jueves, 25 de junio de 2020

¿Por qué la disidencia es irrelevante para los cubanos de a pie?

El activismo opositor es incapaz de tender puentes con los cubanos que desayunan café sin leche. Protagonismos desmedidos, represión y una estrategia política fallida son algunas de las causas.

Daniela Sarmiento, 61 años, ha agotado todas las opciones legales con instituciones del Estado para tramitar una nueva vivienda. Reside con sus tres hijos en una casa agrietada que debido a los derrumbes parciales de techos y paredes pone sus vidas en peligro.
"Desde 1988, a raíz de la construcción de un refugio antiaéreo que construyó el Gobierno en la cercanía de mi casa, se dañaron los cimientos. Por acá han pasado especialistas de todo tipo. Evalúan de inhabitable la vivienda, pero nadie resuelve nada. Le he escrito cartas al presidente del país, la Asamblea Nacional y las Fuerzas Armadas. Pero mi caso sigue sin solución", señala.
Cuando usted le cuenta que hay grupos disidentes que pueden asesorarla, la mujer abre los ojos y dice: "¿Pero qué pueden resolver esa gente, (opositores) si ellos son tan víctimas como nosotros?".
En El Calvario, un villorrio de calles polvorientas y casas bajas al sur de La Habana, la abogada disidente Laritza Diversent desde el otoño de 2010, gestiona una consultoría jurídica que atiende alrededor de 140 expedientes de personas humildes que han agotado todas las vías legales.
Debido a las anacrónicas leyes cubanas, Diversent y su grupo de juristas no pueden representar a sus defendidos. La única opción es asesorar.
"El 80% de los casos que atendemos son de personas que no son disidentes. Gente muy pobre que sienten que los tribunales o las instituciones estatales no los representan", señala Diversent sentada en la sala de su casa reconvertida en oficina. Excepto los colectivos de abogados independientes y unas pocas estrategias opositoras para conectar con el cubano de a pie, los líderes disidentes viven en otra dimensión.
La autocracia de Raúl Castro ha secuestrado los reclamos de la oposición, hábilmente. Las primeras facciones de activistas demócratas, surgidas a mediados de los años 70, reivindicaban espacios que discretamente el Gobierno verde olivo ha ido implementando.
No fue en una sesión del monocorde parlamento cubano, en un editorial del periódico Granma o en un debate sindical, donde se reclamó la apertura de nichos de trabajo privado, acceso a internet, compra y venta de casas o autos, poder viajar al extranjero y la eliminación del apartheid turístico.
Fueron los opositores pacíficos y los periodistas independientes los que alzaron esas voces. En sus escritos y en documentos como "La Patria es de todos". Por exigir aperturas y cambios políticos, cientos de disidentes, comunicadores alternativos y activistas de Derechos Humanos han ido a la cárcel o al exilio, entre ellos los 75 de la Primavera Negra de 2003.
Muchas de esas demandas hoy forman parte del paquete que el Gobierno del general Raúl Castro vende como "actualización del modelo económico cubano", anotándose un triunfo político al presentarse como reformista.
Los méritos incuestionables de la disidencia en Cuba no se pueden soslayar. Es una proeza ser opositor en una sociedad totalitaria donde se reprime a quienes piensan diferente y no tienen espacio legal para desempeñar su labor.
Ellos pudieron ser apacibles abuelos, padres o madres que leen al mediodía la aburrida prensa nacional y cuidan de sus hijos o nietos. Pero el valor de disentir en una sociedad autocrática no los exime de ser juzgados por su incompetencia.
¿Por qué –le pregunté a un vecino que todas las mañanas se queja del estado de cosas en Cuba– no se enrola usted en un grupo opositor?
"Aparte del miedo, yo siento que la disidencia no cubre mis expectativas. No los veo charlando con la gente de la comunidad para conocer sus problemas. No tienen una estrategia que ponga al Gobierno contra la pared, sólo hacen denuncias de represión, que pueden ser importantes, pero lo que afecta a todos los cubanos, pensemos como pensemos, es la baja calidad de vida, una infraestructura caótica y ver de qué manera resolvemos la comida del día. Las libertades políticas son primordiales, pero no se comen", confiesa.
En esa misma cuerda piensa Yamil, un taxista habanero. "Creo que están más para el show mediático que para comunicarse con los cubanos de a pie, que somos los más jo... La mayoría ni siquiera trabaja. El 90% de la gente en Cuba coincide con los reclamos disidentes, pero ellos no han sabido ganarse a las personas. Su trabajo no va en esa dirección".
Raudel, estudiante universitario, hace una comparación: "Tú ves en la calle a denominaciones religiosas, como los Testigos de Jehová que son perseguidos por el Gobierno, haciendo proselitismo casa por casa. La disidencia se limita a reunirsehacer discursos y viajar al extranjero".
En los últimos 25 años, excepto el Proyecto Varela, de Oswaldo Payá Sardiñas, que logró 11.000 firmas ciudadanas, las estrategias disidentes no cuentan con apoyo popular. El excesivo protagonismo de algunos tampoco ayuda.
Cada líder opositor gestiona sus proyectos como si fueran de su propiedad. La falta de transparencia, la intolerancia y los chanchullos los condenan a tener un magro desempeño.
Ocho de cada diez cubanos quieren cambios y no solo económicos. La gente también desea más libertades. Pero no son muchos los opositores que están por la labor de atenderlos. Es una tarea ingrata caminar bajo el sol y sin reconocimiento público.
Pero esa labor silenciosa es la que suma partidarios. Cuando sean capaces de convocar a una marcha con 10.000 personas el régimen los tomará en cuenta.
No hay que convencer a Estados Unidos ni a la Unión Europea del desastre económico y la falta de libertades en Cuba. Es a los vecinos a quienes hay que decirles que una sociedad libre y desarrollada depende de ellos.

