jueves, 25 de abril de 2019

“Acceso denegado”: El portazo de Chile a peticiones de refugio

El Departamento de Extranjería y Migración está rechazando peticiones de asilo con un subterfugio: un funcionario realiza una breve entrevista informal y decide sobre el “mérito” del caso, antes de que éste sea debidamente formalizado y evaluado, contraviniendo la ley y tratados internacionales ratificados por el Estado chileno, según denuncian la Clínica Jurídica de la Universidad Diego Portales y el INDH. Una venezolana, una cubana y un sirio que llegaron al país que presume ser el “asilo contra la opresión” cuentan a The Clinic de qué venían huyendo y el portazo que recibieron en Extranjería. 



Cuando Paulina* (23) emigró de Venezuela nunca se imaginó que le costaría tanto encontrar refugio. Mucho menos en Chile, donde un amigo le recomendó venir debido a su estabilidad económica y porque su gobierno criticaba públicamente la administración de Nicolás Maduro y presumía de su simpatía por los migrantes de ese país.
Traía una historia marcada por la persecución política sufrida en su pueblo natal, ubicado cerca de la frontera con Colombia, donde, dice, fue amenazada de muerte en varias ocasiones por pertenecer al partido Primero Justicia, opositor al chavismo.
Tras un breve paso por Colombia, Paulina llegó a Chile en abril de este año y de inmediato se dirigió a las oficinas del Departamento de Extranjería y Migración (DEM), en Santiago Centro, donde declaró y solicitó asilo.
-La persona de turno me escuchó y luego salió de la sala arguyendo que hablaría con su superior para evaluar mi petición. Pasaron cinco minutos y me dijo: “Lo lamentamos, pero no calificas para ingresar. No te vamos a dar refugio aquí’-, relató a The Clinic.
La institución del refugio, reconocida por el derecho internacional, busca proteger a las personas que huyen de sus países en razón de sus ideas políticas, religión o raza, entre otros motivos, y tiene un tratamiento especial y preferente respecto de la migración voluntaria para, por ejemplo, mejorar las condiciones de vida.
El testimonio como prueba
El de Paulina es uno de los cerca de cuarenta casos que actualmente representa la Clínica Migrantes y Refugiados, dependiente de la Clínica Jurídica de la Universidad Diego Portales, creada en 2009.
Su directora, Francisca Vargas, dijo a The Clinic que desde 2017 experimentaron un aumento de asesorías a extranjeros a quienes no se les ha respetado el acceso al procedimiento de refugio: “En ese momento, teníamos un mecanismo acordado con el Estado: cuando ellos le decían a una persona que tenían dudas, y que mejor buscaran una ayuda jurídica, algunos venían para acá, y si a nosotros nos parecía que la persona tenía un relato de asilo, que en realidad merecía un estudio, los y las estudiantes presentaban unas cartas y luego la persona lograba ingresar al procedimiento”.
A comienzos de este año, dice, ese acuerdo dejó de aplicarse y decenas de extranjeros llegaron a la Clínica asegurando que sus casos eran rechazados luego de sostener una pequeña entrevista con algún funcionario de Extranjería –no un oficial de protección, como indica la ley-, que no duraba más de cinco minutos.
“Esta instancia de decisión no está contenida en la ley ni en los tratados internacionales ratificados por Chile. En todo el proceso que estipula el DEM, nunca se menciona que tienen que hacerte una entrevista previa para ver si remiten o no tus antecedentes a análisis. Quien debe tomar la decisión de si una persona es refugiada es el Subsecretario del Interior, después de un proceso de estudio que en la práctica hoy dura entre dos y tres años, pero jamás el funcionario de ventanilla”, asegura Vargas.
Sin embargo, el proceso habitual, de aceptar la petición y después, en un proceso regulado, resolver su mérito, no se puso en práctica en el caso de Paulina ni el de otros solicitantes que bajo la perspectiva de la Clínica, sí cumplían con al menos uno requisitos establecidos en la ley: haber abandonado su país de origen por tener temores fundados de persecución en razón de su religión, ideas políticas, raza o pertenencia a determinado grupo social; para protegerse de amenazas ciertas a su integridad física y síquica, provenientes de perturbaciones graves en el orden público, guerra o violación de los derechos humanos que el Estado no sea capaz de detener o que permita; o quien carezca de nacionalidad y que, por los motivos anteriores, no pueda o no quiera volver al país donde reside.
Francisca Vargas
Paulina, por su parte, detalla a este medio que fue “fichada” por la policía de su país a medida que aumentaba su participación en actividades organizadas por Primero Justicia, como foros de discusión o jornadas recreativas. La persecución en su contra, dice, se volvió mucho más severa cuando se integró al grupo de estudiantes que se tomó su universidad, donde estudiaba Ingeniería Ambiental.
-Estuvimos tres noches en la universidad, junto a unos amigos que después también tuvieron que irse de Venezuela por la violencia. Uno, incluso, perdió una pierna, porque fuimos muy golpeados cuando nos sacaron. Yo tuve que irme a otro estado y luego del país, porque la policía tenía mi chip, mi dirección y sabían por dónde me movilizaba. Recibí amenazas por WhatsApp en la que decían que me iban a matar a mí y a mi familia, incluso con un teléfono nuevo y ya fuera de mi pueblo. Mi mamá y mi abuela se tuvieron que ir para Colombia a la casa de un tío, pero una prima que también participa en Primero Justicia sigue en Venezuela y la semana pasada entraron a su departamento cuando ella no estaba y le destrozaron todo. Para donde va, tal como me pasaba a mí, es seguida por carros polarizados que la vigilan en todo momento-, narra.
Pese a estos antecedentes, el relato de Paulina fue desechado casi inmediatamente y ni siquiera ingresó al procedimiento de análisis y posterior determinación: “La persona que me atendió me dijo que mi historia no aplicaba para refugio, ahí mismo, después de tres minutos. Aun cuando yo les dije que no podía volver por nada en el mundo a Venezuela, después de explicar mi situación, me dijo que no”.
Frente a esto, Francisca Vargas asegura que “es increíble que un caso de persecución y escape forzado tan claro como el de Paulina no sea considerado suficiente, ni siquiera, para entrar a procedimiento. Su historia es tan grave y además concordante con la situación de su país de origen que no resiste análisis la negativa”.
Según ha podido comprobar la abogada, los motivos esgrimidos por el DEM para rechazar los casos antes de que ingresen a proceso son variados, incluso la “falta de pruebas” que corrobore lo relatado por el solicitante.
Respecto a esto, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) estipula que el testimonio personal del potencial refugiado es prueba suficiente para que se evalúe el asilo. Además, indica que esta evidencia debe primar por sobre el beneficio de la duda, más aún cuando resulta creíble debido la contingencia de su país.
En el caso chileno, una vez que se recibe el testimonio, el marco legal indica que la Secretaría Técnica del DEM es la encargada de reunir la información necesaria para estudiar el caso, lo que podría extenderse por más de dos años. Sin embargo, la historia de Paulina y la de otros rechazados en la ventanilla, nunca llegan a manos de esta comisión, debido a la creación de esta inédita fase de “pre admisibilidad”.
Actualmente, Paulina vive en Independencia junto a tres personas, y mientras espera regularizar su situación con la ayuda de la Clínica, trabaja en una tienda de electrodomésticos. No obstante, dice que las inesperadas trabas le han generado una nueva inquietud: “Ya se cumplieron 90 días desde que estoy aquí y por tanto quedé indocumentada, es decir, no tengo ninguna clase de documento que me certifique. Por el momento solo me queda esperar a que me avisen en qué está mi caso, porque volví a ir al DEM y me tomaron declaración nuevamente. Eso fue en julio y hasta el día de hoy no tengo noticias”.
De Siria a Venezuela
Falah* (40) abre el banano que lleva atado a su pantalón y muestra todo tipo de papeles: boletos de bus, cédulas, pasaporte.
Como puede, explica en español que ingresó a pie por Arica, a mediados de junio de este año. Antes estuvo en Venezuela -donde tiene una pareja y un hijo- , en Colombia y en el Líbano.
Su periplo comenzó cuando decidió emigrar de Sweida, ciudad siria conocida como la “pequeña Venezuela” en ese país, debido al amplio número de inmigrantes árabe-venezolanos que la habitan.
Falah cuenta que aterrizó en la “verdadera” Venezuela en 2006, donde logró sacar carnet de residencia: “Me fui de Siria buscando una mejor vida, ya no se podía estar ahí porque la guerra está desatada. Pero con el tiempo me di cuenta que en Venezuela tampoco se puede vivir bien, porque cuesta encontrar trabajo, sobre todo si eres sirio, y desde hace algunos años faltan muchos servicios básicos”.
Desde su perspectiva, la situación se tornó insostenible cuando el hambre comenzó a asediar: “Entonces, dejé mi familia formada en Venezuela y vine a Chile, donde entré sin control policial. Apenas llegué a Santiago pedí que me indicaran dónde ir para pedir refugio, y llegué a las oficina del DEM”.
Según recuerda, fue atendido por una persona que, al ver su documento venezolano, pensó que hablaría español fluidamente, “por lo que la entrevista fue en ese idioma. Después tuve que firmar unos papeles y al final no entendí nada, sólo que fui rechazado”.
Posteriormente, a Falah se le recomendó buscar asistencia jurídica y llegó a la Clínica de la UDP, donde es asesorado para reingresar su solicitud.
Pero esta cátedra no es el único organismo que ha tomado conocimiento de la nueva práctica del DEM. En su informe anual del 2010, el Instituto de Derechos Humanos (INDH) ya había denunciado la existencia de una fase de pre admisibilidad que atentaba contra legislaciones nacional e internacional, que ahora afecta a Paulina y Falah.
Uno de los abogados del Instituto, Alexis Aguirre, explica a The Clinic que “esta práctica para acceder al procedimiento de reconocimiento de la condición de refugiado, que básicamente consiste en entrevistar a las personas que van a solicitar asilo en Chile, vulneraría estándares de Derechos Humanos, normas específicas de tratados internacionales y jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Por ejemplo, la Ley 20.430 de nuestro país, que establece disposiciones sobre protección de refugiados, estipula que toda persona tiene derecho a acceder al procedimiento de solicitud de refugio con independencia de su situación migratoria, es decir, incluso, en condición irregular o de turista”.

