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sábado, 13 de junio de 2020

CUBA: Muertes evitables que no se evitan

Cuba: las mascarillas contra COVID-19 no son mordazas.

El autoritarismo aprovecha la emergencia sanitaria y el temor de los ciudadanos al coronavirus para recortar libertades, aplastar derechos e imponer el férreo control sobre la vida cotidiana.
La mordaza

Pues parece que nos están masacrando de nuevo ante la impasibilidad del común de los mortales. inmersos en el pánico imperante no ven, o no quieren creer lo que ocurre por ser demasiado inaceptable. Estos días comprobamos que los modos de proceder de la ciudadanía superan con creces la actitud de sus gobernantes.

Por el contrario, nuestras autoridades (que se han visto desbordadas por todos lados, todo hay que decirlo) se comportan y han comportado de modo irresponsable, nefasto y peligroso para gran parte de la población, discriminando a ciertos grupos por el mero hecho de pertenecer a colectivos hoy más que nunca de la casta de los «intocables», dejando ver el sádico edadismo y nocivo capacitismo de quienes rigen nuestro destino.

O eso dicen quienes lo cuchichean en volumen creciente. Porque vamos allá con historias presuntamente para no dormir: ¿alguien se imagina que a nuestros ancianos y discapacitados les estuvieran negando sistemáticamente tratamientos médicos básicos y fundamentales para su supervivencia a favor de tratar a otras personas? Eso sería impensable en 2020, 

¿no?

Sería impensable pero supuestamente sucede. A todo esto hay que recordar que la realidad supera con creces la ficción, ¿y no es cierto que una mentira repetida cien veces o mil se convierte automáticamente en una verdad, que hay vidas que tienen más valor que otras? 

¿No hay vidas que son fácilmente desechables como pañuelos de usar y tirar, de esos que nos recomiendan utilizar en la actualidad?

En razón de esa mentira repetida mil veces, ¿los doctores que tienen que velar por nuestra salud y nuestra seguridad son realmente libres a la hora de tomar determinadas decisiones sobre si A vive o B muere? 

¿O por causa de ese embuste la supuesta libertad de elección de médicos y demás sanitarios se ve condicionada, tomando ingenuamente duras decisiones que ya les son inconscientemente impuestas desde aledaños políticos incapaces?
Pero ya habrá tiempo. Ahora hay que estar unidos (juntos pero no revueltos estamos).

¿Habrá tiempo cuando mueran centenares de ancianos y personas discriminadas por nuestro funcionamiento? ¿Para qué habrá tiempo, para devolverles la vida? ¿Habrá tiempo para poner cruces en lápidas sin nombre? ¿Será entonces el momento adecuado para interponer demandas inútiles porque el monstruo opresor tiene todos los mecanismos necesarios para defenderse y saldrá indemne de una auténtica sangría? ¿Habrá tiempo para el recuerdo? Porque el olvido ya está comenzando a brotar como si estuviéramos en primavera, que lo estamos. Pienso que mañana no será el tiempo adecuado, porque si algo nos falta es precisamente memoria.

Se lo voy a explicar como a un niño de tres añitos: la característica propia de nuestra civilización es que un grupo de individuos se une formando una “sociedad” que lo primero que hace es proteger la vida y promover la participación de todas las personas, incluyendo las más vulnerables, sea cual sea su condición física o mental, o su edad. Si esas funciones tan elementales de la sociedad se quiebran, las bases y los cimientos de nuestra cultura se van por el sumidero de las alcantarillas, lo que nadie desea.

Quizá ahora tengan ustedes mayor munición para disparar a cualquier pequeño histérico que diga lo que nadie quiere escuchar, pero este no es momento de eludir la responsabilidad antipática de tirar piedras donde no se debe. Callado y como un borrego judío estaría más bonito. Suele pasar, será carencia de balcón.Pero la verdad es que el Régimen cubano aprovecha crisis de COVID-19 para reprimir a prensa independiente.


Mientras el coronavirus hace estragos en América Latina, otro enemigo -no tan pequeño- también gana terreno: el autoritarismo. En pocas semanas hemos retrocedido años y los pasos atrás pueden acelerarse en los próximos días.

Junto a los necesarios llamados al confinamiento social, las restricciones a la movilidad y el cierre de fronteras, algunos gobiernos han ido más allá y han emprendido una razzia contra la prensa y la libertad de expresión. Entre una y otra col de medidas preventivas nos quieren colar la amarga lechuga de la censura y del recorte de potestades cívicas. Junto a la cuarentena y las mascarillas se extienden por doquier los castigos y las mordazas.

Hemos visto de todo. Desde líderes y gobernantes que azuzan los odios xenófobos y utilizan políticamente la pandemia, hasta otros que promueven movilizaciones masivas, a pesar del riesgo o minimizan las recomendaciones científicas. Mientras muchos políticos aseguran combatir los bulos peligrosos contra la salud, en realidad hunden las tijeras para intentar de paso arrasar con sus críticos, con quienes cuestionan su gestión y con los medios informativos que les resultan incómodos.

En tiempos de epidemia, en Cuba los reporteros independientes reciben más citaciones policiales que de costumbre y los internautas que reportan los errores oficiales son amenazados con castigos ejemplarizantes. Una lluvia de interrogatorios y multas ha caído sobre la prensa no controlada por el Partido Comunista y es de esperar que estas represalias aumenten en la medida en que también lo hagan los casos positivos por COVID-19.

Junto a los interrogatorios de la policía política, las confiscaciones de útiles de trabajo y las penalizaciones monetarias, la nueva ola represiva incluye campañas de satanización contra los medios privados que presentan a los informadores casi como otro tipo de coronavirus. Las autoridades parecen especialmente interesadas en cortar cualquier narración sobre la dura realidad de las largas colas, el desabastecimiento y la incertidumbre económica que se han recrudecido en los últimos días.

Los ataques oficiales están cargados, además, de amnesia. Cuando hace unas semanas las redes sociales se llenaron de exhortaciones para que se cancelaran las clases en las escuelas y se cerraran las fronteras al turismo, los voceros del Gobierno tildaron las propuestas ciudadanas de manipulaciones fabricadas desde el extranjero. Días después, la Plaza de la Revolución tomó un paquete de medidas muy similar a aquel que repudió.

La demora de esas semanas, en que las campañas turísticas oficiales seguían promoviendo a la Isla como "un destino seguro" y hasta insinuaron que las altas temperaturas del Caribe eran una protección adicional frente al contagio, fue ampliamente denunciada en los medios independientes. El costo en vidas de aquella tardanza nunca lo sabremos con certeza.

Ahora, la intolerancia ha escalado un paso más y una joven periodista fue citada la pasada semana por la policía, y le impusieron una abultada multa. Mónica Baró, ganadora del prestigioso Premio Gabo en la categoría de Texto 2019, recibió amenazas por las publicaciones que ha hecho en Facebook. Según los represores, su delito es haber difundido "información contraria al interés social, la moral, las buenas costumbres y la integridad de las personas", según el draconiano Decreto Ley 370 que regula la distribución de contenidos.

Parapetados tras el coronavirus medran otros patógenos peligrosos que, con cuello y corbata o charreteras militares, quieren dejar sin "defensas informativas" a la sociedad.
campaña mordazas - The Clinic - Reportajes, noticias, podcast ...
foto de The Clinic Ley Mordaza



Michael Kozak subsecretario de Estado de Estados Unidos para Asuntos del hemisferio occidental dejó ver que el régimen castrista está aprovechando este periodo para aumentar su represión contra la prensa independiente cubana.



