? 

¿No hay vidas que son fácilmente desechables como pañuelos de usar y tirar, de esos que nos recomiendan utilizar en la actualidad?

En razón de esa mentira repetida mil veces, ¿los doctores que tienen que velar por nuestra salud y nuestra seguridad son realmente libres a la hora de tomar determinadas decisiones sobre si A vive o B muere? 

¿O por causa de ese embuste la supuesta libertad de elección de médicos y demás sanitarios se ve condicionada, tomando ingenuamente duras decisiones que ya les son inconscientemente impuestas desde aledaños políticos incapaces?
Pero ya habrá tiempo. Ahora hay que estar unidos (juntos pero no revueltos estamos).

¿Habrá tiempo cuando mueran centenares de ancianos y personas discriminadas por nuestro funcionamiento? ¿Para qué habrá tiempo, para devolverles la vida? ¿Habrá tiempo para poner cruces en lápidas sin nombre? ¿Será entonces el momento adecuado para interponer demandas inútiles porque el monstruo opresor tiene todos los mecanismos necesarios para defenderse y saldrá indemne de una auténtica sangría? ¿Habrá tiempo para el recuerdo? Porque el olvido ya está comenzando a brotar como si estuviéramos en primavera, que lo estamos. Pienso que mañana no será el tiempo adecuado, porque si algo nos falta es precisamente memoria.

Se lo voy a explicar como a un niño de tres añitos: la característica propia de nuestra civilización es que un grupo de individuos se une formando una “sociedad” que lo primero que hace es proteger la vida y promover la participación de todas las personas, incluyendo las más vulnerables, sea cual sea su condición física o mental, o su edad. Si esas funciones tan elementales de la sociedad se quiebran, las bases y los cimientos de nuestra cultura se van por el sumidero de las alcantarillas, lo que nadie desea.

Quizá ahora tengan ustedes mayor munición para disparar a cualquier pequeño histérico que diga lo que nadie quiere escuchar, pero este no es momento de eludir la responsabilidad antipática de tirar piedras donde no se debe. Callado y como un borrego judío estaría más bonito. Suele pasar, será carencia de balcón.Pero la verdad es que el Régimen cubano aprovecha crisis de COVID-19 para reprimir a prensa independiente.


Mientras el coronavirus hace estragos en América Latina, otro enemigo -no tan pequeño- también gana terreno: el autoritarismo. En pocas semanas hemos retrocedido años y los pasos atrás pueden acelerarse en los próximos días.

Junto a los necesarios llamados al confinamiento social, las restricciones a la movilidad y el cierre de fronteras, algunos gobiernos han ido más allá y han emprendido una razzia contra la prensa y la libertad de expresión. Entre una y otra col de medidas preventivas nos quieren colar la amarga lechuga de la censura y del recorte de potestades cívicas. Junto a la cuarentena y las mascarillas se extienden por doquier los castigos y las mordazas.

Hemos visto de todo. Desde líderes y gobernantes que azuzan los odios xenófobos y utilizan políticamente la pandemia, hasta otros que promueven movilizaciones masivas, a pesar del riesgo o minimizan las recomendaciones científicas. Mientras muchos políticos aseguran combatir los bulos peligrosos contra la salud, en realidad hunden las tijeras para intentar de paso arrasar con sus críticos, con quienes cuestionan su gestión y con los medios informativos que les resultan incómodos.

En tiempos de epidemia, en Cuba los reporteros independientes reciben más citaciones policiales que de costumbre y los internautas que reportan los errores oficiales son amenazados con castigos ejemplarizantes. Una lluvia de interrogatorios y multas ha caído sobre la prensa no controlada por el Partido Comunista y es de esperar que estas represalias aumenten en la medida en que también lo hagan los casos positivos por COVID-19.

Junto a los interrogatorios de la policía política, las confiscaciones de útiles de trabajo y las penalizaciones monetarias, la nueva ola represiva incluye campañas de satanización contra los medios privados que presentan a los informadores casi como otro tipo de coronavirus. Las autoridades parecen especialmente interesadas en cortar cualquier narración sobre la dura realidad de las largas colas, el desabastecimiento y la incertidumbre económica que se han recrudecido en los últimos días.

Los ataques oficiales están cargados, además, de amnesia. Cuando hace unas semanas las redes sociales se llenaron de exhortaciones para que se cancelaran las clases en las escuelas y se cerraran las fronteras al turismo, los voceros del Gobierno tildaron las propuestas ciudadanas de manipulaciones fabricadas desde el extranjero. Días después, la Plaza de la Revolución tomó un paquete de medidas muy similar a aquel que repudió.