Alexis Aguirre 
Al igual que en la Clínica de la UDP, “los últimos relatos” recibidos por el INDH “indican que a la persona le hacen una pequeña entrevista que no sería ante un oficial de protección, quienes tienen cursos específicos para efectuar su labor, sino ante un administrativo, y después se les comunica de una forma bastante irregular a nuestro entender que ni siquiera van a acceder al procedimiento de determinación de condición de refugiado”, lo que los ha llevado a presentar recursos de protección en favor de personas afectadas por esta situación, “señalando que esto vulnera principios como el de igualdad y no discriminación, por cuanto se establece un trato diferenciado entre aquellas personas que pueden acceder al procedimiento y aquellas que no, sin un fundamento para definir por qué”.
Según Falah, su historia ni siquiera pudo ser comprendida por quien lo atendió, ya que producto de la diferencia de lengua habría confundido fechas y motivos. En la actualidad, el ciudadano sirio sigue al margen del procedimiento, en situación irregular, sin trabajo y con la incertidumbre “de saber si finalmente me podré quedar para poder vivir tranquilo por primera vez”.
La porfía
La Clínica de la UDP y el INDH coinciden en que, si bien tienen reparos con el procedimiento de determinación de refugio desde hace años, son los últimos reportes de solicitantes los que denuncian el rechazo por ventanilla.
A condición de reserva de identidad, un exfuncionario del DEM -que abandonó la repartición hace pocos meses- afirma que esto obedece a un lineamiento adoptado tras el cambio de gobierno, con el propósito de usar “esta entrevista previa, que internamente denominan ‘orientación’, para hacer un colador, para que los casos ni siquiera pasen a análisis de Secretaría, o para que los solicitantes finalmente desistan en su intento”.
“Antes eso no ocurría. Si había una persona que, por ejemplo, llegaba a Chile y solicitaba refugio porque no encontraba trabajo, obviamente no entraba en las causales (y sería eventualmente rechazado). Pero que llegues, te entrevisten en una instancia inventada, y después te digan que no, es un gran problema”, agrega.
Pese a la supuesta intención que habría tras la negación de procedimientos, hay personas que están dispuestas a insistir. Una de ellas es Carmen* (30), una cubana que llegó a Chile afirmando ser víctima de un vasto “hostigamiento político”.
-Mi familia, como mi abuelo paterno y mis padres, siempre fue opositora al régimen comunista. Desde que tengo uso de he vivido bajo ese tipo de doctrina. Nunca participé de instancias organizadas por el Partido (Comunista) ni por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, como sí lo hacían mis compañeros de escuela-, cuenta Carmen.
Según explica, “en Cuba tú estás con el Gobierno o eres un excluido. Si no es así, te vigilan constantemente y te hacen seguimientos. Mi caso arrastraba un historial familiar: mi padre estuvo preso en varias ocasiones, nunca pudo trabajar legalmente porque le pedían avales del partido. A mí, por ejemplo, más de una vez me montaron en una patrulla después de agarrarme en la calle, sin haber hecho nada. Es que ya estaba identificada. Por eso llegó un momento en que ya no podía más. No podía salir a ninguna parte con mi pareja porque nos caían a golpes, y cuando me tomaban presa, los policías me tocaban”.
Expuesta a este tipo de situaciones, Carmen cuenta que decidió “vender lo poco que teníamos e irnos a Guyana. Ahí buscamos información y supimos que Chile estaba suscrito a tratados de refugiados, así que elegimos este destino”.
El viaje por tierra incluyó pasos por Brasil, Bolivia y Perú, donde “la policía nos timbraba los pasaportes a cambio de plata”.
-Cuando llegamos a la frontera de Perú con Chile, en Arica, nos atendió una funcionaria de la PDI y nos dijo que no podíamos solicitar refugio, porque necesitábamos una entrada legal, entonces, muy amablemente, nos devolvió. Finalmente decidimos entrar de forma irregular, por la playa, porque no nos quedaba nada de plata. Días después, nos presentamos en la PDI de Arica solicitando refugio, denunciando lo que nos había pasado, y esta vez nos dijeron que sí, que podíamos venir para Santiago e ir a Extranjería, que no iba a haber ningún problema.
A las oficinas del DEM acudió al menos cinco veces, según recuerda. En ninguna de ellas pudo llegar a la entrevista, ya que se presentaban problemas como que “no aparecía en el sistema y cosas así, una incongruencia que no entendíamos nada”.
-Después de tanto, finalmente un día nos dejan acceder a una entrevista, nos toman declaraciones y nos dicen que debían hablar con la jefatura para ver si les acepta el proceso. En 5 minutos miraron para atrás y nos dijeron: “No, su caso está denegado, pueden dirigirse a una oficina de derechos humanos o a una clínica jurídica”. Fuimos con los derechos humanos y nos ayudaron con un recurso de amparo a presentar en Extranjería, quienes nos dijeron que volviéramos en 10 días. Cuando lo hicimos, mi esposo quedó en el procedimiento y a mí me lo negaron porque ¡Tenía una orden de expulsión! Imagínate mi reacción, era vivir una pesadilla.
Después de que se le informara esta medida, Carmen decidió acudir a la Clínica de la UDP, donde la ayudaron a revertir la orden y postular nuevamente al procedimiento.
-Cuando me volví a presentar, me atendieron extremadamente mal. Me dijeron que ellos no podían aceptar mi proceso porque ya me lo habían denegado una vez, hasta que un administrativo dijo: “Lo que usted tiene que hacer es sacar un pasaje para irse a Cuba, nada más”. Yo le pedí que por favor me escuchara, pero él estaba parado frente a mí leyendo un documento sin oírme.
No obstante, la porfía tuvo su efecto: al momento de conceder esta entrevista, y luego de cerca de diez intentos, Extranjería le comunicó a Carmen que su caso finalmente pasará a proceso de determinación, y será estudiado en paralelo al de su esposo.
-Me dijeron que harán un informe que después se presenta a una comisión, seguirá todo un procedimiento establecido. Mientras, me estarán dando visas temporales. Pero no sé, ya han pasado tantas cosas que no confío en nada.
Gobierno niega existencia de procesos de “pre admisibilidad”
Ante las situaciones denunciadas por el INDH y la Clínica Jurídica de la UDP, The Clinic contactó al Jefe del Departamento de Extranjería y Migración, Álvaro Bellolio, quien negó que la entrevista y resolución por ventanilla exista. “Nuestra ley de refugio es de las más actualizadas en la región. En ese sentido, no existe un procedimiento formal de pre formalización, aunque tenemos la obligación de informar todas las opciones disponibles para los migrantes”. 
Álvaro Bellolio
Consultado por los lineamientos internos para abordar los casos de solicitud de refugio, la máxima autoridad del DEM sostiene que “son justamente los que están en la ley. De hecho, en este año, llevamos el máximo histórico de formalizaciones de refugio. El asilo o refugio, un tema complejo, se entrega a todos los que demuestren persecución política o violación a sus derechos humanos en sus países de origen”.
Por último, Bellolio agrega que actualmente “tenemos 11 mil casos en revisión, y soy miembro de la comisión, por lo que conozco los distintos tipos de casos”. Esto, a pesar de que los ejemplos que han alertado al INDH y a la Clínica de la UDP son justamente aquellos que no logran ingresar al procedimiento donde interviene la comisión.
*El nombre de los entrevistados fue modificado por pedido de los mismos.