El covid 19 arrasa con todo, hasta con los derechos humanos

La crisis del COVID 19 y el consiguiente Estado de Alarma en algunos paises ha suscitado situaciones que creíamos imposibles hace sólo unas pocas semanas. Hasta el punto de cuestionar los derechos humanos de los más vulnerables, las personas mayores y las personas con diversidad funcional.
Persona con traje de protección sostiene en su brazo el globo terráqueo
Por un lado la situación en los hospitales se ha saturado de tal manera que están al borde del colapso en algunas Comunidades Autónomas y esto ha provocado que se traslade a los médicos la decisión de a quien tratar e ingresar primero en las UCIs, así como llegado el momento a quien se le suministra un respirador. Incluso cuando se debe trasladar a un paciente al hospital. Por los medios de comunicación nos hemos enterado que en estas situaciones se utilizan guías o manuales, donde se dan una serie de recomendaciones en este sentido y se prioriza a aquellos que tienen una expectativa de vida mayor o que no presentan deterioros de movilidad o cognitivos.
Por otra parte estamos también conociendo situaciones terribles en residencias de mayores y de personas con diversidad funcional. Falta de recursos materiales y humanos, sin hacer los test para saber si están contagiados o no, tanto residentes como los y las trabajadoras, sin preparación de cómo afrontar las situaciones que se han presentado. 
Sin relevo para el personal contagiado , sometido a una gran presión laboral y emocional. Con fallecimientos masivos de personas mayores en residencias de varios paises. Y además en soledad, ya que se prohibieron las visitas desde los primeros casos generando desinformación en los residentes y sus familias, que no saben que está sucediendo dentro ni en ocasiones como ésta su familiar. 
El estremecedor testimonio de una persona mayor desde una de las residencias más afectadas resume la situación: «Es la forma más sibilina de morir que he visto en mi vida. Convivimos con la muerte».
Esta situación es ética y moralmente inaceptable. Y atenta contra los derechos humanos, pues presupone una discriminación hacia determinadas personas. Todos los seres humanos tenemos la misma dignidad intrínseca y el mismo valor por el hecho de serlo. Debemos ser tratados igual tanto en hospitales como en residencias.
Conviene recordar además que son las personas mayores, aquellas nacidas en las primeras décadas del siglo XX que ahora tienen más de 70 años, las que con su trabajo, esfuerzo y sacrificio han construido lo que conocemos como Estado del Bienestar, que es lo que nos está permitiendo afrontar la situación. 
Son las que pusieron los pilares en la transición para que disfrutemos hoy en día de una democracia moderna y un Estado de Derecho. Estado de derecho que no debería permitir esa discriminación por vulnerabilidad, porque va contra su propia esencia.
La calidad de un Estado, de una sociedad se mide por la protección y el trato hacia las personas mayores y los más vulnerables. No es suficiente con repetir desde las instituciones que no se va a dejar a nadie atrás, porque la realidad demuestra que muchas personas vulnerables ya han quedado atrás en esta crisis que se está llevando por delante tantas cosas. Y de la que tendremos que sacar conclusiones para no repetir los errores cometidos.
Es necesario revertir la situación de manera urgente, hacer test masivos y suministrar el material de protección necesario a las residencias y a personas que trabajan directamente con aquellos que necesitan apoyos para realizar las actividades de la vida diaria. Aliviar la presión que hay en estas instituciones contratando personal y acercar a las personas mayores a sus familiares a través de las nuevas tecnologías, para mantener las informadas y en contacto.





by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

jueves, 11 de junio de 2020

El régimen castrista deja 7.365 asesinados, 20.000 presos políticos y 2.500.000 exiliados

El régimen castrista tiene un largo historial de ejecuciones, desapariciones, asesinatos extrajudiciales, opresión a la disidencia así como a los periodistas, que tratan de ejercer el derecho fundamental a la libertad de expresión.

El régimen castrista tiene un largo historial de ejecuciones, desapariciones, asesinatos extrajudiciales, opresión a la disidencia así como a los periodistas, que tratan de ejercer el derecho fundamental a la libertad de expresión.
Fidel Castro ... lo conoces?
La vida del comandante Fidel Castro se apagó ayer y fueron muchos los que en diversas partes del mundo celebraron su fallecimiento: enemigos, no le han faltado nunca. El líder de la Revolución ha muerto en su cama y en una Cuba comunista, a pesar de lo que se auguró y conspiró en su contra. Por mucho que se quiera almidonar su figura –por respeto a los familiares del nonagenario–, lo cierto es que Castro gobernó el país caribeño con excesiva mano dura y hay muchas sombras que examinar. En los 57 años que lleva en curso el régimen castrista, han fallecido y desaparecido unas 10.000 personas, la mayoría de ellas ejecutadas o asesinadas extrajudicialmente.

«Las cifras son sólo casos documentados, sabemos que en la realidad son muchos, muchos, más», explica a LA RAZÓN María Werlau, directora ejecutiva de Archivo Cuba, un proyecto que se dedica a registrar los crímenes del Gobierno cubano.

De acuerdo a Archivo Cuba, tanto Fidel como su hermano Raúl son responsables de la opresión del pueblo cubano y las sistemáticas violaciones de los derechos humanos desde el 1 de enero de 1959, pues aunque Fidel lleva apartado de la primera línea política desde 2006 y Raúl fue designado Secretario general del Partido Comunista, los graves abusos han continuado.

Asimismo, la organización cuenta como muertes atribuidas indirectamente al Estado cubano, a los fallecidos durante su huida de la isla en busca de libertad, pero no las ahogadas en el mar. La diáspora cubana cuenta con más de 2,5 millones de personas, la mitad de ellas, viven en la actualidad en el estado de Florida, en EE UU. Archivo Cuba no ha podido documentar todos los ahogamientos con precisión, pero calculan que serían unos 20.000

Según los documentos a los que tuvo acceso este periódico, 7.365 personas han muerto y sólo hay un responsable: el régimen de los Castro. Alrededor de 5.775 personas fueron directamente ejecutadas, la mayoría en pelotones de fusilamiento en los primeros años del triunfo de la Revolución, aunque a lo largo de estas últimas décadas también se han registrado asesinatos deliberados o extrajudiciales por parte de las autoridades cubanas.

Mención especial merecen los muertos dentro de la cárcel, ya sea por huelga de hambre (16) como víctimas de sospechosos homicidios dentro de las prisiones (159) o por la negación de asistencia médica (209).

Es increíble que en un país con una población de 11 millones de habitantes existan 200 cárceles, muchas de ellas de extrema o máxima seguridad. Tras los primeros años de la llegada al poder de Castro, había unos 20.000 presos políticos que expresaron su disconformidad con el comunismo. No sólo lo recordó el disidente Guillermo Fariñas a LA RAZÓN, también el propio Fidel Castro se jactó de ello en 1965.

Todo el mundo guarda en la memoria el año 2003, aquella primavera negra en la que 75 cubanos fueron encarcelados y condenados hasta a 28 años de prisión. Tras varias amnistías del Gobierno en busca de acuerdos internacionales, en la actualidad hay entre 50 y 100 presos políticos, dependiendo de la ONG. Las detenciones políticas no se han reducido, al contrario, según varios activistas consultados, desde el deshielo entre EE UU y Cuba, la represión se recrudeció. Así, en 2010 hubo 2.974 arrestos por motivos políticos, pero en 2015 aumentó a 8.616 y en lo que va de año ya son más de 7.800.

Por mucho que al comandante le gustara escribir artículos de opinión en el diario «Granma», la libertad de expresión tampoco es el fuerte de Cuba. Según Reporteros Sin Fronteras (RSF), la isla caribeña es el décimo peor país del mundo para la libertad de prensa (está en el puesto 171, es decir, es aún más pésimo que países como Irán o Arabia Saudí) y es el último país de América Latina. Desde RSF resaltan que «el Gobierno cubano mantiene un completo monopolio de la información y no tolera ninguna voz independiente». Por si esto fuera poco, las retenciones, las breves detenciones y la confiscación del material periodístico siguen siendo el día a día de los reporteros no oficialistas. Sin ir más lejos, en octubre 11 periodistas fueron detenidos por informar (ya no de la dictadura o la represión) sobre los efectos del huracán «Matthew». Aunque suelen soltarlos a las pocas horas o días, aún hay periodistas en las cárceles cubanas.
Juan Ramón Rallo on Twitter: "#OrgullosamenteLibres… "
PALABRAS DE FIDEL

Cuba: La era de Fidel Castro, marcada por la represión

El errado embargo estadounidense sólo sirvió para justificar los abusos del régimen.
Durante las casi cinco décadas que gobernó Cuba, Fidel Castro impuso un sistema represivo que castigó prácticamente todas las formas de disenso, un legado que lamentable perdura incluso después de su muerte, señaló la Human Rights Watch.
Durante el régimen de Castro, miles de cubanos fueron encarcelados en prisiones en condiciones deplorables, otros miles fueron perseguidos e intimidados y a generaciones enteras se les negaron libertades políticas básicas. Cuba logró avances en salud y educación, pero muchos de estos logros se vieron contrarrestados por largos períodos de dificultades económicas y políticas represivas.