ACLARANDO DUDAS Llama la atención, que quien se “sacrifica” subversivamente dentro de Cuba, rara vez, ve llegar el auxilio del “exilio”.

DEFINICIÓN DEDISIDENTE

En nuestro trabajo por responder a las interrogantes planteadas, citaremos algunos ejemplos, que nos permitirán ilustrar las afirmaciones. Aunque los casos son innumerables, evitaremos abusar de ellos.

Pero ¿qué significa ser disidente en Cuba? Veamos luego de su significado tres factores que caracterizan a los disidentes en la isla: el negocio, la cantidad y la calidad de sus integrantes.

Veamos a continuación algunas explicaciones sobre la palabra disidente, de tal manera que nos permitan formarnos un concepto más completo.

Dicho sencillamente, Disidente es quien diside. Disidir, por su parte, es separarse de una doctrina, creencia o conducta común. El concepto suele utilizarse con connotación política para nombrar a la persona que decide separarse de la comunidad o del partido del que formaba parte. El disidente deja de reconocer la legitimidad de la autoridad a la cual debía sometimiento.

Un disidente o grupo disidente, en un término general definido, es una persona u organización que, por diversas razones, está en desacuerdo con una política, doctrina o directriz establecida en un estado u organización, sea en lo político, religioso o institucional, que lleva a desacatarla y hasta desafiarla.

Uno de los usos más frecuentes del término aparece en los regímenes totalitarios para hacer referencia a aquellos que ejercen una oposición al sistema político y social imperante. Los disidentes suelen ser perseguidos, censurados, encarcelados, torturados e incluso fusilados por las autoridades.

Las consecuencias de la disidencia en ciertos países son brutales; pero, como en toda situación extrema provocada por el ser humano y su mala interpretación del concepto de libertad, surgen actos heroicos de personas que se atreven a enfrentarse a los grandes monstruos, poniendo en riesgo sus vidas para resolver problemas que afectan a toda una población, o al mundo entero.

Un concepto muy relacionado con la disidencia política es el derecho a la resistencia, el cual se reconoce a cualquier pueblo que se vea sometido a un gobierno no democrático (de origen ilegítimo).

La disidencia cubana es el conjunto de activistas cubanos opositores al régimen establecido en 1959 tras la Revolución cubana. Habitualmente han existido figuras individuales que mantenían una postura disidente, pero no ha sido hasta los años noventa, cuando estos ciudadanos se conformaron en grupos de oposición política al gobierno del país. Estos piden cambios en Cuba generalmente de manera pacífica. 

Varios de sus dirigentes y miembros han sido encarcelados en Cuba, acusados del delito de peligrosidad social, y han manifestado haber sido hostigados. Según este colectivo y diversas asociaciones, muchos de ellos fueron procesados por el hecho de ejercer su derecho a la libertad de expresión. Otros han optado por la opción de partir al exilio.

Los gobiernos de Fidel, Raúl Castro y Miguel Diaz-Canel acusan a los que están en el exilio de estar implicados en actos terroristas, y a los que se encuentran en el territorio nacional de ser "mercenarios del imperialismo estadounidense".

Surgen las preguntas: ¿Quiénes son los disidentes cubanos? ¿Cuál es el trabajo que realizan? ¿Qué motivaciones los llevan a disentir? ¿Cuál es la conducta del disidente?

Sobre la figura del disidente cubano, los grandes medios han creado una serie de falacias y han terminado invisibilizando y ocultando la realidad. De ahí que sea necesario abordar ese problema -el de la disidencia-, a partir de las investigaciones y no de los discursos periodísticos.

El negocio de la disidencia: 

¿En qué consiste el negocio? En que, quien se opone al Gobierno cubano, obtiene de parte de la Sección de Intereses de Norte América (SINA) en La Habana o de los grupos del “exilio” en Miami, un viaje o una recompensa económica en dólares o en especie: pero no todos tienen acceso a eso, hay quienes ni se enteran que su presidente resive ese dinero, y no resiben nada.

En este negocio existen los peces pequeños y los peces grandes (tiburones); los de los regalitos, son los primeros. Los nuevos ricos en Cuba. Llama la atención, que quien se “sacrifica” subversivamente dentro de Cuba, rara vez, ve llegar el auxilio del “exilio”. 