miércoles, 24 de abril de 2019

#HazTuCampaña

Seguro que tienes tus ideas sobre la sociedad que quieres. ¿Quieres vivir en un mundo con justicia y esperanza en el que nadie se quede atrás? ¿Quieres expresarte con libertad, amar a quien te dé la gana, vivir dignamente en una sociedad solidaria con quienes más lo necesitan, una sociedad que no tolera ningún tipo de violencia contra las mujeres? Quizá ha llegado el momento de que te sumes al debate sobre las ideas que decidirán qué tipo de futuro tendremos. 

¿Por dónde empezamos?

Muchas personas queremos vivir en una sociedad justa en la que nos tratemos con humanidad, pero no todo el mundo rema en la misma dirección: Hay gente que intenta dividirnos apelando al miedo, el prejuicio y el odio. Se ensañan con las minorías, culpan de los problemas a quienes vienen de otros países en busca de seguridad y protección, discriminan a las mujeres desdeñando la violencia que sufren, cuestionan los derechos de las personas LGBTI o ignoran la destrucción del medio ambiente.
La sociedad que queremos no la vamos a construir de hoy para mañana, eso lo sabemos. Por eso queremos poner el foco ante las elecciones que se avecinan en tres temas que nos parecen especialmente importantes: la violencia contra las mujeres, la situación de las personas refugiadas y las consecuencias que la ha tenido en la vivienda o la sanidad.
Nos tomamos la injusticia como algo personal. Reivindicamos los derechos de las mujeres y el colectivo LGBTI, defendemos la libertad de expresión, y trabajamos de forma incansable para acabar con las violaciones de derechos humanos en todo el mundo.

Uniéndote a uno de nuestros grupos de activistas, en tu centro de estudios o en tu localidad, puedes participar y ser parte de este movimiento global, mientras conoces a otras personas con ideales similares a los tuyos y te diviertes ayudando.

Como activista, da un paso más y actúa contra la injusticia junto a cientos de jóvenes de todo el Estado. Tú decides cómo y cuándo

PONTE EN PIE, ¡HAZTE ACTIVISTA!

Eres protagonista de la campaña

Ante esta situación, es urgente que actuemos. Cambiemos el discurso de odio, miedo y prejuicios por uno de esperanza e ilusión que apueste por un futuro donde los derechos humanos sean una realidad. Tú tienes el poder, el cambio está en tus manos. Haz tu campaña y alza tu voz

Porque todas las personas tenemos derecho a disfrutar de un nivel de vida digno, quiero más recursos para vivienda y sanidad. ¿Y tú qué futuro quieres? #HazTuCampaña por los #DerechosHumanos 

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viernes, 12 de abril de 2019

Dios y el «diseño original»

La cruzada evangélica contra el matrimonio igualitario en Cuba
La comunidad LGBTTTI marcha en La Paz - El Sudcaliforniano
La discusión de la nueva Constitución cubana alentó una fuerte movilización de las iglesias evangélicas. El blanco era el artículo 68, que habilitaba el matrimonio igualitario. Finalmente, el gobierno retiró el artículo antes de que la nueva Carta Magna fuera aprobada en febrero pasado en un referéndum popular. No obstante, tanto el desarrollo evangélico como el de los movimientos LGBTI son parte del nuevo paisaje cubano, en medio de las reformas y de la apertura limitada, hoy, por primera vez en medio siglo, sin un presidente de apellido Castro.

Todos los martes, todos los jueves, todos los sábados, de todas las semanas, alrededor de 700 feligreses esperan las 10 de la mañana con el estómago vacío. «Es un culto de ayuno», dice el diácono Omar Rivas en la puerta de la Iglesia Metodista Universitaria del Vedado, y explica que «para que el Espíritu Santo se apodere del cuerpo, no se pueden ingerir alimentos porque se generan desechos en el organismo». El templo está situado en la intersección de las calles 25 y k. Es grande, espacioso, está rodeado por unos jardines bien cuidados. En la fachada, en una ventana, luce una pancarta a colores de casi dos metros de alto.

La pancarta reza: «Estoy a favor del diseño original» y muestra las siluetas de cuatro muñequitos que simulan a un hombre y una mujer que llevan de la mano a dos niños. Debajo de las figuritas, otro mensaje: «La familia como Dios la creó». Luego, una imagen: un grupo de fieles celebra la unión matrimonial de una o varias parejas. Al final, una última frase: «Matrimonio = hombre + mujer». Dentro del templo, en uno de los alargados asientos de madera, una anciana tiembla mientras ora con los ojos cerrados. Su susurro se mezcla con el del resto de los devotos y provoca una especie de zumbido que se esparce por todo el recinto. Faltan aún algunos minutos para las 10 am, y mientras el pastor se alista para subir al estrado, algunos parroquianos aprovechan para predicar.

A través de varios bafles, colgados en las paredes blancas y azules del templo, se escucha: «Te pedimos por Cuba, por los pecados de esta tierra, misericordia por los gobernantes de esta nación». Es la prédica de una señora que se mueve por toda la parte delantera del salón con un micrófono en la mano. Los feligreses del fondo, los que casi no pueden ver hacia delante por la lejanía, levantan la vista y la posan en una de las tres enormes pantallas led que reproducen lo que acontece. Una muchacha comienza a tocar el piano. Es el turno de la prédica del pastor. Su nombre es Lester Fernández, tiene 39 años, usa gafas de pasta y estará hablándole a todo su rebaño por dos horas.

Durante la arenga, Fernández dirá frases como esta: «Una nación se revela en contra de la voluntad de Dios y si el juicio viene en contra de la voluntad de Dios, las catástrofes naturales serán cada vez peores. Entonces, necesitamos quien nos pastoree». U otra como esta: «Tus hijos no van a estar siempre bajo tu resguardo, no te aferres a ellos, la vida es un soplo, aférrate a Dios, necesitamos al pastor». En el culto hay un momento para la oración, para el rezo individual. Algunos se arrodillan en el suelo, otros casi se acuestan, o se viran de espaldas al estrado para apoyar el rostro y las manos en el asiento. Después bailan, cantan, con el «Aleluya». Casi al final del ayuno, el pastor Fernández dice que quiere compartir algo con los fieles. Todos hacen silencio y escuchan con atención. «Hace unos días, Dios, en una farmacia, le puso delante a Marielita Castro a una de nuestras hermanas». Los fieles gritan exacerbados después de la noticia. «¡Ay, Dios mío, por qué no me la pones a mí para que veas todas las cosas que le voy a decir!», exclama primero y agrega después: «pero nuestra hermana le habló desde la génesis hasta el final y terminó diciéndole, a pesar de todo, Dios te ama». La algarabía es infernal, la historia del encuentro de una parroquiana de la iglesia con la hija de Raúl Castro, ex-presidente y primer secretario del Partido Comunista de Cuba (pcc) –único legal en el país–, sabe a triunfo en el templo. En la puerta de la congregación se han tenido que quedar varios devotos, pues el salón está repleto, no hay más sitio. Hay una frase tallada en el concreto encima de los que se apiñan en la entrada para escuchar la prédica del pastor: «Yo soy el camino, la verdad y la vida».