“A medida que los países de América Latina abandonaban gradualmente los regímenes autoritarios, la Cuba de Fidel Castro siguió siendo el único país de la región que continuó reprimiendo prácticamente todos los derechos civiles y políticos”, expresó José Miguel Vivanco, director para la Américas de Human Rights Watch. “El régimen represivo creado por Fidel Castro pudo mantenerse en pie durante décadas gracias a un control draconiano que incluía duros castigos impuestos por el gobierno a quienes se atrevían a disentir mínimamente”.
La represión se consagró en la legislación y fue aplicada por las fuerzas de seguridad, grupos de civiles alineados con el Estado y un poder judicial totalmente subordinado al ejecutivo. Estas prácticas abusivas instalaron en Cuba un clima de temor permanente que coartó el ejercicio de derechos fundamentales, presionó a los cubanos a demostrar su lealtad al gobierno y desalentó cualquier posibilidad de crítica.
Muchas de las tácticas abusivas desarrolladas mientras Castro estuvo en el poder —como vigilancia, golpizas, detenciones arbitrarias y actos públicos de repudio— aún hoy continúan siendo usadas por el gobierno cubano.
Castro llegó al poder en 1959, tras liderar una revolución que derrocó al gobierno corrupto y abusivo de Fulgencio Batista. Gobernó por decreto hasta 1976, año en que se reformó la estructura del gobierno mediante una nueva constitución, cuya redacción supervisó él mismo. Desde entonces, y hasta que traspasó el poder a su hermano Raúl en julio de 2006, Fidel Castro desempeñó los tres cargos con más poder en el gobierno de Cuba: presidente del Consejo de Estado, presidente del Consejo de Ministros y primer secretario del Partido Comunista de Cuba. Fidel Castro renunció oficialmente a su función de presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros en febrero de 2008, y dejó su rol como primer secretario el 19 de abril de 2011.
Durante el período de Castro, Cuba logró importantes avances en el ejercicio progresivo de algunos derechos económicos, sociales y culturales, como la educación y la atención de la salud. Por ejemplo, la UNESCO ha concluido que existe un nivel de alfabetización casi universal en la isla y, según previsiones de UNICEF, el país estaría encaminado para alcanzar la mayoría de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
El progreso en el plano de los derechos económicos, sociales y culturales nunca estuvo acompañado por avances similares en el reconocimiento de los derechos civiles y políticos. Durante las décadas en que Castro se mantuvo en el poder, la negación de libertades fundamentales fue implacable, e incluso se intensificó en ciertos períodos, como la ola represiva contra 75 defensores de derechos humanos, periodistas, sindicalistas y otros críticos del gobierno que tuvo lugar en 2003. Estas personas fueron acusadas de “mercenarias” del gobierno estadounidense y juzgadas en forma sumaria en procesos a puertas cerradas. Muchas permanecieron años en prisiones en condiciones inhumanas, fueron sometidas a largos períodos de aislamiento y golpizas, y se les negó asistencia médica básica incluso cuando padecían enfermedades graves. Más de 50 de estos presos políticos fueron liberados luego de que Fidel Castro traspasara el poder a su hermano, en la mayoría de los casos con la condición de que aceptaran exiliarse a España.
Mientras Fidel Castro estuvo en el poder, el gobierno cubano se negó a reconocer legitimidad a organizaciones cubanas de derechos humanos, partidos políticos alternativos, sindicatos independientes o una prensa libre. Tampoco permitió que veedores internacionales, como el Comité Internacional de la Cruz Roja, y organizaciones no gubernamentales internacionales, como Human Rights Watch, visitaran la isla para investigar la situación de los derechos humanos en el país.
Los distintos intentos del gobierno estadounidense para propiciar cambios en Cuba durante el régimen de Castro fracasaron una y otra vez. En la década de 1960, estos intentos incluyeron acciones militares encubiertas para deponer a Castro, como la invasión fallida en Bahía de Cochinos y varios intentos frustrados de asesinato. El Presidente Dwight Eisenhower impuso el embargo en 1960, y esta medida posteriormente fue ampliada por el Presidente John F. Kennedy y se formalizó con la adopción de la Ley por la Libertad y la Solidaridad Democrática en Cuba (Cuban Liberty and Democratic Solidarity Act), de 1996. Esta ley, también conocida como “Helms-Burton”, prohíbe al presidente de Estados Unidos levantar las restricciones comerciales mientras Cuba no haya legalizado la actividad política y expresado un compromiso de celebrar elecciones libres y justas. También prohíbe levantar el embargo mientras Fidel o Raúl Castro estén en el poder.
El embargo ha impuesto privaciones indiscriminadas a la totalidad del pueblo cubano, y no ha contribuido en absoluto a mejorar la situación de los derechos humanos en Cuba. En lugar de aislar a Cuba, esta política ha aislado a Estados Unidos. Castro supo usar hábilmente el embargo para cosechar simpatías en el exterior, y al mismo tiempo le sirvió como pretexto para reprimir intentos legítimos de promover reformas en Cuba desde adentro, afirmando que estas iniciativas respondían a intereses de Estados Unidos y eran financiadas por ese país.
En diciembre de 2014, el Presidente Barack Obama inició finalmente un proceso de cambio en la política estadounidense, al anunciar que Estados Unidos normalizaría las relaciones diplomáticas con Cuba y moderaría las restricciones a los viajes y al comercio con la isla, e instó al Congreso a considerar la posibilidad de levantar el embargo. A cambio de esto, el gobierno de Raúl Castro concedió la libertad condicional a 53 presos políticos que se encontraban privados de su libertad desde hace varios meses.
Aun así, las leyes orwellianas que permitieron su encarcelamiento —y el de miles de personas antes que ellos— siguen vigentes, y el gobierno cubano continúa reprimiendo a personas y grupos que critican al gobierno o reivindican derechos humanos fundamentales.
Los arrestos arbitrarios y las detenciones breves son habituales e impiden que defensores de derechos humanos, periodistas independientes y otras personas puedan reunirse o desplazarse libremente. A menudo se realizan detenciones preventivas de personas para evitar que participen en marchas pacíficas o en reuniones políticas.
Ambos gobiernos restablecieron las relaciones diplomáticas en julio de 2015. En marzo, el Presidente Barack Obama visitó Cuba y se reunió con el Presidente Raúl Castro y con representantes de la sociedad civil cubana. Obama dio un discurso que se trasmitió por televisión a todo el país y celebró una conferencia de prensa con Raúl Castro, e instó en esas ocasiones al gobierno cubano a acabar con las restricciones a las libertades políticas y reiteró su pedido al Congreso de Estados Unidos de que pusiera fin al embargo económico sobre la isla.
“Durante décadas, Fidel Castro fue el principal beneficiario de una política de aislamiento profundamente errada de Estados Unidos que le permitió victimizarse y, con ello, disuadir a otros gobiernos de repudiar sus prácticas represivas”, indicó Vivanco. “Si bien el embargo de Estados Unidos continúa vigente, la política de acercamiento diplomático iniciada por el gobierno del Presidente Obama ha modificado esta ecuación, al privar al gobierno cubano de su principal pretexto para reprimir el disenso en la isla”.

