sábado, 23 de febrero de 2019

Cuba: crónica de una Constitución anunciada

Cuba tiene una nueva Constitución. Más allá de los cambios y de las continuidades, la pregunta es qué cambiará en la vida ciudadana. ¿Cómo y por qué se aprobó el nuevo texto constitucional que regirá los destinos de los habitantes de la isla?

Tal y como siempre ocurren las cosas en la política posrevolucionaria cubana –sin sobresaltos y con finales predecibles– el referéndum del pasado 24 de febrero refrendó una nueva Constitución para la República. Solo que lo hizo, fiel al signo de los tiempos, de una manera particular.

A lo largo de su historia republicana, iniciada en 1902, Cuba había conocido tres Constituciones. Aunque se redactaron en circunstancias históricas muy diferentes, todas cerraban ciclos revolucionarios (un recurso político usual en la historia cubana) y estuvieron precedidas por lo que Roberto Gargarella y Christian Courtis, en su libro El nuevo constitucionalismo latinoamericano, denominaron «momentos constitucionales» muy densos en que las elites acordaban nuevas condiciones y las poblaciones esperaban beneficios.

La última de estas Constituciones (1976) cerró el ciclo revolucionario de 1956-1965. Su contenido era muy similar a la Constitución de la Unión Soviética estalinista de 1936. No fue el resultado de un debate democrático de la naturaleza que acompañó a las precedentes. Pero habría que reconocer que se produjo en un contexto marcado por grandes expectativas en el marco del llamado «proceso de institucionalización» y de la inserción económica en el bloque soviético. Obrando en función de las circunstancias, la eite posrevolucionaria sometió el texto constitucional a una consulta nacional controlada y a un referéndum que le otorgó al proceso cuotas significativas de legitimidad. Desde la década de 1990 –desparecidos los pivotes económicos e ideológicos de la postrevolución subsidiada por el bloque soviético– esa Constitución fue sometida a varias reformas o anuncios de ellas, lo que evidenció su deterioro como Ley de leyes. En 1992 se produjo una reforma sustancial (algunos hablan de una nueva Constitución) y una década después se le agregó una tremebunda clausula pétrea que decretaba la inamovilidad del sistema político, posiblemente el último legado de Fidel Castro en el poder.

La nueva Constitución –que deberá ser promulgada en un plazo de pocos meses– no tuvo el glamour de las precedentes. No fue anunciada como el inicio de una nueva época sino simplemente como una puesta al día legal respecto a los cambios ocurridos y reconocidos como legítimos por la elite. Y, en consecuencia, ha sido un «momento constitucional» cansado, sin las expectativas de los anteriores. Y esto es, sin dudas, algo curioso. Porque se trata de la primera Constitución cubana que no se deriva de una disrupción revolucionaria.


La sociedad y el momento constitucional

El momento constitucional se inició a mediados de 2018, cuando una comisión designada por el Partido Comunista presentó una propuesta a la Asamblea Nacional que, tras algunas enmiendas, la sometió a consulta popular. La consulta se realizó mediante asambleas barriales controladas y sus resultados fueron compactados por comisiones estatales, de forma tal que sus resultados nunca explican exactamente qué sucedió. Según el periódico oficial Granma, se produjeron 133.681 asambleas y se hicieron 783.174 propuestas que incidieron en 760 cambios sobre 134 artículos. La mayor parte de estos cambios fueron muy formales: la modificación de una palabra o de una frase. Los cambios solo resultaron sustantivos en la eliminación de algunas cláusulas progresistas –como un controvertido artículo 68 que abría espacio para un reconocimiento del matrimonio igualitario– o en la incorporación, tras un intento de quitarlos, de atavismos como el que consigna como meta constitucional el arribo al comunismo. La discusión barrial del texto, por consiguiente, sirvió para ultimar detalles, derribar puntos fuertes de disenso que pudieran afectar el voto plebiscitario y socializar los contenidos.

Concluido este proceso, se abrió una etapa de dos meses en la que los cubanos pudieron leer la versión final del texto y alimentarse con una campaña en torno a la votación. Teniendo en cuenta que se trataba de un referéndum con dos opciones, hubiera sido razonable que cada una de ellas hubiese sido publicada y debatida. Pero no fue así: hubo una sola campaña permitida: la del «Sí» a la nueva Constitución. Todas las opiniones negativas fueron prohibidas y sus sustentadores fueron reprimidos. El momento constitucional, por consiguiente, fue escorado y unilateral. En términos democráticos, fue un «antimomento».