Santiago Echemendía Orsini, estuvo preso 17 años. Al referirse a su reclusión dice: 

“El presidio siempre ha constituido un punto para hacer política contra la Revolución. El gobierno norteamericano no tenía interés en sacarnos porque presos podíamos ser objeto de propaganda en contra de Cuba”. Y sobre el uso que hacen los grupos de Miami de ellos -en su condición de presos-, señala: “Un motivo para recoger dinero con el pretexto de realizar campañas con las que van a lograr nuestra libertad... Hay gente en Miami que tiene interés en que los presos no sean puestos en libertad. Eso no es ningún secreto. Pues nuestra prisión se convirtió en un negocio para esos señores. Nosotros tras las rejas y ellos sacando dólares a nuestro infortunio”.

Los presidentes de organizaciones muchos indomables, Y no me equivocó en el título, muchos se enriquecen su bolsillo y no ayudan a los miembros de su organizacion, porque en efecto se trata de gente silvestre y salvaje. Solamente se puede domar a los animales.

Estos que le roban a sus hermanos de luchas han superado en su “ferocidad” a los animales, porque, nadie los puede domar. Más bien, sucede un fenómeno inverso; aquellos indomables, tienen hoy, domesticado al “dócil”.

Pero no hay que confundir el ser mártir con la “ferocidad”. Esto de la indomabilidad tiene que ver más con la ignorancia, el odio, la ambición y el vandalismo. 

Los medios que en América Latina publicitan a los disidentes cubanos, se abstienen de hablar del negocio y del vandalismo de estos presidentes de algunas organizaciones. 

Yo particularmente, con anterioridad a principios del 2016 en una declaracion a la entrevista al periodista internacional Oscar Hansa, hable sobre este tema en particular, denucie estos actos ilicitos de mi presidente del movimiento en ese entonces, jamas ninguno de sus miembros en esos años que estube ahi resivimos la supuesta ayuda que se nos envia.

Esa gente nada tiene que ver con la política: “utilizan la situación política, pero no suelen ser activistas políticos.

Tipología de los disidentes:

Si pudiéramos hacer una breve tipología de la disidencia cubana tendríamos la siguiente:

1. El que se hace pasar por periodista independiente. En los últimos años ha aparecido en Cuba una gran cantidad de periodistas, sin siquiera haber estudiado periodismo.

2. El que se hace pasar por defensor de los derechos humanos. Si ha habido algo de lo que más se le ha acusado al Gobierno de Cuba ha sido sobre la situación de los derechos humanos. Pero la verdad es que casi no hay defensores, sino oportunistas. Aún así, existen en Cuba personajes disidentes que asumen la defensa de los derechos humanos, A LOS QUE YO LE LLAMO VERDADEROS DEFENSORES.

3. El que prefiere quedarse en Cuba y el que se va a miami a tomarse la coca cola del olvido, muchos se van porque tanta represion politica afecta su vida en general, a su familia a sus amigos y otros cuando resiben ese regalo y se van se toman la coca cola, ya toman la defensa de los derechos humanos como un cero a la izquierda y hay que ser realistas es pura verdad. Muchos oositores que se han ido han logrado lo que querian y dejaron de pensar en su pueblo, en eso por lo que una vez lucharon la libertad. 

De los que se quedan “disintiendo” muy pocos son defensores de los derechos humanos, tal vez muchos de ellos ni siquiera saben lo que significa derechos humanos. Y otros porque prefiere ser cabeza de ratón (en Cuba) antes que cola de león (en Miami). 

Como vimos al principio, ser disidente no era ningún delito. El disidente no aceptaba la autoridad o las leyes de la institución. Eran personas inconformes, que apostaban por algo distinto (se supone mejor). La persona disentía por voluntad propia; disentía porque estaba motivado por otros ideales o por otras creencias. Una actitud así era loable....

miércoles, 24 de junio de 2020

LOS CUBANOS NOS SUMAMOS A ´´ UN MINUTO SIN OXIGENO´´

Ecos de homenajes a George Floyd sacan a relucir situación de presos políticos cubanos y el pueblo en general (UN MINUTO SIN OXIGENO). Los cubanos llevamos sin oxigeno ya 60 años.

Luis Manuel Otero Alcántara, líder del Movimiento San Isidro en La Habana, invita a la convocatoria “Sube tu video #UnMinutoSinOxigenoPorFloyd”.

“La vida de George Floyd se fue apagando durante ocho minutos y 46 segundos, cuando en un solo minuto todo puede cambiar”, “Un minuto te salva. Un minuto te mata. Un minuto te une. Un minuto te conecta. Un minuto te hace libre. Un minuto sin respirar. Un minuto sin oxígeno. Un minuto negro”.