Racismo, Xenofobia y COVID-19

El racismo, como la xenofobia y la etnofobia, tiene una característica común con el COVID-19. En cuanto “enfermedades contagiosas” acechan sin ser vistas, se propagan rápidamente, causan graves daños en las personas y, en general, en las sociedades. Reparar las consecuencias de este tipo de discriminaciones, no digamos ya curarlas (o prevenirlas), exige otra forma de actuar. Como recordaba Maquiavelo, si se quiere predecir el futuro, se debe tener en cuenta el pasado, porque los acontecimientos humanos siempre se parecen a los de los tiempos anteriores.
La lucha contra la discriminación por origen racial o étnico, y contra la xenofobia, no es una cuestión nueva. De hecho, el instrumento internacional de referencia, la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial se aprobó en 1965. Los estándares normativos afianzados en las últimas décadas han sido fundamentales para consolidar en el ámbito internacional y nacional un amplio marco jurídico en la lucha contra la discriminación. 
Sin embargo, estos esfuerzos no han permitido erradicar las múltiples formas de discriminación por origen racial o étnico, como ha evidenciado de manera reiterada en sus informes la ONU sobre las formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia.
Contra el virus de la discriminación seguimos sin aplicar la vacuna de la igualdad. Por eso, el racismo, la xenofobia y la etnofobia derivados de la pandemia por COVID-19, han encontrado una sociedad debilitada que ha permitido que estas formas de desigualdad crezcan y se fortalezcan.
En las investigaciones de varias organizaciones internacionales sobre las experiencias de discriminación de las minorías, constata que se han producido incidentes racistas o xenófobos, delitos de odio contra personas por su origen (percibido) como chino o asiático, y casos de discurso de odio contra otros grupos de extranjeros y personas romaníes. Este tipo de discriminación, como ocurre siempre en la práctica, se ha combinado también con otras por razón de género, edad, religión y discapacidad. Se pone así en evidencia la necesidad de una perspectiva interseccional en materia de discriminación, es decir, aquella que tiene en cuenta que cuando concurren diversos factores de discriminación, como los señalados, la confluencia simultánea de estos motivos hace que surja una nueva forma de opresión que tiene perfiles propios.
Como señala algunos de estos informes, en diferentes paises, se han producido incidentes de racismo, xenofobia e intolerancia dirigidos a ciertas comunidades por su nacionalidad, origen racial o étnico, vinculadas a la pandemia por COVID-19, que pueden resumirse en tres ámbitos:
  1. La dificultad en el acceso a determinados bienes y servicios. A pesar de que los datos son provisionales, se documenta una especial dificultad para el disfrute de los recursos sanitarios y para la correcta garantía del derecho a la educación (en este caso también por las cuestiones derivadas de la brecha tecnológica) en el ámbito público; y en el sector privado se refleja en los obstáculos para acceder a servicios como farmacias y supermercados. Así se ha evidenciado también en la campaña #NoSoyUnVirus, (#ImNotAVirus, #JeNeSuisPasUnVirus).
Los incidentes motivados por prejuicios impactan no solo en sus víctimas directas sino también en toda la comunidad. Como evidencia la Red Europea contra el Racismo, en tiempos de crisis, las minorías sufren una ansiedad, miedo y preocupaciones mayores sobre su seguridad y la posibilidad de acceder a los servicios de salud (ENAR). El resto de la población, preocupada por la escasez de recursos, especialmente en el ámbito sanitario, suele mostrarse reacia a medidas que hagan prevalecer el principio de igualdad.
  1. La preocupación por las declaraciones de representantes de partidos políticos y figuras públicas. En diferentes países se han producido manifestaciones de representantes públicos en las que se hace referencia al origen étnico, racial o nacional de las personas infectadas o fallecidas, contribuyendo al estigma y al rechazo hacia determinados grupos. En ese sentido, la ascendencia de las ideologías y estrategias populistas nacionalistas supone una amenaza significativa para la igualdad racial o étnica, ya que fomenta la discriminación y la intolerancia y la creación de instituciones y estructuras que dejarán legados perdurables de exclusión. Desde el actual populismo nacionalista, con algunos partidos y organizaciones, se promueven prácticas y políticas excluyentes o represivas que perjudican a determinados grupos. Además de apuntar a los extranjeros y las minorías como objetivos de sus ataques, como se ha comprobado con la pandemia, estas prácticas adoptan formas especialmente virulentas y difíciles de perseguir cuando se realizan desde la opacidad que ofrecen las redes (así lo recuerda la Asamblea General de Naciones Unidas).
  2. El papel de los medios de comunicación. Las noticias de los medios sensacionalistas sobre el origen y el desarrollo del COVID-19 pueden dar lugar a chivos expiatorios, agitando actitudes racistas y xenófobas. El tratamiento mediático racista, antigitano y xenófobo por parte de algunos medios de comunicación, con noticias sobre el origen de la propagación de la enfermedad o supuestos incumplimientos de la cuarentena que aluden al origen étnico, racial o nacional de las personas implicadas, sirven como pretexto para discriminar. Para prevenir este tipo de actitudes, la Ethical Journalism Network ha publicado una guía con consejos sobre cómo informar del COVID-19, para evitar el perfil racial, el sensacionalismo y el alarmismo.
Se debe enfatizar la necesidad de prestar una especial atención a los colectivos más vulnerables, los grandes olvidados en las medidas contra la pandemia, como las personas que residen en asentamientos chabolistas, las mujeres y los menores víctimas de violencia de género, los menores extutelados, las familias monoparentales (materna o paterna), o las personas en situación de pobreza extrema. Asimismo, no puede obviarse la barrera idiomática que conlleva discriminación y exclusión.
Otras dos medidas son fundamentales para afrontar las dificultades objetivas que encuentran determinadas minorías. Por un lado, la necesidad de garantizar la igualdad de trato por parte de las administraciones públicas a todas las personas independientemente de su origen racial o étnico, sin tomar en consideración su situación administrativa en el pais que esten. Por otro lado, es imprescindible favorecer la posibilidad de denunciar cualquier situación de discriminación tanto propia como ajena, para evitar que queden impunes..
La pandemia ha sido, y es, un escenario excelente para avivar la dualidad del discurso que ve en unos determinados colectivos la posibilidad de uso utilitarista, y, al mismo tiempo, los excluye, como “desechables” en la terminología de Zygmunt Bauman
 A ello habría que sumar, la indefinible situación de las personas en esas zonas de suspensión del Derecho que llamamos fronteras, que han visto como el COVID-19 se convierte en un motivo más para sumar detenciones y vulneraciones de sus libertades.
Desde estos parámetros hay que construir la vuelta a lo cotidiano. La nueva normalidad, que en su misma denominación entraña un oxímoron, no debe suponer mantener un modelo que normaliza la discriminación. Eso sería tanto como admitir que todo ha cambiado, para que nada cambie. O lo que es lo mismo, que formamos parte ya del infierno de los vivos, del que hablara Italo Calvino, ese que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. La pandemia por COVID-19, puede ser una buena oportunidad para darnos cuenta, desde la necesaria atención y aprendizaje continuos, de que la lucha por la igualdad, contra la discriminación, es una forma de escapar del averno.

viernes, 12 de abril de 2019

Dios y el «diseño original»

La cruzada evangélica contra el matrimonio igualitario en Cuba
La comunidad LGBTTTI marcha en La Paz - El Sudcaliforniano
La discusión de la nueva Constitución cubana alentó una fuerte movilización de las iglesias evangélicas. El blanco era el artículo 68, que habilitaba el matrimonio igualitario. Finalmente, el gobierno retiró el artículo antes de que la nueva Carta Magna fuera aprobada en febrero pasado en un referéndum popular. No obstante, tanto el desarrollo evangélico como el de los movimientos LGBTI son parte del nuevo paisaje cubano, en medio de las reformas y de la apertura limitada, hoy, por primera vez en medio siglo, sin un presidente de apellido Castro.

Todos los martes, todos los jueves, todos los sábados, de todas las semanas, alrededor de 700 feligreses esperan las 10 de la mañana con el estómago vacío. «Es un culto de ayuno», dice el diácono Omar Rivas en la puerta de la Iglesia Metodista Universitaria del Vedado, y explica que «para que el Espíritu Santo se apodere del cuerpo, no se pueden ingerir alimentos porque se generan desechos en el organismo». El templo está situado en la intersección de las calles 25 y k. Es grande, espacioso, está rodeado por unos jardines bien cuidados. En la fachada, en una ventana, luce una pancarta a colores de casi dos metros de alto.

La pancarta reza: «Estoy a favor del diseño original» y muestra las siluetas de cuatro muñequitos que simulan a un hombre y una mujer que llevan de la mano a dos niños. Debajo de las figuritas, otro mensaje: «La familia como Dios la creó». Luego, una imagen: un grupo de fieles celebra la unión matrimonial de una o varias parejas. Al final, una última frase: «Matrimonio = hombre + mujer». Dentro del templo, en uno de los alargados asientos de madera, una anciana tiembla mientras ora con los ojos cerrados. Su susurro se mezcla con el del resto de los devotos y provoca una especie de zumbido que se esparce por todo el recinto. Faltan aún algunos minutos para las 10 am, y mientras el pastor se alista para subir al estrado, algunos parroquianos aprovechan para predicar.

A través de varios bafles, colgados en las paredes blancas y azules del templo, se escucha: «Te pedimos por Cuba, por los pecados de esta tierra, misericordia por los gobernantes de esta nación». Es la prédica de una señora que se mueve por toda la parte delantera del salón con un micrófono en la mano. Los feligreses del fondo, los que casi no pueden ver hacia delante por la lejanía, levantan la vista y la posan en una de las tres enormes pantallas led que reproducen lo que acontece. Una muchacha comienza a tocar el piano. Es el turno de la prédica del pastor. Su nombre es Lester Fernández, tiene 39 años, usa gafas de pasta y estará hablándole a todo su rebaño por dos horas.