Lo curioso es que, a pesar de la represión y de la coacción, hubo grupos que lograron manifestarse públicamente –aunque fuera en los márgenes de los espacios virtuales– en contra de la aprobación de la Constitución. Ello habla de campos políticos emergentes que están remodelando la esfera pública cubana por fuera del sistema.

Un primer campo ha estado conformado por las iglesias. La jerarquía católica –regularmente condescendiente con el poder político– dio un paso de ruptura sobre la base de que «el cristiano no puede ser obligado a someterse a una concepción de la realidad que no corresponda a su conciencia humana iluminada por la fe». Esto se expresó en discrepancias con varios puntos del texto constitucional, en particular con el monopolio del poder por el Partido Comunista, con el matrimonio igualitario (al final no incorporado) y con la exclusión de la comunidad emigrada de derechos ciudadanos. Las iglesias evangélicas –una novedad en el escuálido espacio público cubano– no solo se manifestaron verbalmente con igual fin, sino que sacudieron algunos barrios donde organizaron actos públicos. Aunque no se manifestaron explícitamente por el «No», lo hicieron implícitamente y proclamaron el rechazo al matrimonio igualitario como un principio innegociable.

El campo reformista consentido, que se expresa públicamente a través de varias páginas webs como Cuba Posible, El Toque, la Joven Cuba y algunas otras producidas en la emigración, tampoco adoptaron posiciones explícitas. En algunos casos –como el de la influyente Cuba Posible– no dudaron en elogiar lo que denominaron «numerosas virtudes del nuevo texto» y hasta sugirieron un voto positivo. Sin embargo, hay que reconocer que desde esos espacios se produjeron interesantes análisis, en algunos casos de muy altos quilates intelectuales y políticos que indujeron a la reflexión crítica sobre el documento constitucional.

Finalmente, la oposición –agrupada en pequeñas organizaciones ilegales y reprimidas– se pronunció en contra del referéndum, pero de dos maneras diferentes. El sector más moderado –compuesto, entre otros, por la Mesa de la Unidad Democrática y la Unión Patriótica Cubana– abogó por el voto negativo, mientras que los grupos más radicales –agrupados en el Foro por los Derechos y Libertades– promovieron la abstención.

El resultado plebiscitario

En un escenario tan desigual no sorprende que la nueva Constitución haya sido aprobada de manera contundente. De un padrón de más de 9 millones de personas, no votaron 1,4 millones. Y de los que votaron (el 86%), 4% votó en blanco o nulo. Además, el 9% (706.400 personas) votó «No». Al final, la Constitución fue aprobada por 73% de los votantes potenciales y por el 87% de los efectivos.

Una primera reacción ha sido magnificar la cantidad de personas que no siguieron la indicación del Partido Comunista de votar «Sí» y creer que el 27% un tercio de los cubanos quisieron repudiar la Constitución o al sistema que representa. Pero ello no pasa de ser una lamentable confusión del deseo con la realidad. Una inmensa mayoría de los cubanos no está dispuesta a desafiar al Partido Comunista, ni siquiera en la soledad de una cabina electoral. Y nada indica que quienes no votaron o lo hicieron negativamente lo hayan hecho repudiando al sistema. Había muchas razones –por ejemplo, la homofobia– para votar en contra, y siempre hay muchas para abstenerse. De hecho, el porcentaje de abstención no es diferente al que se ha reportado históricamente en los últimos años en elecciones locales y generales.

La otra ha sido magnificar la aprobación, con los mismos resultados engañosos. Aquí se abulta el dato de la aprobación afirmando que 86% voto «Sí». Pero las más de 700.000 personas que rechazaron explícitamente el texto indica un nivel de desafección nunca antes conocido en la abúlica política cubana. Se trata de algo más que de esa «inmensa minoría» moral a la que había aspirado tradicionalmente la oposición y con la que el sistema puede jugar a la invisibilidad. Pero es más difícil hacerlo con más de medio millón de personas. Los tiempos políticos cambian y las diferencias pueden mostrarse con un simple contraste. En el referéndum para aprobar la Constitución de 1976 votó 98% de los electores y 97,7% lo hizo favorablemente.

Si la elite política cubana tiene buenos asesores, alguno debe estar susurrándole al General Raúl Castro que el escenario está cambiando y que deberá seguir cambiando con los constreñimientos económicos debido a la pérdida del subsidio venezolano y las dificultares crecientes de los cubanos para emigrar a Estados Unidos y acogerse a un régimen favorable de incorporación.