La demora de esas semanas, en que las campañas turísticas oficiales seguían promoviendo a la Isla como "un destino seguro" y hasta insinuaron que las altas temperaturas del Caribe eran una protección adicional frente al contagio, fue ampliamente denunciada en los medios independientes. El costo en vidas de aquella tardanza nunca lo sabremos con certeza.

Ahora, la intolerancia ha escalado un paso más y una joven periodista fue citada la pasada semana por la policía, y le impusieron una abultada multa. Mónica Baró, ganadora del prestigioso Premio Gabo en la categoría de Texto 2019, recibió amenazas por las publicaciones que ha hecho en Facebook. Según los represores, su delito es haber difundido "información contraria al interés social, la moral, las buenas costumbres y la integridad de las personas", según el draconiano Decreto Ley 370 que regula la distribución de contenidos.

Parapetados tras el coronavirus medran otros patógenos peligrosos que, con cuello y corbata o charreteras militares, quieren dejar sin "defensas informativas" a la sociedad.
campaña mordazas - The Clinic - Reportajes, noticias, podcast ...
foto de The Clinic Ley Mordaza



Michael Kozak subsecretario de Estado de Estados Unidos para Asuntos del hemisferio occidental dejó ver que el régimen castrista está aprovechando este periodo para aumentar su represión contra la prensa independiente cubana.



jueves, 11 de junio de 2020

Cuba: La era de Fidel Castro, marcada por la represión

El errado embargo estadounidense sólo sirvió para justificar los abusos del régimen.
Durante las casi cinco décadas que gobernó Cuba, Fidel Castro impuso un sistema represivo que castigó prácticamente todas las formas de disenso, un legado que lamentable perdura incluso después de su muerte, señaló la Human Rights Watch.
Durante el régimen de Castro, miles de cubanos fueron encarcelados en prisiones en condiciones deplorables, otros miles fueron perseguidos e intimidados y a generaciones enteras se les negaron libertades políticas básicas. Cuba logró avances en salud y educación, pero muchos de estos logros se vieron contrarrestados por largos períodos de dificultades económicas y políticas represivas.