Durante la arenga, Fernández dirá frases como esta: «Una nación se revela en contra de la voluntad de Dios y si el juicio viene en contra de la voluntad de Dios, las catástrofes naturales serán cada vez peores. Entonces, necesitamos quien nos pastoree». U otra como esta: «Tus hijos no van a estar siempre bajo tu resguardo, no te aferres a ellos, la vida es un soplo, aférrate a Dios, necesitamos al pastor». En el culto hay un momento para la oración, para el rezo individual. Algunos se arrodillan en el suelo, otros casi se acuestan, o se viran de espaldas al estrado para apoyar el rostro y las manos en el asiento. Después bailan, cantan, con el «Aleluya». Casi al final del ayuno, el pastor Fernández dice que quiere compartir algo con los fieles. Todos hacen silencio y escuchan con atención. «Hace unos días, Dios, en una farmacia, le puso delante a Marielita Castro a una de nuestras hermanas». Los fieles gritan exacerbados después de la noticia. «¡Ay, Dios mío, por qué no me la pones a mí para que veas todas las cosas que le voy a decir!», exclama primero y agrega después: «pero nuestra hermana le habló desde la génesis hasta el final y terminó diciéndole, a pesar de todo, Dios te ama». La algarabía es infernal, la historia del encuentro de una parroquiana de la iglesia con la hija de Raúl Castro, ex-presidente y primer secretario del Partido Comunista de Cuba (pcc) –único legal en el país–, sabe a triunfo en el templo. En la puerta de la congregación se han tenido que quedar varios devotos, pues el salón está repleto, no hay más sitio. Hay una frase tallada en el concreto encima de los que se apiñan en la entrada para escuchar la prédica del pastor: «Yo soy el camino, la verdad y la vida».

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Fidel Castro enfermó gravemente en 2006. Un problema intestinal provocó que entregara sus poderes de manera interina a su hermano Raúl Castro, quien asumió formalmente la Presidencia de la isla dos años más tarde y en poco tiempo comenzó a reformar los sectores de la nación que a lo largo de 49 años su hermano –17 de primer ministro y 32 de presidente– había obstruido. Después de mucho tiempo y poco a poco, los cubanos obtuvieron, por fin, la posibilidad de comprar y vender sus casas y autos, pudieron acceder a los hoteles de su isla, comenzaron a conectarse a internet y supieron lo que era montarse en un avión y estar por unos días fuera de la versión caribeña del socialismo. Mariela Castro, con su padre en la silla presidencial, aprovechó la coyuntura para fortalecer el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), una institución que dirige desde 2000 y que es reconocida internacionalmente por su labor en la defensa de los derechos de las personas lgtbi en Cuba. Así, una comunidad que había estado excluida del discurso político y de la agenda pública del país, comenzó a abrirse espacio. Raúl Castro se mantuvo como presidente durante dos mandatos de cinco años. Y en abril de 2018 le entregó su cargo al ingeniero electrónico Miguel Díaz-Canel, el primer cubano que, desde 1959, sin el apellido Castro, guía los hilos de la nación. En su discurso de despedida frente a la unicameral Asamblea Nacional, Raúl Castro dedicó parte de sus palabras a la impronta que dejó: una Cuba diferente y cambiante, con una Constitución añeja –de 1976, modificada en 1992 y 2002– que nada tenía que ver con el país emergente que surge. El nuevo gobierno tendría que encargarse de reformarla y someterla a un referéndum popular. Fue entonces cuando un equipo de trabajo presidido por el propio ex-presidente elaboró el nuevo proyecto de Constitución. Los 605 diputados parlamentarios lo discutieron y luego, entre agosto y noviembre de 2018, fue sometido a consulta en las calles y en los centros laborales. Según datos ofrecidos por el gobierno, se celebraron 133.681 reuniones populares en las que participaron 8.945.521 de los 11,2 millones de habitantes de la isla. Las opiniones fueron compiladas por funcionarios del pcc y presentadas a la comisión que trabajó en la elaboración de la nueva Carta Magna para una última revisión y su posterior consulta popular mediante un referéndum.El artículo número 68 del borrador inicial, que definía el matrimonio como «la unión entre dos personas», fue el más polémico. Según cifras del gobierno, el apartado originó 192.408 opiniones, 24,57% del total de la consulta. Además, fue mencionado en 88.066 reuniones –66% de ellas–. Homero Acosta, secretario del Consejo de Estado, dijo en diciembre pasado que la mayoría de las opiniones proponían «sustituir la unión concertada entre dos personas y volver a un hombre y una mujer». La principal voz que se alzó en contra de abrirle la puerta al matrimonio igualitario en Cuba, desde que se publicó el proyecto de reforma constitucional, fue la de varios grupos evangélicos que desplegaron una inusual campaña en el espacio público, en una nación donde la libertad de expresión es una utopía.

El primer gesto fue una declaración oficial en la que se unieron la Iglesia Evangélica Pentecostal Asamblea de Dios, las Convenciones Bautistas Occidental y Oriental, la Liga Evangélica de Cuba y la Iglesia Metodista en Cuba. Allí puede leerse:

1. Que la familia es una institución divina creada por Dios y que el matrimonio es exclusivamente la unión de un hombre y una mujer, según enseña la Biblia, la palabra de Dios.
2. Que la ideología de género no tiene relación alguna con nuestra cultura, nuestras luchas de independencia, ni con los líderes históricos de la Revolución. De igual manera, tampoco guarda vínculo con los países comunistas, dígase la antigua Unión Soviética, China, Vietnam y menos aún Corea del Norte.
3. Que la gracia de Dios es para todos los seres humanos independientemente de su orientación sexual e ideología política o religiosa, para ser regenerados y transformados una vez que hayan procedido al arrepentimiento, por medio de la fe en Jesús Cristo.

La campaña no solo contempló la promoción de la declaración. Los representantes de estas iglesias abandonaron sus templos y salieron a la calle a transmitir un mensaje: «Estoy a favor del Diseño Original. Matrimonio = hombre + mujer». En todo el país comenzaron a pegar carteles y pegatinas con la misiva: en las puertas de las casas, en los postes de electricidad, en las paradas de ómnibus, en los parabrisas de los autos… Organizaron además jornadas en las que, paralelamente, en las provincias de Guantánamo, Holguín, Pinar del Río y La Habana, repartieron biblias en las principales avenidas mientras predicaban sobre la posición de Dios con respecto a la composición de la familia, que se contraponía a la intención del Estado cubano de hacer legal el matrimonio entre homosexuales. Las manifestaciones más notorias fueron las que se realizaron en La Habana, una en los predios de la Iglesia Metodista de Marianao, donde se agolparon más de 3.500 fieles en un culto bautizado «Clamor por la familia», la otra en el Malecón, organizada por la misma congregación de Marianao y la Iglesia Metodista en Cuba. Ambas iglesias decidieron terminar la ceremonia con una fiesta de confirmación de votos matrimoniales frente al mar. Así, más de 200 parejas posaron, vestidos de cuello y corbata los hombres y con ropas nupciales las mujeres, para reafirmar el compromiso de «amarse hasta que la muerte los separe» y que «varón y hembra» es el matrimonio y la base de la familia «como Dios nos creó».

Con la llegada a Cuba del servicio 3g para teléfonos celulares, las redes sociales se convirtieron en otro bastión de los evangélicos para promover sus campañas. Con la tecnología en función del credo, han podido divulgar cada uno de sus cultos y ceremonias haciéndolos visibles más allá de los límites de sus templos, más allá de sus feligreses. Hace un par de meses, un video clip de hip hop evangélico se hizo viral y levantó un polvorín de polémicas en las redes por su letra agresiva y por estar cargado de mensajes de violencia y odio a través de alegorías simbólicas. «Diseño original» es el nombre, y su director es un tal cj Martínez, a todas luces un seudónimo. Las imágenes son en blanco y negro y está filmado en un primer plano fijo. En cámara solo aparece un novel rapero que desliza su flow. A medida que avanza el clip, fieles evangélicos –niños, adolescentes, hombres, mujeres, ancianos– van apareciendo en la propia silueta del intérprete y tararean la letra mientras se escucha la voz del rapero. «Ayer fue prohibido / hoy es aceptado / mañana por algún motivo va a ser obligado», dice uno de los estribillos referidos al matrimonio gay. En el minuto 3:05 tiene lugar la siguiente escena: un adolescente sale en cámara, hace como si rapeara, estruja su rostro, pone cara de malo, mueve su cabeza al ritmo frenético de la canción y simula degollarse con la mano derecha. En ese instante la canción dice: «No quiero esta depravación en mi país / Arranquemos el mal / Sí / Pero de raíz / Quiero que mi hijo crezca en un lugar feliz». Al parecer, el movimiento contra el matrimonio homosexual liderado por una fracción de las iglesias evangélicas cubanas asustó al gobierno, pues la campaña promovida fue a su vez una campaña por el «No» a la reforma constitucional.