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Fidel Castro enfermó gravemente en 2006. Un problema intestinal provocó que entregara sus poderes de manera interina a su hermano Raúl Castro, quien asumió formalmente la Presidencia de la isla dos años más tarde y en poco tiempo comenzó a reformar los sectores de la nación que a lo largo de 49 años su hermano –17 de primer ministro y 32 de presidente– había obstruido. Después de mucho tiempo y poco a poco, los cubanos obtuvieron, por fin, la posibilidad de comprar y vender sus casas y autos, pudieron acceder a los hoteles de su isla, comenzaron a conectarse a internet y supieron lo que era montarse en un avión y estar por unos días fuera de la versión caribeña del socialismo. Mariela Castro, con su padre en la silla presidencial, aprovechó la coyuntura para fortalecer el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), una institución que dirige desde 2000 y que es reconocida internacionalmente por su labor en la defensa de los derechos de las personas lgtbi en Cuba. Así, una comunidad que había estado excluida del discurso político y de la agenda pública del país, comenzó a abrirse espacio. Raúl Castro se mantuvo como presidente durante dos mandatos de cinco años. Y en abril de 2018 le entregó su cargo al ingeniero electrónico Miguel Díaz-Canel, el primer cubano que, desde 1959, sin el apellido Castro, guía los hilos de la nación. En su discurso de despedida frente a la unicameral Asamblea Nacional, Raúl Castro dedicó parte de sus palabras a la impronta que dejó: una Cuba diferente y cambiante, con una Constitución añeja –de 1976, modificada en 1992 y 2002– que nada tenía que ver con el país emergente que surge. El nuevo gobierno tendría que encargarse de reformarla y someterla a un referéndum popular. Fue entonces cuando un equipo de trabajo presidido por el propio ex-presidente elaboró el nuevo proyecto de Constitución. Los 605 diputados parlamentarios lo discutieron y luego, entre agosto y noviembre de 2018, fue sometido a consulta en las calles y en los centros laborales. Según datos ofrecidos por el gobierno, se celebraron 133.681 reuniones populares en las que participaron 8.945.521 de los 11,2 millones de habitantes de la isla. Las opiniones fueron compiladas por funcionarios del pcc y presentadas a la comisión que trabajó en la elaboración de la nueva Carta Magna para una última revisión y su posterior consulta popular mediante un referéndum.El artículo número 68 del borrador inicial, que definía el matrimonio como «la unión entre dos personas», fue el más polémico. Según cifras del gobierno, el apartado originó 192.408 opiniones, 24,57% del total de la consulta. Además, fue mencionado en 88.066 reuniones –66% de ellas–. Homero Acosta, secretario del Consejo de Estado, dijo en diciembre pasado que la mayoría de las opiniones proponían «sustituir la unión concertada entre dos personas y volver a un hombre y una mujer». La principal voz que se alzó en contra de abrirle la puerta al matrimonio igualitario en Cuba, desde que se publicó el proyecto de reforma constitucional, fue la de varios grupos evangélicos que desplegaron una inusual campaña en el espacio público, en una nación donde la libertad de expresión es una utopía.

El primer gesto fue una declaración oficial en la que se unieron la Iglesia Evangélica Pentecostal Asamblea de Dios, las Convenciones Bautistas Occidental y Oriental, la Liga Evangélica de Cuba y la Iglesia Metodista en Cuba. Allí puede leerse:

1. Que la familia es una institución divina creada por Dios y que el matrimonio es exclusivamente la unión de un hombre y una mujer, según enseña la Biblia, la palabra de Dios.
2. Que la ideología de género no tiene relación alguna con nuestra cultura, nuestras luchas de independencia, ni con los líderes históricos de la Revolución. De igual manera, tampoco guarda vínculo con los países comunistas, dígase la antigua Unión Soviética, China, Vietnam y menos aún Corea del Norte.
3. Que la gracia de Dios es para todos los seres humanos independientemente de su orientación sexual e ideología política o religiosa, para ser regenerados y transformados una vez que hayan procedido al arrepentimiento, por medio de la fe en Jesús Cristo.

La campaña no solo contempló la promoción de la declaración. Los representantes de estas iglesias abandonaron sus templos y salieron a la calle a transmitir un mensaje: «Estoy a favor del Diseño Original. Matrimonio = hombre + mujer». En todo el país comenzaron a pegar carteles y pegatinas con la misiva: en las puertas de las casas, en los postes de electricidad, en las paradas de ómnibus, en los parabrisas de los autos… Organizaron además jornadas en las que, paralelamente, en las provincias de Guantánamo, Holguín, Pinar del Río y La Habana, repartieron biblias en las principales avenidas mientras predicaban sobre la posición de Dios con respecto a la composición de la familia, que se contraponía a la intención del Estado cubano de hacer legal el matrimonio entre homosexuales. Las manifestaciones más notorias fueron las que se realizaron en La Habana, una en los predios de la Iglesia Metodista de Marianao, donde se agolparon más de 3.500 fieles en un culto bautizado «Clamor por la familia», la otra en el Malecón, organizada por la misma congregación de Marianao y la Iglesia Metodista en Cuba. Ambas iglesias decidieron terminar la ceremonia con una fiesta de confirmación de votos matrimoniales frente al mar. Así, más de 200 parejas posaron, vestidos de cuello y corbata los hombres y con ropas nupciales las mujeres, para reafirmar el compromiso de «amarse hasta que la muerte los separe» y que «varón y hembra» es el matrimonio y la base de la familia «como Dios nos creó».

Con la llegada a Cuba del servicio 3g para teléfonos celulares, las redes sociales se convirtieron en otro bastión de los evangélicos para promover sus campañas. Con la tecnología en función del credo, han podido divulgar cada uno de sus cultos y ceremonias haciéndolos visibles más allá de los límites de sus templos, más allá de sus feligreses. Hace un par de meses, un video clip de hip hop evangélico se hizo viral y levantó un polvorín de polémicas en las redes por su letra agresiva y por estar cargado de mensajes de violencia y odio a través de alegorías simbólicas. «Diseño original» es el nombre, y su director es un tal cj Martínez, a todas luces un seudónimo. Las imágenes son en blanco y negro y está filmado en un primer plano fijo. En cámara solo aparece un novel rapero que desliza su flow. A medida que avanza el clip, fieles evangélicos –niños, adolescentes, hombres, mujeres, ancianos– van apareciendo en la propia silueta del intérprete y tararean la letra mientras se escucha la voz del rapero. «Ayer fue prohibido / hoy es aceptado / mañana por algún motivo va a ser obligado», dice uno de los estribillos referidos al matrimonio gay. En el minuto 3:05 tiene lugar la siguiente escena: un adolescente sale en cámara, hace como si rapeara, estruja su rostro, pone cara de malo, mueve su cabeza al ritmo frenético de la canción y simula degollarse con la mano derecha. En ese instante la canción dice: «No quiero esta depravación en mi país / Arranquemos el mal / Sí / Pero de raíz / Quiero que mi hijo crezca en un lugar feliz». Al parecer, el movimiento contra el matrimonio homosexual liderado por una fracción de las iglesias evangélicas cubanas asustó al gobierno, pues la campaña promovida fue a su vez una campaña por el «No» a la reforma constitucional.

Según la Oficina Nacional de Estadísticas (onei), de los 11,2 millones de habitantes de Cuba, 10% pertenece a las iglesias evangélicas. Varios de sus representantes, al ver la posición del Estado en favor de la ampliación de los derechos de los homosexuales, decidieron reunir entre 21 denominaciones más de 500.000 rúbricas para oponerse a la reforma constitucional. El Estado, que nunca antes había sentido una confrontación tan directa, acostumbrado a imponer su voluntad política e ideológica a cualquier costo, temió que la situación se le escapara de las manos, pues no solo los evangélicos eventualmente podrían decir «no» a la nueva Carta Magna, sino que, según la onei, alrededor de la mitad de la población cubana sigue doctrinas regentadas por preceptos bíblicos –católicos, evangélicos, testigos de Jehová, entre otros grupos religiosos– y, por tanto, asumen de manera tradicional la composición de la familia. Todos ellos también eran potenciales votantes del «No».

Aquí no hay vencedores y vencidos. Lo que estaba antes es la voluntad que tenemos, pero este no era el momento para establecerla porque no hubo consenso. Pero mantenemos la intención de lograrlo en el futuro. El Código de Familia se someterá a votación porque es la forma más democrática de definirlo,

declaró el secretario del Consejo de Estado Homero Acosta en diciembre pasado ante la Asamblea Nacional, y dejó así en claro el paso atrás del gobierno. De esta manera, la comisión que elaboró el proyecto de reforma constitucional modificó el polémico artículo 68 convirtiéndolo en un nuevo apartado, el 82, en el que se define el matrimonio como «una institución social y jurídica que se funda en el libre consentimiento y en la igualdad de derechos, obligaciones y capacidad legal de los cónyuges». No obstante, el artículo comprende una polémica disposición transitoria, la cual indica que una vez entrada en vigor la nueva Constitución que fue aprobada el 24 de febrero con 86,85% de los votos, se realizará una consulta para la aprobación del Código de Familia. Y es ahí donde debe quedar declarada «la forma de constituir el matrimonio», para luego lanzar otro referéndum que pondría los derechos de los gays en manos de la mayoría.