“A medida que los países de América Latina abandonaban gradualmente los regímenes autoritarios, la Cuba de Fidel Castro siguió siendo el único país de la región que continuó reprimiendo prácticamente todos los derechos civiles y políticos”, expresó José Miguel Vivanco, director para la Américas de Human Rights Watch. “El régimen represivo creado por Fidel Castro pudo mantenerse en pie durante décadas gracias a un control draconiano que incluía duros castigos impuestos por el gobierno a quienes se atrevían a disentir mínimamente”.
La represión se consagró en la legislación y fue aplicada por las fuerzas de seguridad, grupos de civiles alineados con el Estado y un poder judicial totalmente subordinado al ejecutivo. Estas prácticas abusivas instalaron en Cuba un clima de temor permanente que coartó el ejercicio de derechos fundamentales, presionó a los cubanos a demostrar su lealtad al gobierno y desalentó cualquier posibilidad de crítica.
Muchas de las tácticas abusivas desarrolladas mientras Castro estuvo en el poder —como vigilancia, golpizas, detenciones arbitrarias y actos públicos de repudio— aún hoy continúan siendo usadas por el gobierno cubano.
Castro llegó al poder en 1959, tras liderar una revolución que derrocó al gobierno corrupto y abusivo de Fulgencio Batista. Gobernó por decreto hasta 1976, año en que se reformó la estructura del gobierno mediante una nueva constitución, cuya redacción supervisó él mismo. Desde entonces, y hasta que traspasó el poder a su hermano Raúl en julio de 2006, Fidel Castro desempeñó los tres cargos con más poder en el gobierno de Cuba: presidente del Consejo de Estado, presidente del Consejo de Ministros y primer secretario del Partido Comunista de Cuba. Fidel Castro renunció oficialmente a su función de presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros en febrero de 2008, y dejó su rol como primer secretario el 19 de abril de 2011.
Durante el período de Castro, Cuba logró importantes avances en el ejercicio progresivo de algunos derechos económicos, sociales y culturales, como la educación y la atención de la salud. Por ejemplo, la UNESCO ha concluido que existe un nivel de alfabetización casi universal en la isla y, según previsiones de UNICEF, el país estaría encaminado para alcanzar la mayoría de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
El progreso en el plano de los derechos económicos, sociales y culturales nunca estuvo acompañado por avances similares en el reconocimiento de los derechos civiles y políticos. Durante las décadas en que Castro se mantuvo en el poder, la negación de libertades fundamentales fue implacable, e incluso se intensificó en ciertos períodos, como la ola represiva contra 75 defensores de derechos humanos, periodistas, sindicalistas y otros críticos del gobierno que tuvo lugar en 2003. Estas personas fueron acusadas de “mercenarias” del gobierno estadounidense y juzgadas en forma sumaria en procesos a puertas cerradas. Muchas permanecieron años en prisiones en condiciones inhumanas, fueron sometidas a largos períodos de aislamiento y golpizas, y se les negó asistencia médica básica incluso cuando padecían enfermedades graves. Más de 50 de estos presos políticos fueron liberados luego de que Fidel Castro traspasara el poder a su hermano, en la mayoría de los casos con la condición de que aceptaran exiliarse a España.
Mientras Fidel Castro estuvo en el poder, el gobierno cubano se negó a reconocer legitimidad a organizaciones cubanas de derechos humanos, partidos políticos alternativos, sindicatos independientes o una prensa libre. Tampoco permitió que veedores internacionales, como el Comité Internacional de la Cruz Roja, y organizaciones no gubernamentales internacionales, como Human Rights Watch, visitaran la isla para investigar la situación de los derechos humanos en el país.
Los distintos intentos del gobierno estadounidense para propiciar cambios en Cuba durante el régimen de Castro fracasaron una y otra vez. En la década de 1960, estos intentos incluyeron acciones militares encubiertas para deponer a Castro, como la invasión fallida en Bahía de Cochinos y varios intentos frustrados de asesinato. El Presidente Dwight Eisenhower impuso el embargo en 1960, y esta medida posteriormente fue ampliada por el Presidente John F. Kennedy y se formalizó con la adopción de la Ley por la Libertad y la Solidaridad Democrática en Cuba (Cuban Liberty and Democratic Solidarity Act), de 1996. Esta ley, también conocida como “Helms-Burton”, prohíbe al presidente de Estados Unidos levantar las restricciones comerciales mientras Cuba no haya legalizado la actividad política y expresado un compromiso de celebrar elecciones libres y justas. También prohíbe levantar el embargo mientras Fidel o Raúl Castro estén en el poder.
El embargo ha impuesto privaciones indiscriminadas a la totalidad del pueblo cubano, y no ha contribuido en absoluto a mejorar la situación de los derechos humanos en Cuba. En lugar de aislar a Cuba, esta política ha aislado a Estados Unidos. Castro supo usar hábilmente el embargo para cosechar simpatías en el exterior, y al mismo tiempo le sirvió como pretexto para reprimir intentos legítimos de promover reformas en Cuba desde adentro, afirmando que estas iniciativas respondían a intereses de Estados Unidos y eran financiadas por ese país.
En diciembre de 2014, el Presidente Barack Obama inició finalmente un proceso de cambio en la política estadounidense, al anunciar que Estados Unidos normalizaría las relaciones diplomáticas con Cuba y moderaría las restricciones a los viajes y al comercio con la isla, e instó al Congreso a considerar la posibilidad de levantar el embargo. A cambio de esto, el gobierno de Raúl Castro concedió la libertad condicional a 53 presos políticos que se encontraban privados de su libertad desde hace varios meses.
Aun así, las leyes orwellianas que permitieron su encarcelamiento —y el de miles de personas antes que ellos— siguen vigentes, y el gobierno cubano continúa reprimiendo a personas y grupos que critican al gobierno o reivindican derechos humanos fundamentales.
Los arrestos arbitrarios y las detenciones breves son habituales e impiden que defensores de derechos humanos, periodistas independientes y otras personas puedan reunirse o desplazarse libremente. A menudo se realizan detenciones preventivas de personas para evitar que participen en marchas pacíficas o en reuniones políticas.
Ambos gobiernos restablecieron las relaciones diplomáticas en julio de 2015. En marzo, el Presidente Barack Obama visitó Cuba y se reunió con el Presidente Raúl Castro y con representantes de la sociedad civil cubana. Obama dio un discurso que se trasmitió por televisión a todo el país y celebró una conferencia de prensa con Raúl Castro, e instó en esas ocasiones al gobierno cubano a acabar con las restricciones a las libertades políticas y reiteró su pedido al Congreso de Estados Unidos de que pusiera fin al embargo económico sobre la isla.
“Durante décadas, Fidel Castro fue el principal beneficiario de una política de aislamiento profundamente errada de Estados Unidos que le permitió victimizarse y, con ello, disuadir a otros gobiernos de repudiar sus prácticas represivas”, indicó Vivanco. “Si bien el embargo de Estados Unidos continúa vigente, la política de acercamiento diplomático iniciada por el gobierno del Presidente Obama ha modificado esta ecuación, al privar al gobierno cubano de su principal pretexto para reprimir el disenso en la isla”.