Según la Oficina Nacional de Estadísticas (onei), de los 11,2 millones de habitantes de Cuba, 10% pertenece a las iglesias evangélicas. Varios de sus representantes, al ver la posición del Estado en favor de la ampliación de los derechos de los homosexuales, decidieron reunir entre 21 denominaciones más de 500.000 rúbricas para oponerse a la reforma constitucional. El Estado, que nunca antes había sentido una confrontación tan directa, acostumbrado a imponer su voluntad política e ideológica a cualquier costo, temió que la situación se le escapara de las manos, pues no solo los evangélicos eventualmente podrían decir «no» a la nueva Carta Magna, sino que, según la onei, alrededor de la mitad de la población cubana sigue doctrinas regentadas por preceptos bíblicos –católicos, evangélicos, testigos de Jehová, entre otros grupos religiosos– y, por tanto, asumen de manera tradicional la composición de la familia. Todos ellos también eran potenciales votantes del «No».

Aquí no hay vencedores y vencidos. Lo que estaba antes es la voluntad que tenemos, pero este no era el momento para establecerla porque no hubo consenso. Pero mantenemos la intención de lograrlo en el futuro. El Código de Familia se someterá a votación porque es la forma más democrática de definirlo,

declaró el secretario del Consejo de Estado Homero Acosta en diciembre pasado ante la Asamblea Nacional, y dejó así en claro el paso atrás del gobierno. De esta manera, la comisión que elaboró el proyecto de reforma constitucional modificó el polémico artículo 68 convirtiéndolo en un nuevo apartado, el 82, en el que se define el matrimonio como «una institución social y jurídica que se funda en el libre consentimiento y en la igualdad de derechos, obligaciones y capacidad legal de los cónyuges». No obstante, el artículo comprende una polémica disposición transitoria, la cual indica que una vez entrada en vigor la nueva Constitución que fue aprobada el 24 de febrero con 86,85% de los votos, se realizará una consulta para la aprobación del Código de Familia. Y es ahí donde debe quedar declarada «la forma de constituir el matrimonio», para luego lanzar otro referéndum que pondría los derechos de los gays en manos de la mayoría.

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«Es un momento muy decisivo el que se está viviendo en el país, el artículo 82 divide a la iglesia», afirma el reverendo Raúl Suárez, con voz suave, casi imperceptible, en un salón del Centro Memorial Martin Luther King, una organización macroecuménica de inspiración cristiana de la que es director y fundador. Suárez tiene 83 años y, aunque ya es un pastor jubilado, aún es el rostro del protestantismo en la isla. Fue presidente del Consejo Ecuménico de Cuba y pertenece a la Iglesia Bautista Ebenezer. Es pequeño y liviano, mira fijo a los ojos, habla despacio, bien bajito, con puntos y comas, con una cadencia exacta. «El protestantismo llegó aquí en la década de los ochenta del siglo xix. La primera en existir fue una iglesia evangélica episcopal sin apellido y a partir de ahí comenzaron a unirse otras iglesias», cuenta a modo de repaso histórico. En Estados Unidos, en esa época, un grupo de cubanos conoció el Evangelio, se bautizó y regresó para fundar las primeras iglesias protestantes cubanas. En 1898, con la intervención militar estadounidense en la isla y su posterior ocupación, juntas misioneras del sur y el norte de eeuu organizaron nuevas iglesias en el país. Poco a poco, los norteamericanos recién llegados fueron asumiendo el liderazgo del protestantismo en la nación, al discriminar a los cubanos por su corta experiencia. Así, desde los inicios del siglo xx y hasta 1959, los principales representantes de las iglesias protestantes en Cuba fueron estadounidenses. «Con el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 se inició un proceso de nacionalización de ese protestantismo. Los dos primeros años fueron de mucha felicidad, todo el mundo se enamoró de la Revolución. Hubo mucho bautismo y crecieron considerablemente las iglesias», cuenta Suárez. Pero, a partir de 1962, Fidel Castro emprendió su romance con la Unión Soviética e importó el modelo soviético con respecto a la religión. En un abrir y cerrar de ojos, en las escuelas y universidades se comenzó a enseñar marxismo y el Estado se convirtió al ateísmo.

Hubo una presión ideológica muy fuerte. La gente se hacía marxista de la noche al día porque creían que era lo mismo que el ateísmo. Creció un sector ateo materialista dentro de la Revolución que entendió que los homosexuales, los delincuentes y los religiosos no estaban aptos para servir a la patria. Así se instauraron las umap [Unidades Militares de Apoyo a la Producción] con esos tres grupos. Una medida que, según me dijo Fidel, surgió de un grupo de generales dentro del Ejército

rememora el pastor. Suárez tenía 35 años cuando tocaron a la puerta de su casa. De algún modo, algo en él, en su interior, le decía que ese día estaba por llegar. El rumor de que en la provincia de Camagüey estaban encerrando a las personas que el gobierno consideraba «desafectas» ya había llegado a sus oídos. Después de abrir la puerta, le entregaron una citación, con un día, hora y lugar. «Lleva un cepillo y pasta dental, poca ropa, nada más», le dijeron. Tras varias horas de viaje, un ómnibus lo depositó en una de las umap, los campos de trabajo forzado que el gobierno cubano instauró entre 1965 y 1968. Allí estuvo diez meses. Primero trabajó en la agricultura, después en la cocina y terminó como planificador de una brigada de corte de caña. Su estancia no fue de las más prolongadas, corrió con suerte: cuando todo indicaba que llegaría al año en aquel lugar, llegó una orden desde las Fuerzas Armadas Revolucionarias (far) con la indicación de que los mayores de 27 años podían regresar a casa. A pesar de cargar en su espalda, y para siempre, con el peso de la discriminación, Suárez perdonó a Cuba, pero, sobre todo, perdonó a Fidel Castro. «En 1984, el reverendo Jesse Jackson visitó Cuba. Organizamos un culto donde fue el predicador. Asistieron 35 denominaciones religiosas. Fidel también acudió a esa celebración y a partir de que entró en ese templo, sin gorra, cambió el panorama de la religión en el país». Un año más tarde, por primera vez después del triunfo revolucionario, Fidel Castro sostuvo un encuentro con 14 líderes protestantes, y entre ellos se encontraba el reverendo Suárez. La reunión duró alrededor de tres horas y media. Tenía la intención de limar las asperezas de antaño. «Somos compañeros, hermanos, cubanos, tenemos que llevarnos bien todos, trabajen para que la iglesia entienda la obra de la Revolución, que yo hablaré con la Revolución para que los entienda a ustedes», les encomendó Castro. Luego hicieron un brindis. Hoy, Cuba tiene reconocidas 57 denominaciones religiosas evangélicas; de ellas, 32 pertenecen al Consejo de Iglesias Ecuménicas. El resto decidió no pertenecer a la institucionalidad.

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«El matrimonio igualitario es una cuestión del Estado, que reconoce que es un derecho que tienen los homosexuales de unirse entre ellos y formar una pareja estable. De las iglesias bautistas, como la mía, ninguna se ha reunido para firmar un acuerdo en contra», aclara Raúl Suárez haciendo alusión a la declaración pública que hicieron algunas de las iglesias evangélicas asentadas en la isla. El reverendo es partidario de «respetar la libertad que tiene cada persona de decidir qué hacer con su vida, siempre que contribuya al bien colectivo». Pero opina que «el pueblo no ha sido instruido todavía para esto, por eso hubo tanto debate, el tema del matrimonio homosexual está verde en Cuba».