“Cuban Lives Matter”, Las Vidas Cubanas Importan por Todos los cubanos que desde su lucha y/o su corazón buscan y quieren la verdadera libertad de nuestra Cuba´´ 

Solidaridad con las comunidades afrodescendientes y/o negras en Estados Unidos, Cuba y el resto de América Latina y el Caribe
Con mezcla de profundo dolor e impotencia hemos sido testigos en los últimos días del asesinato del estadounidense George Floyd a manos de un miembro del cuerpo policial del estado de Minnesota y también de las subsiguientes manifestaciones de descontento y desobediencia civil protagonizadas por manifestantes en todo el país. Vaya nuestra mayor muestra de condolencia y amor para los familiares y amigos de Floyd y en general para aquell@s miembr@s de las comunidades afrodescendientes y/o negras que han perdido sus vidas en condiciones de abuso policial semejantes, perpetradas esas en diferentes países de las Américas.

Una vez expresados nuestro dolor y empatía, queremos hacer un llamado a tod@s l@s cuban@s que, tanto en Cuba como en la diáspora, nos identificamos como antirracistas para que mostremos nuestro apoyo incondicional a quienes por su visible herencia africana han estado y siguen estando sometidos a crímenes y demonizaciones simbólicas y deshumanizantes.

Desmarcados de toda narrativa que intente relativizar la incontestable injusticia que el asesinato de Floyd supone, deseamos mostrar aquí nuestra voluntad para trabajar con l@s herman@s negr@s en la isla y más allá de sus fronteras para aprender con ell@s, de ell@s, cuáles serían las más efectivas vías para eliminar prejuicios, prácticas y estructuras que nos ayuden a conseguir espacios de convivencia definitivamente armónicos y equitativos.

Atendiendo con humildad y ojo avizor a lo que sucede en los Estados Unidos hoy, nos ponemos a total disposición de activistas y procuradores de afroconciencias que existen ahora mismo tanto en Cuba como en sus espacios transnacionales. Pensar al país en términos democráticos y diversos contiene la demanda inmediata de iniciar estas difíciles conversaciones con las comunidades negras, tan largamente marginadas y hasta hoy abusadas policial e institucionalmente.

Serán conversaciones difíciles porque les adeudamos empoderamientos factuales y la instauración definitiva de un imaginario que no l@s mire y represente desde cotos de jerarquía colonial. Difíciles también porque habría que asumir que nuestra labor sería la del escucha y nunca la del dictaminador. Usar nuestros privilegios en función de una reestructuración profunda de la sociedad es trabajo de tod@s. Para Cuba y sus actores en la sociedad civil esta no es tarea de futuro sino del presente.

Lejos estamos, tal y como ha quedado establecido en el debate público de estos días, de entender la complejidad de la herida que los procesos de colonización y esclavitud han dejado tras de sí en las Américas. Lejos de empatizar sin poner condicionantes previas y hacer denuncias frívolas, acaso falsas, sobre lo que sucede hoy en Estados Unidos. Hay un histórico y conveniente malentendido en el que asumimos que las narrativas de gloria de l@s afrodescendientes en las Américas solo pertenecen al ámbito de la cultura o los deportes y que corresponde al resto de sus conciudadanos consumirlas acríticamente; mientras que a la par sus actos de desobediencia pasan de inmediato al mundo de lo criminalizado y por ende punible.

La imagen de un grupo de mujeres caucásico-descendientes haciendo de sus cuerpos una barrera para que la policía en Louisville no pudiera reprimir a los manifestantes el pasado jueves 28 de mayo es lección aprendida en Selma cuando el nunca olvidado Martin Luther King Jr. en 1965, mientras marchaba a Montgomery, se dejó acompañar por activistas y periodistas blancos para que los primeros golpes que asestara la policía local cayeran sobre sus cuerpos.

Como Estados Unidos, Cuba es un país multiétnico y, de un modo u otro, nos reconocemos como hij@s del cañaveral, de una economía y un orden social que nos puso a algunos a cortar las cañas y a otros a dar los latigazos para que esas cañas fueran cortadas. Pero somos también hij@s de la mezcla entre ambos. Corre por nuestra sangre la del esclavo y la del mayoral. Toca entonces y ahora mismo definir, a cuál de nuestros ancestros queremos socorrer. Acaso a ambos; solo que a uno debemos pararle la mano para que no golpee más mientras que al otro urge, sin preguntas o condiciones, dejarle respirar.


CIDH condena asesinato de George Floyd, racismo estructural, violencia sistémica, impunidad y excesiva fuerza policial contra afrodescendientes en EUA

CIDH expresa enérgica condena por el asesinato de George Floyd, repudia el racismo estructural, la violencia sistémica contra las personas afrodescendientes, la impunidad y el uso desproporcionado de la fuerza policial, y demanda medidas urgentes para garantizar la igualdad y la no discriminación en Estados Unidos