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«Es un momento muy decisivo el que se está viviendo en el país, el artículo 82 divide a la iglesia», afirma el reverendo Raúl Suárez, con voz suave, casi imperceptible, en un salón del Centro Memorial Martin Luther King, una organización macroecuménica de inspiración cristiana de la que es director y fundador. Suárez tiene 83 años y, aunque ya es un pastor jubilado, aún es el rostro del protestantismo en la isla. Fue presidente del Consejo Ecuménico de Cuba y pertenece a la Iglesia Bautista Ebenezer. Es pequeño y liviano, mira fijo a los ojos, habla despacio, bien bajito, con puntos y comas, con una cadencia exacta. «El protestantismo llegó aquí en la década de los ochenta del siglo xix. La primera en existir fue una iglesia evangélica episcopal sin apellido y a partir de ahí comenzaron a unirse otras iglesias», cuenta a modo de repaso histórico. En Estados Unidos, en esa época, un grupo de cubanos conoció el Evangelio, se bautizó y regresó para fundar las primeras iglesias protestantes cubanas. En 1898, con la intervención militar estadounidense en la isla y su posterior ocupación, juntas misioneras del sur y el norte de eeuu organizaron nuevas iglesias en el país. Poco a poco, los norteamericanos recién llegados fueron asumiendo el liderazgo del protestantismo en la nación, al discriminar a los cubanos por su corta experiencia. Así, desde los inicios del siglo xx y hasta 1959, los principales representantes de las iglesias protestantes en Cuba fueron estadounidenses. «Con el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 se inició un proceso de nacionalización de ese protestantismo. Los dos primeros años fueron de mucha felicidad, todo el mundo se enamoró de la Revolución. Hubo mucho bautismo y crecieron considerablemente las iglesias», cuenta Suárez. Pero, a partir de 1962, Fidel Castro emprendió su romance con la Unión Soviética e importó el modelo soviético con respecto a la religión. En un abrir y cerrar de ojos, en las escuelas y universidades se comenzó a enseñar marxismo y el Estado se convirtió al ateísmo.

Hubo una presión ideológica muy fuerte. La gente se hacía marxista de la noche al día porque creían que era lo mismo que el ateísmo. Creció un sector ateo materialista dentro de la Revolución que entendió que los homosexuales, los delincuentes y los religiosos no estaban aptos para servir a la patria. Así se instauraron las umap [Unidades Militares de Apoyo a la Producción] con esos tres grupos. Una medida que, según me dijo Fidel, surgió de un grupo de generales dentro del Ejército

rememora el pastor. Suárez tenía 35 años cuando tocaron a la puerta de su casa. De algún modo, algo en él, en su interior, le decía que ese día estaba por llegar. El rumor de que en la provincia de Camagüey estaban encerrando a las personas que el gobierno consideraba «desafectas» ya había llegado a sus oídos. Después de abrir la puerta, le entregaron una citación, con un día, hora y lugar. «Lleva un cepillo y pasta dental, poca ropa, nada más», le dijeron. Tras varias horas de viaje, un ómnibus lo depositó en una de las umap, los campos de trabajo forzado que el gobierno cubano instauró entre 1965 y 1968. Allí estuvo diez meses. Primero trabajó en la agricultura, después en la cocina y terminó como planificador de una brigada de corte de caña. Su estancia no fue de las más prolongadas, corrió con suerte: cuando todo indicaba que llegaría al año en aquel lugar, llegó una orden desde las Fuerzas Armadas Revolucionarias (far) con la indicación de que los mayores de 27 años podían regresar a casa. A pesar de cargar en su espalda, y para siempre, con el peso de la discriminación, Suárez perdonó a Cuba, pero, sobre todo, perdonó a Fidel Castro. «En 1984, el reverendo Jesse Jackson visitó Cuba. Organizamos un culto donde fue el predicador. Asistieron 35 denominaciones religiosas. Fidel también acudió a esa celebración y a partir de que entró en ese templo, sin gorra, cambió el panorama de la religión en el país». Un año más tarde, por primera vez después del triunfo revolucionario, Fidel Castro sostuvo un encuentro con 14 líderes protestantes, y entre ellos se encontraba el reverendo Suárez. La reunión duró alrededor de tres horas y media. Tenía la intención de limar las asperezas de antaño. «Somos compañeros, hermanos, cubanos, tenemos que llevarnos bien todos, trabajen para que la iglesia entienda la obra de la Revolución, que yo hablaré con la Revolución para que los entienda a ustedes», les encomendó Castro. Luego hicieron un brindis. Hoy, Cuba tiene reconocidas 57 denominaciones religiosas evangélicas; de ellas, 32 pertenecen al Consejo de Iglesias Ecuménicas. El resto decidió no pertenecer a la institucionalidad.

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«El matrimonio igualitario es una cuestión del Estado, que reconoce que es un derecho que tienen los homosexuales de unirse entre ellos y formar una pareja estable. De las iglesias bautistas, como la mía, ninguna se ha reunido para firmar un acuerdo en contra», aclara Raúl Suárez haciendo alusión a la declaración pública que hicieron algunas de las iglesias evangélicas asentadas en la isla. El reverendo es partidario de «respetar la libertad que tiene cada persona de decidir qué hacer con su vida, siempre que contribuya al bien colectivo». Pero opina que «el pueblo no ha sido instruido todavía para esto, por eso hubo tanto debate, el tema del matrimonio homosexual está verde en Cuba».

Suárez recuerda que en 1993 acudió una noche al cine. Quería ver un largometraje que había sido recién estrenado y del que todos hablaban: Fresa y chocolate. Cuando la película llegó a su fin, se descubrió con lágrimas en los ojos, abandonó la sala con un pañuelo en la mano. El film de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío le oprimió el pecho. «Educó al pueblo, más que de tolerancia trataba de amor al prójimo, fue una película que hizo propaganda positiva», dice Suárez sobre la impronta que ha dejado la película en la sociedad cubana, el relato de la amistad entre dos jóvenes: un estudiante universitario comunista adoctrinado por sus prejuicios y un discriminado artista homosexual.Cuando Suárez estaba activo como pastor de su iglesia, una pareja de jóvenes gays comenzó a acudir a sus cultos. El reverendo les abrió las puertas y el resto de los fieles los acogieron como hermanos de fe. Tiempo después, ocurrió un encontronazo. Un día el pastor salía del templo y se topó con la pareja que se besaba, que se abrazaba, enroscados los dos delante de la iglesia. Los llamó a contar, los regañó. Les dijo que estaban poniendo en riesgo su pastorado y que lo podían sacar de la iglesia por culpa de ellos, por su conducta impropia. «Ustedes tienen bastante tiempo para estar solos, tienen que darse a respetar», les indicó. La pareja aceptó la crítica y hoy, cuenta, siguen acudiendo a misa y están bautizados.

La Iglesia Bautista Ebenezer se distingue por ser inclusiva. Uno de sus tres pastores es gay y varios de sus 150 feligreses también lo son.

A veces me preocupa que la gente crea que esta es la iglesia de los homosexuales –dice Sánchez–. Ellos vienen aquí no porque lo sean, sino porque son cubanos, personas que han tomado una decisión de fe también como el resto. La Biblia no es un código de ética nada más, con ella se educa, se forma a la gente, se aprende a respetar.

Antes de asumir la jubilación, otras de las acciones que realizó el reverendo en favor de los homosexuales fue invitar a su iglesia a un ginecólogo y a un psicólogo para que ofrecieran conferencias a sus fieles. «Quería que la gente entendiera que la homosexualidad no es una enfermedad ni un vicio».

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«Se confunde el mensaje del cristiano con el odio. El odio tiene que ver más con un sentimiento que con una expresión», dice, sin inquietarse, Sandy Cansino, presidente de la Unidad Pastoral en La Habana. A los 45 años, Cansino se ha vuelto un personaje rechazado por los activistas de la comunidad lgbt en Cuba. No hay día que pase que no se pelee en las redes sociales con varios de ellos. Su perfil en Facebook es un campo de batalla, un ring de boxeo. Es, de algún modo, la insignia del evangelismo virtual, su seña y escudo. Es mulato, corpulento, usa espejuelos y todo el tiempo expone su criterio, dice lo que cree sin temor al debate. Sentado en uno de los bancos de madera del templo de la Liga Evangélica de Cuba expone: «A la comunidad homosexual le digo que Cuba es un paraíso para ellos. Les han abierto las posibilidades para que estén presentes en la cultura, en el arte, en la televisión, tienen participación social. No encuentro la discriminación por ningún lado». Este es el eje de una teoría que ha elaborado con el paso de los años. Cansino cree que «desgraciadamente, Cuba es un país pobre y los aliados se le están cerrando, por eso está buscando dinero por todas partes y la onu tiene mucho para emplearlo en los derechos de los homosexuales».