Suárez recuerda que en 1993 acudió una noche al cine. Quería ver un largometraje que había sido recién estrenado y del que todos hablaban: Fresa y chocolate. Cuando la película llegó a su fin, se descubrió con lágrimas en los ojos, abandonó la sala con un pañuelo en la mano. El film de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío le oprimió el pecho. «Educó al pueblo, más que de tolerancia trataba de amor al prójimo, fue una película que hizo propaganda positiva», dice Suárez sobre la impronta que ha dejado la película en la sociedad cubana, el relato de la amistad entre dos jóvenes: un estudiante universitario comunista adoctrinado por sus prejuicios y un discriminado artista homosexual.Cuando Suárez estaba activo como pastor de su iglesia, una pareja de jóvenes gays comenzó a acudir a sus cultos. El reverendo les abrió las puertas y el resto de los fieles los acogieron como hermanos de fe. Tiempo después, ocurrió un encontronazo. Un día el pastor salía del templo y se topó con la pareja que se besaba, que se abrazaba, enroscados los dos delante de la iglesia. Los llamó a contar, los regañó. Les dijo que estaban poniendo en riesgo su pastorado y que lo podían sacar de la iglesia por culpa de ellos, por su conducta impropia. «Ustedes tienen bastante tiempo para estar solos, tienen que darse a respetar», les indicó. La pareja aceptó la crítica y hoy, cuenta, siguen acudiendo a misa y están bautizados.

La Iglesia Bautista Ebenezer se distingue por ser inclusiva. Uno de sus tres pastores es gay y varios de sus 150 feligreses también lo son.

A veces me preocupa que la gente crea que esta es la iglesia de los homosexuales –dice Sánchez–. Ellos vienen aquí no porque lo sean, sino porque son cubanos, personas que han tomado una decisión de fe también como el resto. La Biblia no es un código de ética nada más, con ella se educa, se forma a la gente, se aprende a respetar.

Antes de asumir la jubilación, otras de las acciones que realizó el reverendo en favor de los homosexuales fue invitar a su iglesia a un ginecólogo y a un psicólogo para que ofrecieran conferencias a sus fieles. «Quería que la gente entendiera que la homosexualidad no es una enfermedad ni un vicio».

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«Se confunde el mensaje del cristiano con el odio. El odio tiene que ver más con un sentimiento que con una expresión», dice, sin inquietarse, Sandy Cansino, presidente de la Unidad Pastoral en La Habana. A los 45 años, Cansino se ha vuelto un personaje rechazado por los activistas de la comunidad lgbt en Cuba. No hay día que pase que no se pelee en las redes sociales con varios de ellos. Su perfil en Facebook es un campo de batalla, un ring de boxeo. Es, de algún modo, la insignia del evangelismo virtual, su seña y escudo. Es mulato, corpulento, usa espejuelos y todo el tiempo expone su criterio, dice lo que cree sin temor al debate. Sentado en uno de los bancos de madera del templo de la Liga Evangélica de Cuba expone: «A la comunidad homosexual le digo que Cuba es un paraíso para ellos. Les han abierto las posibilidades para que estén presentes en la cultura, en el arte, en la televisión, tienen participación social. No encuentro la discriminación por ningún lado». Este es el eje de una teoría que ha elaborado con el paso de los años. Cansino cree que «desgraciadamente, Cuba es un país pobre y los aliados se le están cerrando, por eso está buscando dinero por todas partes y la onu tiene mucho para emplearlo en los derechos de los homosexuales».

Según el pastor, personas que están en el más alto nivel del gobierno lo mantienen informado. Sus fuentes le han dicho que «Cuba se está preparando para ser un lugar donde puedan venir a operarse los gays, para volverse un paraíso, un sitio donde la ciencia esté en función de la diversidad». Una situación que le provoca irritación, que lo enfada hasta más no poder. Cansino piensa que los cubanos están dejando de ser cubanos porque están importando la cultura y las costumbres europeas. De algún modo, asocia la homosexualidad con una conducta europea; la expresión de libertad sexual con una imposición social. «Esto se ha vuelto una isla de turismo sexual. Homosexuales mayores están viniendo a tener relaciones con jovencitos. Es un panorama terrible. Si se legalizan estas medidas para los gays, se instaura también la prostitución en Cuba. Por eso es que están creando estos servicios de salud», opina Cansino. Entre las cosas que le han informado sus fuentes, según el pastor, se encuentra la construcción, por primera vez en la nación, de un hotel destinado a la comunidad lgbt. Y está en lo cierto, pues a mediados de este año la compañía Muthu Hotels & Resorts, en colaboración con Gaviota –un grupo empresarial de las Fuerzas Armadas– tiene previsto abrir un hotel cinco estrellas plus en Playa Playuela, Cayo Guillermo. «La Revolución nació porque íbamos a ser el burdel de las Antillas. Ahora estamos retrocediendo a ese nivel. Toda la evolución que se ha alcanzado, tras miles de años de humanidad, hoy ya no sirve. La ideología de género no ha sido efectiva en el poco tiempo que lleva de existencia», dice Cansino.

Con respecto a la aprobación de la reforma constitucional y la entrada en vigor del artículo 82, el pastor evangélico cree que «es ambiguo» y «puede repercutir en el futuro de una nación». Como la mayoría de los cristianos que se oponen a la homosexualidad, asume que Mariela Castro es la gran culpable «de lo que está ocurriendo en el país con respecto a los gays». «Lo que ha sucedido es porque ella es la hija de Raúl Castro. ¿Por qué no se ha manifestado contra el sistema político cubano que es heteronormativo y nos satanizan a nosotros?». El líder evangélico dice estar cansado de «los ataques infundados» de Mariela Castro, de la comunidad lgbt y de la Seguridad del Estado. Dice que todos siempre argumentan lo mismo, sin razón, sin convencimiento: que la iglesia es contrarrevolucionaria, que recibe dinero del exterior para sus campañas, que la Central de Inteligencia Americana (cia) está detrás de ellos moviendo los hilos. Las últimas cinco veces que Cansino ha salido del país han sido un embrollo. Lo han sacado de la fila de migración, le han quitado el pasaporte, lo han llevado a interrogatorio. «No tengo ningún misterio, me tienen montada una guerra psicológica. El Señor es el que me da fuerzas para salir adelante», afirma. Según explica, la comunidad evangélica internacional tiene la vocación de servir en todo el mundo. Es por ello que recibe dinero para sus proyectos comunitarios y que solamente lo pone en función de ese fin. Algunos de esos proyectos son ayudar económicamente a los payasos terapeutas de los hospitales infantiles o a los damnificados de los desastres naturales. Uno de los mayores reclamos de los cristianos en Cuba es que el gobierno los autorice a realizar una manifestación pública, como la comunidad lgbt, que celebra todos los años una jornada dedicada a la lucha contra la homofobia y la transfobia. «Nada de lo que hemos hecho se ha hecho con autorización del gobierno. Si ellos tienen una marcha, que nos den una también a nosotros. ¿Cuál es el miedo? Si ningún cristiano ha ido a tirarles piedras, a tirarles una bolsa con estiércol. Ellos sí son capaces de hacer cualquier cosa».

En la contienda virtual que sostiene Cansino cotidianamente con activistas lgbt, ha salido a relucir un rumor punzante. El pastor ha hecho caso omiso, se ha pasado con ficha para evitar una polémica encendida que lo haga perder los estribos. Pero es un dato que sus rivales manejan como un as en su contra. Dice que el hecho de que utilicen el discurso de que su hija es lesbiana es una bajeza. «No tengo problema alguno con el camino que puedan coger cualquiera de mis dos hijos. Son adultos y escogen lo que quieran, no controlo sus vidas íntimas. Los eduqué con principios para el beneficio social. Que me digan eso es una bajeza digna de las personas que lo dicen».

Cansino alega que es «el colmo de la desfachatez» que los activistas quieran quebrarlo utilizando esa arma filosa, y que, por esa misma razón, a pesar de estar abierto al diálogo, ha tenido que bloquear a algunos en las redes sociales. «Cuando me escriben por privado, me ofenden, me dicen malas palabras, me amenazan, pero lo tengo todo guardado por si un día me pasa algo. Si tú eres hombre, hombre, no armas ese chisme; entonces, es que estás a punto de ser homosexual».n n n

Cuatro o cinco meses fue lo que duró. No más. Ese tiempo le bastó para hartarse. «Mucha hipocresía, mucha mentira, vergüenza me daban mis hermanos, me cansé», dice de carretilla Roberto Ramos, sin tomar apenas aire. Ramos es un artista visual de 43 años. Está sentado encima de una patineta de skateboard en el estudio de tatuajes La Marca, en La Habana vieja. Tiene el pelo largo y lo lleva recogido como un samurái, es delgado como un palillo de dientes. El paso del tiempo no ha cambiado su estilo de vida.