Comisión Interamericana de Derechos Humanos
Washington, D.C. - La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) expresa su más enérgica condena por el cruel asesinato de George Floyd a manos de la policía, la violencia sistémica contra las personas afrodescendientes, la impunidad y el uso desproporcionado de la fuerza policial contra manifestantes en Estados Unidos, en particular cuando se trata de personas afrodescendientes. La Comisión insta al Estado a combatir y erradicar la discriminación racial histórica y otras formas de discriminación a las que han sido sometidas las personas afroamericanas en ese país, y adoptar medidas urgentes para garantizar la igualdad; así como a poner fin a la violencia y a la impunidad policial como elemento sintomático de la persistencia de esta discriminación basada en el origen étnico-racial. La CIDH recuerda que estos patrones fueron expuestos oportunamente en su informe temático Afrodescendientes, violencia policial, y derechos humanos en los Estados Unidos (2018).
La CIDH reafirma que el asesinato de George Floyd (Minessota, 2020), así como los de Trayvon Martin (Sanford, 2012), Michael Brown (Missouri, 2014), Eric Garner (Nueva York, 2014), Tamir Rice (Ohio, 2014), Alton Sterling (Los Angeles, 2016), Philando Castile (Minesota, 2016), Terence Crutcher (Oklahoma, 2016), Breonna Taylor (Kentucky, 2020), así como todos los demás asesinatos de personas afrodescendientes a causa de violencia racial policial, no son hechos aislados de violencia, sino que hacen parte de un proceso histórico y estructural de discriminación basado en el origen étnico-racial en los Estados Unidos, que se manifiesta de manera sistemática. La Comisión observa que estos graves delitos se enmarcan en un contexto de impunidad histórica y de insuficiente o nula rendición de cuentas por parte del sistema de justicia penal y de las instituciones policiales, respectivamente.
La CIDH entiende que la abolición de la esclavitud no acabó con la estigmatización y el tratamiento diferenciado y de exclusión hacia las personas afrodescendientes. En este sentido, el fin de esta práctica inaceptable no llevó la realización plena de los derechos de los afroamericanos –sin distinción de raza, color u origen étnico--, a la igualdad y la no discriminación para estas personas; este proceso sólo puso fin al trabajo forzoso al que estaban sometidas, en tanto que las medidas positivas adoptadas en algunos períodos históricos no han sido suficientes para ayudar a superar las estructuras socioeconómicas y culturales, las cuales configuran la actual situación de discriminación estructural, así como todas y cada una de las doctrinas de superioridad basadas en diferencias raciales que son socialmente injustas, peligrosas y moralmente reprobables.
En distintas oportunidades, la Comisión ha advertido sobre el racismo que permea las instituciones del Estado y se manifiesta en el incremento de casos relacionados con abusos policiales y la práctica de perfiles raciales; la militarización de las fuerzas policiales; la impunidad en los casos de homicidios cometidos por agentes policiales; y el uso excesivo de la fuerza por órganos de seguridad frente a los ciclos de protesta que se ponen de manifiesto por esta razón.
Las consecuencias de la discriminación estructural promueven las disparidades raciales en la práctica de arrestos penales, juzgamiento y condenas a penas de prisión de manera desproporcionada; afectando de manera diferenciada derechos tales como la libertad personal, el acceso a la justicia, la tutela judicial efectiva y la igualdad ante la ley de las personas afroamericanas.
Dado el contexto de discriminación estructural que el asesinato de George Floyd evidencia, las protestas constituyen una movilización legítima, transformándose en la mayor expresión colectiva de reclamo por el derecho a la igualdad y en la lucha contra el racismo en los últimos años, a lo que se suman manifestaciones públicas de solidaridad desde distintas partes del mundo. En ese sentido, la Comisión y su Relatoría Especial para la Libertad de Expresión (RELE) expresan grave preocupación por la estigmatización, arrestos masivos y situaciones de uso excesivo de la fuerza por parte de las autoridades en algunas de las protestas ocurridas en los últimos días en todos los 50 estados de los Estados Unidos. Al mismo tiempo es de aclarar, que el hecho de que algunas personas hayan incurrido en actos aislados de violencia, no vuelve una amenaza al orden público a todo el movimiento social que ha ejercido sus derechos a la libertad expresión, reunión y asociación.
La CIDH y su RELE expresan alarma por el hecho de que estas protestas, que muestra una sociedad civil vibrante y solidaria con la causa contra la discriminación racial en Estados Unidos, sea tildado de “terrorista” o “subversiva”. En ese sentido, hacen un llamado a las autoridades a establecer un diálogo amplio con los manifestantes que reclama medidas efectivas; así también a no criminalizar ni utilizar figuras vinculadas al terrorismo para guiar la respuesta a esta situación.
Del mismo modo, la Comisión y su Relatoría Especial reiteran su grave preocupación por la cantidad de reportes que muestran ataques y detenciones a periodistas que cubren las protestas. Es de destacar que las personas comunicadoras cumplen un rol esencial en el registro de las demandas de quienes se manifiestan, así como en el control de la actuación policial. El Estado debe proteger a los periodistas en el desarrollo de manifestaciones y protestas, en lugar de hacerlos blanco del uso de la fuerza y la confiscación o supresión de registros de sus equipos de trabajo.
La CIDH urge nuevamente a Estados Unidos a combatir la discriminación racial estructural y fortalezca los mecanismos de rendición de cuentas sobre la actividad policial mediante la revisión de la doctrina de la inmunidad calificada (qualified immunity), que obstaculiza la responsabilidad civil de agentes policiales.
Asimismo, la Comisión insta al Estado a que adopte medidas urgentes para investigar, juzgar y sancionar a los responsables por los asesinatos y hechos de violencia racial policial contra personas afrodescendientes, así como a otorgar reparación integral y satisfactoria de forma intercultural. De igual forma, enfatiza la urgencia de adoptar políticas integrales de seguridad ciudadana que combatan el uso de criterios discriminatorios en acciones policiales, a fin de erradicar el perfilado racial y el uso excesivo de la fuerza en consonancia con los principios de igualdad y no discriminación; y que incluyan entrenamiento para los agentes del Estado en esas materias.
La Comisión reitera igualmente la necesidad de avanzar con la adopción de políticas públicas eficaces que promuevan el cambio cultural dirigidas a eliminar el racismo estructural y sistémico, así como a promover la igualdad y la diversidad étnica y racial. Asimismo, recomienda revisar su sistema de justicia para acabar con el racismo estructural, de acuerdo a los estándares interamericanos de seguridad ciudadana. En ese sentido, la CIDH reitera su llamado a Estados Unidos a ratificar la Convención Interamericana contra el Racismo, la Discriminación Racial y Formas Conexas de Intolerancia, la Convención Interamericana contra toda Forma de Discriminación e Intolerancia, así como la Convención Americana sobre Derechos Humanos, subrayando que la ratificación universal de los instrumentos interamericanos es un paso indispensable para el respeto y garantía de los derechos humanos de todas las personas en las Américas.
La CIDH es un órgano principal y autónomo de la Organización de los Estados Americanos (OEA), cuyo mandato surge de la Carta de la OEA y de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. La Comisión Interamericana tiene el mandato de promover la observancia y la defensa de los derechos humanos en la región y actúa como órgano consultivo de la OEA en la materia. La CIDH está integrada por siete miembros independientes que son elegidos por la Asamblea General de la OEA a título personal, y no representan sus países de origen o residencia.