¿Una Constitución para los nietos?


No se pueden desconocer los aspectos positivos de esta Constitución. Hay más espacio para la actividad económica privada, un mejor enunciado de derechos, la aceptación de la doble nacionalidad, un régimen político más desconcentrado y avances descentralizadores en beneficio de los gobiernos locales. Pero se trata de una Carta Magna cocinada en el fogón del pacto de militares y burócratas partidarios en 2009 y amenazada por las nuevas presencias conservadoras en la sociedad cubana. Es una Constitución rezagada respecto, por ejemplo, al constitucionalismo latinoamericano más afín ideológicamente. Nace, en consecuencia, en plena contradicción con la maduración de una sociedad cubana más compleja y plural.

Por un lado, el texto no resuelve –ni siquiera lo intenta seriamente– el asunto de la democracia. Ciertamente este no es un tema explícito, sea porque la cultura política cubana es muy autoritaria o porque ello tiene un costo muy alto. Pero la cuestión está implícita. La sociedad asume nuevos actores y recupera identidades sepultadas por el monismo político, que se expresan en ocasiones de manera anómica y generan una situación que complica las pautas básicas de la propia gobernabilidad. El régimen político sigue siendo regido por un vértice incontrolado, con elecciones indirectas, la oposición reprimida y una sociedad civil maniatada.

Por otro lado, tampoco resuelve un tema clave: la transnacionalidad de la sociedad cubana. Un alto porcentaje de los cubanos cubana vive fuera de Cuba. Buena parte de ellos practica la movilidad circular como la descripta por Alain Tarrius para las sociedades transfronterizas. Ella constituye un segmento muy dinámico, tanto cultural como económicamente, lo que le ofrece a la sociedad cubana nuevas expectativas y oportunidades. Pero la nueva Constitución sigue dejando a Cuba en la retaguardia latinoamericana, al no reconocer los derechos ciudadanos a los emigrados.

El presidente Miguel Díaz-Canel, en un desborde de euforia atemporal, aseguró que se había aprobado una Constitución para los nietos de los actuales votantes. No creo que sea un vaticinio razonable. En realidad, los cubanos aprobaron una Constitución de corto plazo, mediocre, angustiante para una isla que se está despoblando en términos absolutos. Se requiere algo más audaz. Y no parece que podamos esperar a los nietos.

sábado, 5 de enero de 2019

Instituciones y Organizaciones con programas de apoyo a migrantes en Chile....

INCAMI estableció 7 casas de acogida a lo largo del país, especialmente en el Norte donde ingresan parte de los migrantes a Chile: Arica, Iquique, Antofagasta, Copiapó, Valparaíso, Santiago, Concepción.

Estes casas proponen varios servicios para brindar acogida, confianza, orientación, fraternidad y consuelo a los migrantes.

Entre otras funciones que presta el INCAMI a lo largo de Chile y sus oficinas en las diferentes delegaciones, se busca acompañar la realidad de los derechos humanos de los migrantes, refugiados y desplazados promoviendo la no-discriminación; se busca incidir, en coordinación con la sociedad civil, para la consecución de una política migratoria justa y humana en el país; busca sensibilizar a la sociedad, creando opinión a favor de la dignidad de los migrantes, refugiados y desplazados y dando a conocer sus derechos y deberes; anima y promueve frente a los gobiernos, la ratificación de las Convenciones Internacionales que protegen a los migrantes y refugiados y sus familias, así como el cumplimiento de las vigentes. Asimismo, se preocupa por establecer redes de comunión, conexión y solidaridad entre los lugares de origen, transito y destino de migrantes y refugiados en el país; optimizar la presencia de la Iglesia, fortaleciendo la red solidaria de información y apoyo a los migrantes y refugiados y sus organizaciones.