Hace 25 años, Cuba padeció los peores días de su historia. El campo socialista se había desplomado y la isla dejó de amamantarse con las importaciones que llegaban en cantidades industriales desde Europa del Este. El pib se contrajo en 36%. «No había nada que hacer, no había actividades en la calle, no había conciertos, no había nada, mucha hambre y mucho aburrimiento era lo que había». Entonces, un día, su hermano menor, que de vez en cuando iba con unos amigos a pescar a Tarará, un balneario al este de la ciudad, lo invitó a que lo acompañara a su casa de estudio religioso. Llegó al culto, entró, conversó y no le desagradó la idea. Empezó a acudir. Poco tiempo después se bautizó en la iglesia de Marianao.

«Los pastores se sienten con un poder sobre uno, tienen mucho ego y se les olvida para qué uno va a la iglesia». Se queja de que «se supone que para aceptar al Señor o a Jesús Cristo como salvador, hay que cambiar el modelo de vida, pero ellos no se conforman con la transformación espiritual del ser». En su iglesia, a Roberto Ramos le empezaron a cuestionar su manera de vestir y el largo de su pelo. Los pastores, además, sostenían que la homosexualidad es un pecado y que en la iglesia abundaban los gays «convertidos», las personas que después de aceptar a Jesús dejan, por obligación y conciencia, de tener relaciones con otras personas de su mismo sexo, porque «Dios los aborrece». El artista comenzó a observar por todas partes actitudes machistas que dejaban a las mujeres en un segundo plano, y que había cultos destinados a enjuiciar sus comportamientos. «Discriminaban a la gente, la transformación también tenía que ser física y yo seguí con mi pinta grunge. Decían que es un plan divino, pero parece que el plan divino era que yo mintiera y dijera que Dios me había cambiado. Me fui apartando y me cansé». Ramos cree que la relación que deben tener los creyentes con la religión es personal y que no debe estar mediada por los pastores. A él, que fue evangélico, no lo toma por sorpresa la posición de algunos de los cristianos hoy en Cuba. «De la iglesia no se puede esperar una inclusión de derechos y eso me reafirma mi decisión de haber salido, fue una de las cosas más sabias que hice en mi vida».

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«No estoy en contra de que cada cual tenga derecho a tener su propia fe y adorar a su propio dios, pero de lo que sí estoy en contra es de la propagación del odio y del proselitismo desvergonzado de la Iglesia, en sus maquinaciones y manipulaciones», dice Idania del Río, diseñadora y una de las dueñas de la tienda de diseño Clandestina. A los 37 años, Idania está enfadada. La campaña desplegada por una parte de la iglesia evangélica cubana la llevó a ingeniarse una pequeña serie de ilustraciones que cuelga en Facebook y que está destinada a desacralizar la visión cristiana sobre las relaciones entre personas del mismo sexo.

Entre ellas están una cruz que rompe la estrella de la bandera de Cuba; Dios, que siendo alumno en un instituto de diseño, es rechazado por su profesor porque solo se le ocurren ideas entre personas heterosexuales; Dios que quiere escuchar música y los dos plug de su dispositivo son machos. Cuando los evangélicos inundaron las calles con sus carteles, Idania y un grupo de activistas respondieron. Tomaron los propios carteles que los religiosos difundían y los transformaron. Sustituyeron la expresión «diseño original» por «diseño cubano», a la silueta de hombre y mujer entrelazados le agregaron cuatro composiciones más: mujer-mujer, hombre-hombre, mujer-hombre-mujer, hombre-mujer-hombre. Y añadieron una frase: «Una familia muy original». Imprimieron miles de ellos y los distribuyeron en la propia tienda y en la red de activistas de la comunidad lgbt. «Estoy sorprendida del poder que ha alcanzado la iglesia evangélica en Cuba. Ha crecido aprovechándose de las carencias económicas de los barrios pobres, los lugares donde el Estado ya no llega. Van ahí y le dan comida a la gente, le dan dinero y los hacen suyos», dice Idania.

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«La libertad tiene muchos riesgos», reflexiona Marta María Ramírez. Su expresión viene precedida de una anécdota: «Varios amigos gays se despertaron en la mañana y tenían a personas en el frente de sus casas, les pegaban carteles en las fachadas de sus hogares». Eran evangélicos. Cuando se inició la potente campaña pública de un sector del evangelismo para manifestarse en contra del matrimonio igualitario, muchos activistas de la comunidad lgbt pidieron la intervención estatal. Marta María, 42 años, activista y periodista, no lo tenía claro. A pesar de ser una de las voces que más han peleado en el país en los últimos años por los derechos de los homosexuales, la situación le creó un conflicto.

«Son discursos ultrafundamentalistas cargados de expresiones de odio. Por un lado, sé que son discursos muy riesgosos y sé adónde pueden llegar, pero, por otro lado, no se puede pedir la intervención estatal para quitarles sus libertades. No me cabe en la cabeza darles libertades a unos para quitárselas a otros. Ese es otro riesgo», señala la activista.

Isbel Díaz, fundador de Abra, centro social y biblioteca libertaria, también es activista lgbt y opina sobre el asunto: «Ha sido el resultado de un pequeño intento de jugar a ser democrático, el gobierno se ha encontrado con algunas fuerzas de la sociedad civil que han expresado abiertamente su postura convirtiéndose en un peligro para el poder».

«Es más importante mi libertad como ciudadano que el matrimonio. No sabemos hasta dónde llega la libertad de expresión, hasta dónde llega la libertad de mis derechos. Hay que mirar hacia las tradiciones de luchas en Latinoamérica y cuestionar a la democracia en sí», argumenta en favor de la manifestación pública. Una de las últimas actividades que organizó la comunidad lgbt antes del referéndum constitucional, para pronunciarse a favor del matrimonio igualitario, fue Cubacolor, una movilización promovida por activistas que se citaron en el parque John Lennon del barrio del Vedado.

La idea fue vestirse con los colores de la bandera del orgullo gay, enrollarse en ella, pintarse el cuerpo, decir «aquí estamos» ante la sociedad. Lidia Romero, activista de 49 años, lo explica así: «No queremos agredir a la Iglesia, queremos que nos respeten. Quisimos hacer presencia, porque el cuerpo es político. Una manera de expresarnos desde lo pacífico».

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«Las iglesias están difamando y no podemos permitirlo. Están diciendo cosas como que el sistema de educación va a empezar a enseñar a los niños a masturbarse, a ser homosexuales. Hay que hacer algo», dice preocupado Jancel Moreno, de 20 años. Estaba cursando el segundo año de la carrera de Medicina en la provincia de Villa Clara cuando lo empezaron a perturbar los mensajes y las manifestaciones de los evangélicos en La Habana. «Hay que salir de las redes sociales», se dijo. Pensó un par de ideas y las compartió en Facebook con la comunidad lgbt. Una de ellas era organizar una «besada» ante la Iglesia Metodista Universitaria del Vedado. El joven viajó a la capital. Sin bajarse del ómnibus que lo transportaba, sonó su teléfono móvil. Era la rectora de su universidad.

—Tengo que verte esta noche a las 8 pm en mi oficina —escuchó.—Profesora, no voy a poder, estoy en La Habana.

Después de un impasse, la rectora le ordenó que fuera de inmediato a la sede del Ministerio de Salud Pública, que lo iban a estar esperando. Cuando el joven llegó, lo recibió una médica en compañía de dos agentes de la Seguridad del Estado. Le comunicaron que habían revisado su perfil en las redes sociales y que habían detectado una convocatoria para una manifestación pública, que eso era ilegal en el país y que amén de estar fuera del marco de las leyes, el acto se podía prestar para que se sumara a la contrarrevolución; le advirtieron, además, que la iglesia podría reaccionar violentamente. La convocatoria se desinfló. Solo unos pocos activistas pudieron llegar hasta los predios de la iglesia de 25 y k para besarse y tomarse fotos delante de las pancartas en contra del matrimonio igualitario.

Ahora Jancel Moreno tiene otra idea: maquillarse, llenarse el rostro de golpes, de moretones, enrollarse en la bandera del orgullo gay, preparar un cartel que diga «No más odio», darle la mano a un amigo, subir por la calle 23 del Vedado con una flor blanca y depositarla en la puerta de la iglesia.