Según el pastor, personas que están en el más alto nivel del gobierno lo mantienen informado. Sus fuentes le han dicho que «Cuba se está preparando para ser un lugar donde puedan venir a operarse los gays, para volverse un paraíso, un sitio donde la ciencia esté en función de la diversidad». Una situación que le provoca irritación, que lo enfada hasta más no poder. Cansino piensa que los cubanos están dejando de ser cubanos porque están importando la cultura y las costumbres europeas. De algún modo, asocia la homosexualidad con una conducta europea; la expresión de libertad sexual con una imposición social. «Esto se ha vuelto una isla de turismo sexual. Homosexuales mayores están viniendo a tener relaciones con jovencitos. Es un panorama terrible. Si se legalizan estas medidas para los gays, se instaura también la prostitución en Cuba. Por eso es que están creando estos servicios de salud», opina Cansino. Entre las cosas que le han informado sus fuentes, según el pastor, se encuentra la construcción, por primera vez en la nación, de un hotel destinado a la comunidad lgbt. Y está en lo cierto, pues a mediados de este año la compañía Muthu Hotels & Resorts, en colaboración con Gaviota –un grupo empresarial de las Fuerzas Armadas– tiene previsto abrir un hotel cinco estrellas plus en Playa Playuela, Cayo Guillermo. «La Revolución nació porque íbamos a ser el burdel de las Antillas. Ahora estamos retrocediendo a ese nivel. Toda la evolución que se ha alcanzado, tras miles de años de humanidad, hoy ya no sirve. La ideología de género no ha sido efectiva en el poco tiempo que lleva de existencia», dice Cansino.

Con respecto a la aprobación de la reforma constitucional y la entrada en vigor del artículo 82, el pastor evangélico cree que «es ambiguo» y «puede repercutir en el futuro de una nación». Como la mayoría de los cristianos que se oponen a la homosexualidad, asume que Mariela Castro es la gran culpable «de lo que está ocurriendo en el país con respecto a los gays». «Lo que ha sucedido es porque ella es la hija de Raúl Castro. ¿Por qué no se ha manifestado contra el sistema político cubano que es heteronormativo y nos satanizan a nosotros?». El líder evangélico dice estar cansado de «los ataques infundados» de Mariela Castro, de la comunidad lgbt y de la Seguridad del Estado. Dice que todos siempre argumentan lo mismo, sin razón, sin convencimiento: que la iglesia es contrarrevolucionaria, que recibe dinero del exterior para sus campañas, que la Central de Inteligencia Americana (cia) está detrás de ellos moviendo los hilos. Las últimas cinco veces que Cansino ha salido del país han sido un embrollo. Lo han sacado de la fila de migración, le han quitado el pasaporte, lo han llevado a interrogatorio. «No tengo ningún misterio, me tienen montada una guerra psicológica. El Señor es el que me da fuerzas para salir adelante», afirma. Según explica, la comunidad evangélica internacional tiene la vocación de servir en todo el mundo. Es por ello que recibe dinero para sus proyectos comunitarios y que solamente lo pone en función de ese fin. Algunos de esos proyectos son ayudar económicamente a los payasos terapeutas de los hospitales infantiles o a los damnificados de los desastres naturales. Uno de los mayores reclamos de los cristianos en Cuba es que el gobierno los autorice a realizar una manifestación pública, como la comunidad lgbt, que celebra todos los años una jornada dedicada a la lucha contra la homofobia y la transfobia. «Nada de lo que hemos hecho se ha hecho con autorización del gobierno. Si ellos tienen una marcha, que nos den una también a nosotros. ¿Cuál es el miedo? Si ningún cristiano ha ido a tirarles piedras, a tirarles una bolsa con estiércol. Ellos sí son capaces de hacer cualquier cosa».

En la contienda virtual que sostiene Cansino cotidianamente con activistas lgbt, ha salido a relucir un rumor punzante. El pastor ha hecho caso omiso, se ha pasado con ficha para evitar una polémica encendida que lo haga perder los estribos. Pero es un dato que sus rivales manejan como un as en su contra. Dice que el hecho de que utilicen el discurso de que su hija es lesbiana es una bajeza. «No tengo problema alguno con el camino que puedan coger cualquiera de mis dos hijos. Son adultos y escogen lo que quieran, no controlo sus vidas íntimas. Los eduqué con principios para el beneficio social. Que me digan eso es una bajeza digna de las personas que lo dicen».

Cansino alega que es «el colmo de la desfachatez» que los activistas quieran quebrarlo utilizando esa arma filosa, y que, por esa misma razón, a pesar de estar abierto al diálogo, ha tenido que bloquear a algunos en las redes sociales. «Cuando me escriben por privado, me ofenden, me dicen malas palabras, me amenazan, pero lo tengo todo guardado por si un día me pasa algo. Si tú eres hombre, hombre, no armas ese chisme; entonces, es que estás a punto de ser homosexual».n n n

Cuatro o cinco meses fue lo que duró. No más. Ese tiempo le bastó para hartarse. «Mucha hipocresía, mucha mentira, vergüenza me daban mis hermanos, me cansé», dice de carretilla Roberto Ramos, sin tomar apenas aire. Ramos es un artista visual de 43 años. Está sentado encima de una patineta de skateboard en el estudio de tatuajes La Marca, en La Habana vieja. Tiene el pelo largo y lo lleva recogido como un samurái, es delgado como un palillo de dientes. El paso del tiempo no ha cambiado su estilo de vida.

Hace 25 años, Cuba padeció los peores días de su historia. El campo socialista se había desplomado y la isla dejó de amamantarse con las importaciones que llegaban en cantidades industriales desde Europa del Este. El pib se contrajo en 36%. «No había nada que hacer, no había actividades en la calle, no había conciertos, no había nada, mucha hambre y mucho aburrimiento era lo que había». Entonces, un día, su hermano menor, que de vez en cuando iba con unos amigos a pescar a Tarará, un balneario al este de la ciudad, lo invitó a que lo acompañara a su casa de estudio religioso. Llegó al culto, entró, conversó y no le desagradó la idea. Empezó a acudir. Poco tiempo después se bautizó en la iglesia de Marianao.

«Los pastores se sienten con un poder sobre uno, tienen mucho ego y se les olvida para qué uno va a la iglesia». Se queja de que «se supone que para aceptar al Señor o a Jesús Cristo como salvador, hay que cambiar el modelo de vida, pero ellos no se conforman con la transformación espiritual del ser». En su iglesia, a Roberto Ramos le empezaron a cuestionar su manera de vestir y el largo de su pelo. Los pastores, además, sostenían que la homosexualidad es un pecado y que en la iglesia abundaban los gays «convertidos», las personas que después de aceptar a Jesús dejan, por obligación y conciencia, de tener relaciones con otras personas de su mismo sexo, porque «Dios los aborrece». El artista comenzó a observar por todas partes actitudes machistas que dejaban a las mujeres en un segundo plano, y que había cultos destinados a enjuiciar sus comportamientos. «Discriminaban a la gente, la transformación también tenía que ser física y yo seguí con mi pinta grunge. Decían que es un plan divino, pero parece que el plan divino era que yo mintiera y dijera que Dios me había cambiado. Me fui apartando y me cansé». Ramos cree que la relación que deben tener los creyentes con la religión es personal y que no debe estar mediada por los pastores. A él, que fue evangélico, no lo toma por sorpresa la posición de algunos de los cristianos hoy en Cuba. «De la iglesia no se puede esperar una inclusión de derechos y eso me reafirma mi decisión de haber salido, fue una de las cosas más sabias que hice en mi vida».