Santiago

Fundación Scalabrini
CIAMI – Centro Integrado de Atención al MigranteMalaquías Concha 0307 – Ñuñoa02 – 6659001 • 02 – 6659113Sitio web del CIAMI

Iquique

Casa de Acogida Mons. ScalabriniJosé Joaquín Pérez 2146Población Nueva Victoria

Antofagasta

Casa de Acogida Sagrada Familia
Peñuelas 1081, Población Lautaro

Copiapó

Casa de Acogida
Nuestra Señora De Guadalupe
Av. Los Loros 847, Pedro León Gallo

Valparaíso

Casa de Acogida al Migrante
Calle La Fontaine 366, Cerro El Litre

Concepción

Casa de Atención al Migrante (solo para Mujeres)
Salas 193
+56 41 2220073


Libertad de prensa en Chile: un derecho estrecho

Los asesinatos, amenazas, desapariciones, agresiones directas contra periodistas, así como su encarcelamiento, demandan todos los esfuerzos prioritarios de las organizaciones internacionales y nacionales de defensa de derechos humanos, en general, y de libertad de prensa en particular. Pero lo menos “evidente” es igualmente grave, particularmente en países como el nuestro en que los consensos y la falta de debate hacen parecer como si no tuviéramos problemas.
El informe regional 2009 del Comité de Protección para Periodistas no dice una palabra sobre Chile. Eso no quiere decir que en nuestro país no haya restricciones ni violaciones a la libertad de prensa. De hecho, el reporte anual de la Relatoría para la Libertad de Expresión de la OEA identifica algunos hechos graves, como los que afectan a comunicadores mapuche. Creemos, más bien, que lo que nos falta –tanto a nivel local como internacional- es más y mejor información. Comenzando porque ni siquiera sabemos cuántos periodistas hay en Chile ni menos cuántos de ellos ejercen en medios de comunicación.
En lo macro, la precariedad laboral de los periodistas es uno de las problemáticas concretas que afectan a la libertad de prensa en Chile y concuerdan con lo que la Relatoría para la Libertad de Expresión ha calificado de violaciones indirectas. Es decir, aquellos mecanismos revestidos de legalidad pero que tienen como consecuencia restricciones efectivas al libre debate y confrontación de ideas, de opiniones e informaciones.
El “suavizar las noticias” o la autocensura son también prácticas habituales en el sistema medial chileno. Un estudio realizado en la Universidad de Chile identifica que “el 84% de los periodistas y editores encuestados reconocen que han tenido que suavizar una noticia por recomendación de un superior”. Como ejemplos de dinámica podemos incluir lo que ocurrió en el 2007 con la censura y aplazamiento del programa “Epopeya” en TVN o en el 2009 cuando el programa “Contacto” del Canal 13 dejó guardado en el cajón un reportaje que fiscalizaba la labor del Parlamento.
De hecho, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sobre violación al artículo 13 del Pacto de San José de Costa Rica, que se refiere a la libertad de expresión, ha sancionado a Chile en tres oportunidades. Una vez a principios de los ’90, por la censura a la película “La última Tentación de Cristo”; el segundo, en el caso de Marcel Claude contra el Estado chileno y que es el primer fallo de un tribunal internacional en materia de acceso a información (2006), y el tercero, en el caso del ex oficial de la Armada, Humberto Palamara, que había sido condenado durante los ’90 por desacato y su libro censurado.