martes, 23 de junio de 2020

Pastor cubano irá a juicio; líderes apostólicos denuncian incremento de represión

Evangelistas en Sancti Spíritus siguen el culto bajo la dirección del pastor Yasser Caraballoso. (Facebook)
En medio de la crisis sanitaria por el coronavirus y la escasez de alimentos en el país, las Iglesias Apostólicas se dieron a la tarea de suministrar, con sus propios recursos, raciones de comida a los más necesitados en sus comunidades, lo que ha provocado más hostigamiento por parte de las instituciones oficiales, denuncian pastores entrevistados por Radio Martí.

El viernes fue detenido en Cabaiguán, el pastor espirituano Yasser Caraballo, quien también es cuentapropista, con licencia de criador de ganado porcino.

Este lunes en la tarde fue liberado bajo fianza y será llevado a juicio por el delito de receptación, así lo informó el propio Caraballo a través del director del Instituto Patmos, el pastor bautista Mario Félix Lleonart.



“Pusieron 1.000 pesos de fianza y pendiente un juicio porque se me acusa del delito de receptación por el simple hecho de comprar 100 sacos de maíz a un campesino”, explicó el pastor.
Las autoridades le decomisaron el maíz y lo forzaron a vender algunos puercos “a cuatro pesos la libra”, añadió.

El líder del Ministerio Internacional Sendas de Justicia, el apóstol Alaín Toledano, destaca el que el delito de Caraballo es haber alimentado a su comunidad con sus propios recursos en medio de la crisis.
“Ahora, en la cuarentena, muchos de sus puercos Yasser los sacrificó y le dio a la gente necesitada en su ciudad”, afirmó Toledano.
Yoel Demetrio, quien preside la Iglesia Misionera de Cuba en Las Tunas, cuenta que ellos tienen un compromiso social, a pesar de la resistencia de las autoridades, quienes responden con más persecución.
“Pudimos asistir a personas que estaban desvalidos. Ellos (las autoridades) lo que no quieren es la membresía de la Iglesia, porque la Iglesia reúne más personas que los CDR (el órgano de vigilancia del régimen, Comités de Defensa de la Revolución), más personas que la federación (la oficialista Federación de Mujeres Cubanas)”, señaló Demetrio.
También en el territorio tunero, Mario Jorge Travieso, líder del Ministerio Viento Recio, afirma que, desde antes del coronavirus, ellos reparten ayuda a los más vulnerables, labor que la policía política califica de oposición al gobierno.
"Estamos en un momento difícil en los alimentos, y la Iglesia está aportando lo que puede", subrayó. Con la represión en respuesta a esta ayuda, el régimen cubano "está dando una panorámica de lo que realmente es, que estamos en una dictadura", concluyó Travieso.
En Santiago de Cuba, Toledano cataloga de “Maquinaria de Maldad” la estrategia de la Seguridad del Estado contra su ministerio. "Toda la gente cercana a nosotros está recibiendo ataques directos de la Seguridad del Estado, tanto en la Iglesia local como en la que tenemos [a nivel] nacional", afirmó.
La Organización Solidaridad Cristiana Mundial, el Instituto Patmos y líderes religiosos en la isla han denunciado que el Partido Comunista de Cuba, a través de su Oficina de Asuntos Religiosos y el Ministerio de Justicia, controlan la mayoría de los aspectos de la vida religiosa en la isla.
El régimen cubano continuó usando amenazas, detenciones, violencia y otras tácticas coercitivas para restringir a ciertos grupos religiosos y las actividades de sus líderes y seguidores, expresa igualmente el Departamento de Estado de EEUU en su Reporte Internacional de Libertad Religiosa correspondiente a 2019.