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«No estoy en contra de que cada cual tenga derecho a tener su propia fe y adorar a su propio dios, pero de lo que sí estoy en contra es de la propagación del odio y del proselitismo desvergonzado de la Iglesia, en sus maquinaciones y manipulaciones», dice Idania del Río, diseñadora y una de las dueñas de la tienda de diseño Clandestina. A los 37 años, Idania está enfadada. La campaña desplegada por una parte de la iglesia evangélica cubana la llevó a ingeniarse una pequeña serie de ilustraciones que cuelga en Facebook y que está destinada a desacralizar la visión cristiana sobre las relaciones entre personas del mismo sexo.

Entre ellas están una cruz que rompe la estrella de la bandera de Cuba; Dios, que siendo alumno en un instituto de diseño, es rechazado por su profesor porque solo se le ocurren ideas entre personas heterosexuales; Dios que quiere escuchar música y los dos plug de su dispositivo son machos. Cuando los evangélicos inundaron las calles con sus carteles, Idania y un grupo de activistas respondieron. Tomaron los propios carteles que los religiosos difundían y los transformaron. Sustituyeron la expresión «diseño original» por «diseño cubano», a la silueta de hombre y mujer entrelazados le agregaron cuatro composiciones más: mujer-mujer, hombre-hombre, mujer-hombre-mujer, hombre-mujer-hombre. Y añadieron una frase: «Una familia muy original». Imprimieron miles de ellos y los distribuyeron en la propia tienda y en la red de activistas de la comunidad lgbt. «Estoy sorprendida del poder que ha alcanzado la iglesia evangélica en Cuba. Ha crecido aprovechándose de las carencias económicas de los barrios pobres, los lugares donde el Estado ya no llega. Van ahí y le dan comida a la gente, le dan dinero y los hacen suyos», dice Idania.

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«La libertad tiene muchos riesgos», reflexiona Marta María Ramírez. Su expresión viene precedida de una anécdota: «Varios amigos gays se despertaron en la mañana y tenían a personas en el frente de sus casas, les pegaban carteles en las fachadas de sus hogares». Eran evangélicos. Cuando se inició la potente campaña pública de un sector del evangelismo para manifestarse en contra del matrimonio igualitario, muchos activistas de la comunidad lgbt pidieron la intervención estatal. Marta María, 42 años, activista y periodista, no lo tenía claro. A pesar de ser una de las voces que más han peleado en el país en los últimos años por los derechos de los homosexuales, la situación le creó un conflicto.

«Son discursos ultrafundamentalistas cargados de expresiones de odio. Por un lado, sé que son discursos muy riesgosos y sé adónde pueden llegar, pero, por otro lado, no se puede pedir la intervención estatal para quitarles sus libertades. No me cabe en la cabeza darles libertades a unos para quitárselas a otros. Ese es otro riesgo», señala la activista.

Isbel Díaz, fundador de Abra, centro social y biblioteca libertaria, también es activista lgbt y opina sobre el asunto: «Ha sido el resultado de un pequeño intento de jugar a ser democrático, el gobierno se ha encontrado con algunas fuerzas de la sociedad civil que han expresado abiertamente su postura convirtiéndose en un peligro para el poder».

«Es más importante mi libertad como ciudadano que el matrimonio. No sabemos hasta dónde llega la libertad de expresión, hasta dónde llega la libertad de mis derechos. Hay que mirar hacia las tradiciones de luchas en Latinoamérica y cuestionar a la democracia en sí», argumenta en favor de la manifestación pública. Una de las últimas actividades que organizó la comunidad lgbt antes del referéndum constitucional, para pronunciarse a favor del matrimonio igualitario, fue Cubacolor, una movilización promovida por activistas que se citaron en el parque John Lennon del barrio del Vedado.

La idea fue vestirse con los colores de la bandera del orgullo gay, enrollarse en ella, pintarse el cuerpo, decir «aquí estamos» ante la sociedad. Lidia Romero, activista de 49 años, lo explica así: «No queremos agredir a la Iglesia, queremos que nos respeten. Quisimos hacer presencia, porque el cuerpo es político. Una manera de expresarnos desde lo pacífico».

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«Las iglesias están difamando y no podemos permitirlo. Están diciendo cosas como que el sistema de educación va a empezar a enseñar a los niños a masturbarse, a ser homosexuales. Hay que hacer algo», dice preocupado Jancel Moreno, de 20 años. Estaba cursando el segundo año de la carrera de Medicina en la provincia de Villa Clara cuando lo empezaron a perturbar los mensajes y las manifestaciones de los evangélicos en La Habana. «Hay que salir de las redes sociales», se dijo. Pensó un par de ideas y las compartió en Facebook con la comunidad lgbt. Una de ellas era organizar una «besada» ante la Iglesia Metodista Universitaria del Vedado. El joven viajó a la capital. Sin bajarse del ómnibus que lo transportaba, sonó su teléfono móvil. Era la rectora de su universidad.

—Tengo que verte esta noche a las 8 pm en mi oficina —escuchó.—Profesora, no voy a poder, estoy en La Habana.

Después de un impasse, la rectora le ordenó que fuera de inmediato a la sede del Ministerio de Salud Pública, que lo iban a estar esperando. Cuando el joven llegó, lo recibió una médica en compañía de dos agentes de la Seguridad del Estado. Le comunicaron que habían revisado su perfil en las redes sociales y que habían detectado una convocatoria para una manifestación pública, que eso era ilegal en el país y que amén de estar fuera del marco de las leyes, el acto se podía prestar para que se sumara a la contrarrevolución; le advirtieron, además, que la iglesia podría reaccionar violentamente. La convocatoria se desinfló. Solo unos pocos activistas pudieron llegar hasta los predios de la iglesia de 25 y k para besarse y tomarse fotos delante de las pancartas en contra del matrimonio igualitario.

Ahora Jancel Moreno tiene otra idea: maquillarse, llenarse el rostro de golpes, de moretones, enrollarse en la bandera del orgullo gay, preparar un cartel que diga «No más odio», darle la mano a un amigo, subir por la calle 23 del Vedado con una flor blanca y depositarla en la puerta de la iglesia.

sábado, 23 de febrero de 2019

Cuba: crónica de una Constitución anunciada

Cuba tiene una nueva Constitución. Más allá de los cambios y de las continuidades, la pregunta es qué cambiará en la vida ciudadana. ¿Cómo y por qué se aprobó el nuevo texto constitucional que regirá los destinos de los habitantes de la isla?

Tal y como siempre ocurren las cosas en la política posrevolucionaria cubana –sin sobresaltos y con finales predecibles– el referéndum del pasado 24 de febrero refrendó una nueva Constitución para la República. Solo que lo hizo, fiel al signo de los tiempos, de una manera particular.

A lo largo de su historia republicana, iniciada en 1902, Cuba había conocido tres Constituciones. Aunque se redactaron en circunstancias históricas muy diferentes, todas cerraban ciclos revolucionarios (un recurso político usual en la historia cubana) y estuvieron precedidas por lo que Roberto Gargarella y Christian Courtis, en su libro El nuevo constitucionalismo latinoamericano, denominaron «momentos constitucionales» muy densos en que las elites acordaban nuevas condiciones y las poblaciones esperaban beneficios.

La última de estas Constituciones (1976) cerró el ciclo revolucionario de 1956-1965. Su contenido era muy similar a la Constitución de la Unión Soviética estalinista de 1936. No fue el resultado de un debate democrático de la naturaleza que acompañó a las precedentes. Pero habría que reconocer que se produjo en un contexto marcado por grandes expectativas en el marco del llamado «proceso de institucionalización» y de la inserción económica en el bloque soviético. Obrando en función de las circunstancias, la eite posrevolucionaria sometió el texto constitucional a una consulta nacional controlada y a un referéndum que le otorgó al proceso cuotas significativas de legitimidad. Desde la década de 1990 –desparecidos los pivotes económicos e ideológicos de la postrevolución subsidiada por el bloque soviético– esa Constitución fue sometida a varias reformas o anuncios de ellas, lo que evidenció su deterioro como Ley de leyes. En 1992 se produjo una reforma sustancial (algunos hablan de una nueva Constitución) y una década después se le agregó una tremebunda clausula pétrea que decretaba la inamovilidad del sistema político, posiblemente el último legado de Fidel Castro en el poder.

La nueva Constitución –que deberá ser promulgada en un plazo de pocos meses– no tuvo el glamour de las precedentes. No fue anunciada como el inicio de una nueva época sino simplemente como una puesta al día legal respecto a los cambios ocurridos y reconocidos como legítimos por la elite. Y, en consecuencia, ha sido un «momento constitucional» cansado, sin las expectativas de los anteriores. Y esto es, sin dudas, algo curioso. Porque se trata de la primera Constitución cubana que no se deriva de una disrupción revolucionaria.