Imposible dejar de mencionar las herramientas legales vigentes que aún permiten restricciones a la libertad de expresión en Chile. El libro negro de la Justicia Chilena, de Alejandra Matus (1999) o Cecilia, la vida en llamas, de Cristóbal Peña, fueron retirados de circulación por una norma que permite a los tribunales retener los elementos de pruebas de delitos, en este caso, publicaciones. El problema es que los jueces han interpretado ampliamente esta disposición y han sacado de circulación todos los ejemplares y no solo uno que se adjunte al proceso. Impunidad Diplomática, el libro de Francisco Martorell, director de esta revista, a la fecha no ha podido distribuirse en Chile debido a un fallo judicial de principios de los ’90 que consideró más relevante la protección de la honra que la libertad de expresión.
Otras situaciones lamentables encontramos en los llamados delitos de opinión e información siguen siendo penados con cárcel y multas. En este sentido es paradigmático el caso de la periodista Pascale Bonnefoy que en enfrentó en nuestro país un juicio oral por injurias y calumnias debido a un reportaje publicado hace ya un tiempo. En su trabajo citaba a numerosos ex presos políticos que habían reconocido, identificado con nombre y apellido, a un militar que diversos testigos asocian al asesinato del cantante Víctor Jara. Si bien Bonnefoy fue absuelta, es una herramienta destinada a sancionar información publicada en varios medios y de evidente interés público.
A nivel de legislación, también es una estrechez la ausencia de una ley sobre publicidad oficial que transparente, regule y profesionalice la inversión publicitaria del Estado con criterios que incluyan a los medios en todos los soportes y en todo el país. Otra gran limitación es la Ley General de Telecomunicaciones que consagró un mecanismo de concesión de radiodifusión sonora que renovó de manera casi automática las concesiones vigentes. La reforma a las radios comunitarias adolece de varias deficiencias para un acceso equitativo al espectro radioeléctrico y, si bien el país ya ha anunciado la adopción de la norma japonesa para la introducción de la televisión digital terrestre, el debate más duro sobre la estructura de concesiones televisivas está por venir. En ese contexto, el proyecto de reforma a la ley de Televisión Nacional de Chile no va al fondo, por ejemplo, en cuanto al financiamiento. Es más: ni siquiera se ha planteado la discusión respecto de la necesidad de otros medios públicos, como radiales.
Pero son los comunicadores en el marco del llamado conflicto chileno-mapuche, uno de los grupos más vulnerados en sus derechos, pero por añadidura toda nuestra sociedad, al tener sólo versiones parciales de los temas y procesos de éste. Durante 2008, varios documentalistas extranjeros que se encontraban en la región de La Araucanía fueron detenidos y expulsados del país. Ese mismo año fue detenida y acusada de ser la autora intelectual de delitos comunes la documentalista Elena Varela, quien fue absuelta a principios de 2010. Varela se encontraba rodando un documental sobre el conflicto mapuche (“Newen Mapu Che”). La policía incautó su material original, que incluía entrevistas con dirigentes que se encuentran en la clandestinidad. La reserva de fuente desde entonces, está más en riesgo que nunca y así lo han entendido quienes trabajan con temas conflictivos como éste.
En mayo se conmemora anualmente en el mundo el Día de la Libertad de Prensa. La invitación no es a celebrar, sino a revisar dónde –todavía- nos aprieta el zapato para realmente avanzar hacia una sociedad informada en que sus ciudadanos y ciudadanas puedan tomar decisiones con libertad.
Claudia Lagos es coordinadora del programa de Libertad de Expresión del Instituto de Comunicación e Imagen, Universidad de Chile. En tanto, Victoria Uranga es directora de la Cátedra Unesco “Medios de Comunicación y Ciudadanía”, en la Escuela de Periodismo de la Universdad Diego Portales.