lunes, 22 de junio de 2020

Black lives matter: Las vidas negras importan en todos los rincones del planeta

Desde nuestro Movimiento -Muddh- nos sumamos a la ola global de solidaridad y denuncia como consecuencia del asesinato de George Floyd en Minnesota, Estados Unidos, tras un nuevo episodio de abuso y racismo policial.

El racismo institucional ha vuelto a golpear a la sociedad estadounidense. Un país en el que la población negra tiene el doble de posibilidades de vivir en situación de pobreza, de morir en enfrentamientos con la policía y de tasa de mortalidad infantil que la población blanca. El asesinato de Floyd ha sido la gota que ha colmado el vaso ante el racismo estructural, la impunidad y el racismo policial.

Esta nueva toma de conciencia colectiva ante el grito desesperado de quienes no pueden soportar más ha de servir para luchar contra el racismo en todas sus formas y en todas las sociedades. No es suficiente quedarse en la prohibición formal de cualquier forma de discriminación por motivos raciales o étnicos: debemos actuar hacia la educación en igualdad, hacia valores de convivencia pacífica, respeto de las diversidades y defensa de los Derechos Humanos, profundizar en políticas públicas y acciones individuales y colectivas encaminadas a conseguir una sociedad verdaderamente justa e inclusiva que erradique por completo cualquier actitud racista desde la base.

Porque el racismo estructural que se esta viendo en Estados Unidos es el mismo que provoca el auge de los discursos xenófobos en la Unión Europea, las muertes y el sufrimiento de miles de personas en el Mediterráneo y en las fronteras europeas a las que llegan huyendo de sus hogares y a las que el viejo continente les cierra la puerta.

Black lives matter, las vidas negras importan, tiene que convertirse en un grito colectivo mundial y una máxima para cualquier persona y sociedad que aspira a ser justa e igualitaria. Las vidas negras importan en Minnesota, en Ceuta, en Melilla, en Lampedusa, en Moria y en todos los rincones del planeta.

domingo, 21 de junio de 2020

El tiempo de la imaginación política

La excepcional crisis del coronavirus abre las puertas a una nueva imaginación política. Es el momento de pasar de una política del miedo a una política del bienestar y el cuidado. Es el momento de pensar un nuevo paradigma desde el progresismo.
La voluntad humana reconquistará un papel significativo. Podremos reescribir las reglas y romper los automatismos. No podemos prever qué formas asumirá el conflicto, pero debemos comenzar a imaginarlo. Quien imagina primero gana.
Bifo Berardi
Una curiosa expresión, tan inquietante como movilizadora, ha invadido el análisis de lo que está ocurriendo y de lo que podría ocurrir con la epidemia de coronavirus: «nueva normalidad». Esta expresión aparenta la forma del oxímoron: de un lado «normalidad» evoca repetitivas inercias, mientras que «nuevo» promete rupturas. En cualquier caso, la «nueva normalidad» contiene una pregunta: ¿cómo será el día después? La pregunta debería ser reformulada: no se trata de representarnos el «después», sino de preguntarnos por los sedimentos de lo que ya está ocurriendo. El «después» no se estima o anticipa como si se tratara de un desenlace deportivo o electoral: el «después» se parece más bien a una reinvención colectiva –no dirigida– que ya está en marcha.


Es en el «después», que ya estamos gestando, donde encontramos la incógnita pero también el combate. La pospandemia no solo es una incógnita, es también un campo en disputa. La «nueva normalidad» es, sobre todo, un territorio en construcción. Porque «normalidad» no remite únicamente a lo normal como «lo frecuente», sino fundamentalmente a lo normalizado. La normalidad, tal como la concebimos y practicamos hasta hace dos meses, está hoy suspendida y, además, puesta en duda. Mientras tanto, se producen desplazamientos en la opinión pública y en las creencias dominantes que subyacen al quehacer político, que podrían estar configurando una nueva normalidad fundada en el cuestionamiento de las (a)normalidades preexistentes.

Un primer aspecto de la discusión, o de la construcción, concierne a la temporalidad de lo que estamos viviendo, a la figura bajo la cual nos representamos este tiempo. ¿Se trata de un paréntesis excepcional y pasajero tras cuyo final se recreará la «normalidad» preexistente? ¿O se trata en realidad de una metamorfosis más profunda y duradera? De forma más o menos honesta, las respuestas que se vienen dando en el debate público mezclan deseos, intereses e ideologías.