La sociedad y el momento constitucional

El momento constitucional se inició a mediados de 2018, cuando una comisión designada por el Partido Comunista presentó una propuesta a la Asamblea Nacional que, tras algunas enmiendas, la sometió a consulta popular. La consulta se realizó mediante asambleas barriales controladas y sus resultados fueron compactados por comisiones estatales, de forma tal que sus resultados nunca explican exactamente qué sucedió. Según el periódico oficial Granma, se produjeron 133.681 asambleas y se hicieron 783.174 propuestas que incidieron en 760 cambios sobre 134 artículos. La mayor parte de estos cambios fueron muy formales: la modificación de una palabra o de una frase. Los cambios solo resultaron sustantivos en la eliminación de algunas cláusulas progresistas –como un controvertido artículo 68 que abría espacio para un reconocimiento del matrimonio igualitario– o en la incorporación, tras un intento de quitarlos, de atavismos como el que consigna como meta constitucional el arribo al comunismo. La discusión barrial del texto, por consiguiente, sirvió para ultimar detalles, derribar puntos fuertes de disenso que pudieran afectar el voto plebiscitario y socializar los contenidos.

Concluido este proceso, se abrió una etapa de dos meses en la que los cubanos pudieron leer la versión final del texto y alimentarse con una campaña en torno a la votación. Teniendo en cuenta que se trataba de un referéndum con dos opciones, hubiera sido razonable que cada una de ellas hubiese sido publicada y debatida. Pero no fue así: hubo una sola campaña permitida: la del «Sí» a la nueva Constitución. Todas las opiniones negativas fueron prohibidas y sus sustentadores fueron reprimidos. El momento constitucional, por consiguiente, fue escorado y unilateral. En términos democráticos, fue un «antimomento».

Lo curioso es que, a pesar de la represión y de la coacción, hubo grupos que lograron manifestarse públicamente –aunque fuera en los márgenes de los espacios virtuales– en contra de la aprobación de la Constitución. Ello habla de campos políticos emergentes que están remodelando la esfera pública cubana por fuera del sistema.

Un primer campo ha estado conformado por las iglesias. La jerarquía católica –regularmente condescendiente con el poder político– dio un paso de ruptura sobre la base de que «el cristiano no puede ser obligado a someterse a una concepción de la realidad que no corresponda a su conciencia humana iluminada por la fe». Esto se expresó en discrepancias con varios puntos del texto constitucional, en particular con el monopolio del poder por el Partido Comunista, con el matrimonio igualitario (al final no incorporado) y con la exclusión de la comunidad emigrada de derechos ciudadanos. Las iglesias evangélicas –una novedad en el escuálido espacio público cubano– no solo se manifestaron verbalmente con igual fin, sino que sacudieron algunos barrios donde organizaron actos públicos. Aunque no se manifestaron explícitamente por el «No», lo hicieron implícitamente y proclamaron el rechazo al matrimonio igualitario como un principio innegociable.

El campo reformista consentido, que se expresa públicamente a través de varias páginas webs como Cuba Posible, El Toque, la Joven Cuba y algunas otras producidas en la emigración, tampoco adoptaron posiciones explícitas. En algunos casos –como el de la influyente Cuba Posible– no dudaron en elogiar lo que denominaron «numerosas virtudes del nuevo texto» y hasta sugirieron un voto positivo. Sin embargo, hay que reconocer que desde esos espacios se produjeron interesantes análisis, en algunos casos de muy altos quilates intelectuales y políticos que indujeron a la reflexión crítica sobre el documento constitucional.

Finalmente, la oposición –agrupada en pequeñas organizaciones ilegales y reprimidas– se pronunció en contra del referéndum, pero de dos maneras diferentes. El sector más moderado –compuesto, entre otros, por la Mesa de la Unidad Democrática y la Unión Patriótica Cubana– abogó por el voto negativo, mientras que los grupos más radicales –agrupados en el Foro por los Derechos y Libertades– promovieron la abstención.

El resultado plebiscitario

En un escenario tan desigual no sorprende que la nueva Constitución haya sido aprobada de manera contundente. De un padrón de más de 9 millones de personas, no votaron 1,4 millones. Y de los que votaron (el 86%), 4% votó en blanco o nulo. Además, el 9% (706.400 personas) votó «No». Al final, la Constitución fue aprobada por 73% de los votantes potenciales y por el 87% de los efectivos.

Una primera reacción ha sido magnificar la cantidad de personas que no siguieron la indicación del Partido Comunista de votar «Sí» y creer que el 27% un tercio de los cubanos quisieron repudiar la Constitución o al sistema que representa. Pero ello no pasa de ser una lamentable confusión del deseo con la realidad. Una inmensa mayoría de los cubanos no está dispuesta a desafiar al Partido Comunista, ni siquiera en la soledad de una cabina electoral. Y nada indica que quienes no votaron o lo hicieron negativamente lo hayan hecho repudiando al sistema. Había muchas razones –por ejemplo, la homofobia– para votar en contra, y siempre hay muchas para abstenerse. De hecho, el porcentaje de abstención no es diferente al que se ha reportado históricamente en los últimos años en elecciones locales y generales.

La otra ha sido magnificar la aprobación, con los mismos resultados engañosos. Aquí se abulta el dato de la aprobación afirmando que 86% voto «Sí». Pero las más de 700.000 personas que rechazaron explícitamente el texto indica un nivel de desafección nunca antes conocido en la abúlica política cubana. Se trata de algo más que de esa «inmensa minoría» moral a la que había aspirado tradicionalmente la oposición y con la que el sistema puede jugar a la invisibilidad. Pero es más difícil hacerlo con más de medio millón de personas. Los tiempos políticos cambian y las diferencias pueden mostrarse con un simple contraste. En el referéndum para aprobar la Constitución de 1976 votó 98% de los electores y 97,7% lo hizo favorablemente.

Si la elite política cubana tiene buenos asesores, alguno debe estar susurrándole al General Raúl Castro que el escenario está cambiando y que deberá seguir cambiando con los constreñimientos económicos debido a la pérdida del subsidio venezolano y las dificultares crecientes de los cubanos para emigrar a Estados Unidos y acogerse a un régimen favorable de incorporación.




¿Una Constitución para los nietos?


No se pueden desconocer los aspectos positivos de esta Constitución. Hay más espacio para la actividad económica privada, un mejor enunciado de derechos, la aceptación de la doble nacionalidad, un régimen político más desconcentrado y avances descentralizadores en beneficio de los gobiernos locales. Pero se trata de una Carta Magna cocinada en el fogón del pacto de militares y burócratas partidarios en 2009 y amenazada por las nuevas presencias conservadoras en la sociedad cubana. Es una Constitución rezagada respecto, por ejemplo, al constitucionalismo latinoamericano más afín ideológicamente. Nace, en consecuencia, en plena contradicción con la maduración de una sociedad cubana más compleja y plural.

Por un lado, el texto no resuelve –ni siquiera lo intenta seriamente– el asunto de la democracia. Ciertamente este no es un tema explícito, sea porque la cultura política cubana es muy autoritaria o porque ello tiene un costo muy alto. Pero la cuestión está implícita. La sociedad asume nuevos actores y recupera identidades sepultadas por el monismo político, que se expresan en ocasiones de manera anómica y generan una situación que complica las pautas básicas de la propia gobernabilidad. El régimen político sigue siendo regido por un vértice incontrolado, con elecciones indirectas, la oposición reprimida y una sociedad civil maniatada.

Por otro lado, tampoco resuelve un tema clave: la transnacionalidad de la sociedad cubana. Un alto porcentaje de los cubanos cubana vive fuera de Cuba. Buena parte de ellos practica la movilidad circular como la descripta por Alain Tarrius para las sociedades transfronterizas. Ella constituye un segmento muy dinámico, tanto cultural como económicamente, lo que le ofrece a la sociedad cubana nuevas expectativas y oportunidades. Pero la nueva Constitución sigue dejando a Cuba en la retaguardia latinoamericana, al no reconocer los derechos ciudadanos a los emigrados.

El presidente Miguel Díaz-Canel, en un desborde de euforia atemporal, aseguró que se había aprobado una Constitución para los nietos de los actuales votantes. No creo que sea un vaticinio razonable. En realidad, los cubanos aprobaron una Constitución de corto plazo, mediocre, angustiante para una isla que se está despoblando en términos absolutos. Se requiere algo más audaz. Y no parece que podamos esperar a los nietos.