viernes, 12 de octubre de 2018

59 ANIVERSARIO DEL FUSILAMIENTO DE CINCO LUCHADORES POR LA DEMOCRACIA EN CUBA

Este 12 de octubre se cumplen 59 años de la ejecución ante el paredón de fusilamiento de cinco luchadores por la democracia en Cuba, entre ellos Porfirio Ramírez Ruiz, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria de Las Villas.
La lucha contra el castrismo tiene una cosecha de mártires aterradora. Muchos cayeron en combate, otros miles fueron ejecutados ante el paredón sin haber sido sometidos a un proceso judicial que garantizara sus derechos, murieron en las prisiones o simplemente se cuentan como desaparecidos.
Sin embargo hubo un juicio, que aunque en cierta medida era similar a procesos anteriores, marcó la pauta de cómo el régimen procesaría en el futuro a sus enemigos.
Fotografías de los fusilados en la Causa Causa 829 de 1960.
Fotografías de los fusilados en la Causa Causa 829 de 1960.
Fue un enjuiciamiento masivo por la gran cantidad de encausados, también porque el gobierno difundió ampliamente el juicio, como parte de una extensa e intensa campaña de terror que se inició desde los primeros días que los Castro accedieron al poder.
La causa 829 de 1960, involucró a más de cien personas, en su mayoría campesinos. Algunas de los indiciados habían sido figuras notables en el proceso insurreccional.
Las autoridades le dieron al juicio una proyección nacional, fue transmitido por radio, y el público que presenció el proceso, era en su mayoría miembros del ejército rebelde y antiguos compañeros de lucha de algunos de los procesados.
La sede del espurio proceso fue el Teatro del regimiento Leoncio Vidal de Santa Clara.
Héctor Caraballo, recuerda que la mayoría de los familiares de los presos se aglomeraron en las proximidades del inmueble y que cercanos a ellos, estaban los partidarios del régimen que gritaban desaforadamente paredón.
Señala Caraballo que las madres y esposas de los procesados, en su mayoría campesinos de apariencia muy humildes, le pedían a los oficiales que custodiaban la entrada del teatro que les permitieran pasar para ver a sus deudos, derecho que le fue otorgado a muy pocas personas.
En varios lugares de la isla hubo protestas, pero las más fuertes fueron en Santa Clara, el estudiante Luis Salvador Albertini cuenta que cientos de sus compañeros se concentraron en la iglesia del Buen Viaje con el fin de marchar por las calles de la ciudad para reclamar que la vida de los enjuiciados fuera respetada, pero que como la convocatoria había sido pública, el gobierno organizó a sus partidarios que armados de cabillas de hierro y bates de pelota, golpearon brutalmente a los que se manifestaban.
Los acusados no contaron con una defensa apropiada. La mayoría de los familiares de los incriminados no fueron informados de la fecha del juicio, como tampoco de las sentencias, porque aquella noche no se dictó veredicto alguno, aunque cinco hombres fueron fusilados.
El sacerdote Olegario Cifuentes los acompañó en el autobús en el que fueron trasladados hasta el paredón de la finca La Campana, fertilizada, antes y después, con la sangre de muchos cubanos.
El padre Olegario habló con ellos, les pidió que se confesaran y se ofreció para llevar un mensaje a sus familiares.
Una carta, minutos antes de caer ante la descarga, le fue entregada por el comandante del ejército rebelde Plinio Prieto, quien antes de morir dijo, “Tengo fe en Dios y en los Hombres”.
Porfirio Ramírez, Presidente de la Federación de Estudiantes Universitario de la Universidad Central de Las Villas, FEU, también capitán del ejército rebelde, fue uno de los fusilados.
Su asesinato pasó desapercibido para las organizaciones estudiantiles extranjeras y para la propia FEU cubana, ya que en ese momento estaba integrada a la maquinaria opresora del castrismo. Los ejecutores ya contaban con cómplices, en Cuba, y fuera de la isla.
Otros ejecutados fueron el capitán Sinesio Wahs Ríos, campesino que se había alzado en armas contra el régimen anterior y que había confiado en la Revolución, junto a él cayeron José A. Palomino Colón y Ángel Rodríguez del Sol, hombres de la zona que sólo conocían del trabajo, pero que sabían defender sus derechos.
El crimen encerraba un mensaje. Un dirigente estudiantil que había estado alzado en esa zona durante el régimen anterior, un líder sindical que había sido comandante del ejército rebelde y que era muy querido en la región, y tres hombres naturales de la comarca que disfrutaban del respeto y la simpatía de los habitantes del territorio.
Tanto el juicio como la ejecución tenían implícito una amenaza para los campesinos que habían demostrado con su respaldo a los alzados que no estaban de acuerdo con lo que estaba ocurriendo en el país.
Un mensaje que no cumplió su objetivo, porque El Escambray se convirtió en un reducto firme y heroico de la resistencia contra el comunismo.
Cientos de hombres en esas montañas y en otros lugares de la isla lucharon por años sin armas, ni recursos, enfrentando a miles de efectivos militares de la dictadura que contaban con todos los medios, incluyendo helicópteros, que desde el aire masacraban a campesinos que simplemente querían ser dueños de sus tierras y de sus vidas.
by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

martes, 9 de octubre de 2018

OMG LIBERTAD PARA LOS PRESOS POLÍTICOS ABAJO EL GOBIERNO CASTR-CANEL

Jóvenes Cubanos le tiran al régimen de Castro-Canel libertad para todos los presos políticos presos injustamente por el asesino Raúl Castro dígale no al decreto 349 y ayúdame a compartir este video...


TESTIMONIO DE UN OPOSITOR CUBANO OTRA VICTIMA De TORTURA POR MANOS DE LA DICTADURA CASTRO-DÍAZ CANEL ASI SALIO ESTE CIUDADANO CUBANO DE LA CÁRCEL. #abajoRaulCastro asesino ****



Para que lo vea el mundo*****

               La dictadura Sangrienta de los Hermanos Castros Ruz , toda la vida le han vendido números al mundo que ellos son potencia médica , pero puede ver el video y después sacar tus propias conclusiones, en los hospitales Cubanos entras con un dolor de cabeza y de ahí agarras un virus y te cortan una pierna de la mala higiene qué hay o por algún médico de estos nuevo que enseñan para luego ser rentados a otros países como mano de obra barata esclavo modernos , le llaman los médicos veterinarios que parecen que los pacientes son animales o el otro apodo los carniceros Cubanos miren cómo asesinaron a esa joven llena de salud y ganas de vivir y la mataron y no pasa nada.