La narrativa neoliberal empieza a mostrar, preventivamente, sus dientes frente a los gobiernos empoderados, frente a estos Estados nacionales con renovada centralidad. Sus intervenciones traslucen, sin demasiado disimulo, un claro subtexto: «Cuidado con confundir esta licencia con nueva normalidad». Se sugiere la idea de «atribuciones permitidas»; pero ¿permitidas por quién, permitidas para qué? La derecha fue la primera en precipitar con claridad la naturaleza ideológica de la discusión: «Algunos gobiernos han identificado una oportunidad para arrogarse un poder desmedido. 
Han suspendido el Estado de derecho e, incluso, la democracia representativa y el sistema de justicia», sostenía el manifiesto de la Fundación Internacional para la Libertad firmado, entre otros, por Mario Vargas Llosa, Loris Zanatta, José María Aznar y Mauricio Macri. ¿Acaso estas inquietudes o advertencias son el síntoma de un nuevo reparto de poder? ¿Se está alterando la cadena alimenticia entre política y mercado, entre medios privados y Estado? No lo sabemos. Lo que sí está claro es lo que ya se está «experimentando». Nada esconde más que lo evidente: actualmente el funcionamiento «normal» de los mercados ha sido detenido y completamente intervenido por decisiones políticas. En efecto, la política se está alzando contra el posibilismo fiscal y monetarista que la tiene sometida desde la revolución neoconservadora surgida en tiempos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

Los gobiernos están volcando inéditas cantidades de gasto público –«prohibidas» por la ortodoxia–, alzándose contra el posibilismo fiscal y ampliando (como pueden) sus desmanteladas o debilitadas redes de protección social. En este contexto, el decisionismo gubernamental es el fantasma que recorre los mercados del mundo. Lo más novedoso es que los gobiernos están implementando este «programa» con legitimidad y eficacia (en el sentido politológico de ambos términos).

¿La política se detuvo? ¿Estamos bajo la administración de la racionalidad sanitaria? De ningún modo. El confinamiento, con todas sus variaciones y originalidades nacionales, es esencialmente una decisión política y una política de Estado. La política ha recuperado resortes de poder perdidos y viene ampliando su campo de acción e intervención. Lo que cabe preguntarse es si, superada la emergencia, aceptará la política «devolver» esas «nuevas» atribuciones y regresar al «gobierno mínimo». Con una sociedad que demanda Estado, con poderes ejecutivos más afirmados sobre su propia autoridad, ¿qué incentivo podrían tener los líderes políticos para volver a resignar poder en manos de actores, sectores u organismos tan desprovistos de legitimidad y de «utilidad» pública? Máxime, teniendo en cuenta la magnitud y complejidad de los desafíos reparatorios que asoman por delante.

Una segunda dimensión alude a los términos y al lenguaje del debate: ¿salud versus economía? ¿libertad versus seguridad? Al no disponer de antecedentes y de experiencias que sirvan como mapas, este atípico escenario se vuelve irrepresentable. Frente a ese vacío, las nuevas expresiones (nueva normalidad) y simplificaciones binarias (¿salud o economía?) ayudan a navegarlo.

El lenguaje del debate no desempeña una función puramente descriptiva, sino que está íntimamente vinculado al aprendizaje político que podría incubar esta crisis. De acuerdo con una narrativa «posibilista», por ejemplo, llegó un virus peligroso y mortal, más adelante llegará la vacuna y, entonces, volveremos a la «normalidad» anterior. Final «feliz»: lo detenido se reseteará tal cual funcionaba. Sin embargo, la novedad más destacada de estos meses que detuvieron el mundo es el surgimiento de una narrativa más imaginativa, más audaz, por la cual esta excepcionalidad está alumbrando deficiencias de nuestras sociedades que habíamos «normalizado» y que ahora empezaremos a problematizar para revertir y reparar. Es decir, el lenguaje que usemos durante esta transición será también el lenguaje que estructurará la elaboración ideológica del trauma, aquel que irá jerarquizando las demandas y preocupaciones públicas de la próxima etapa. ¿Más Estado? ¿Más protección social? ¿Más control? ¿Menos de todo?

Es cierto que en las sociedades, en virtud de lo que Edgar Morin llamaba el «festival de incertidumbres», se ha acentuado la sed de autoridad política, pero también se ha generalizado una demanda de mayor protección pública. La primera podría dar pie a un orden político más autoritario, mientras que la segunda podría ser el origen de un orden social más justo. La política decidirá qué destino elige: las políticas del miedo o las políticas de la protección. El futuro incierto luce abierto a dos destinos posibles: la «política de la supervivencia», como la define Marc Abeles, o la «política del bienestar».

Se advierte un riesgo, sin embargo, en el nexo performativo entre lenguaje y futuro: que la discusión quede «confinada» al lenguaje sanitario o al lenguaje de la tecnología. No necesitaremos solamente nuevas interfaces, ni tampoco resulta deseable avanzar hacia un mundo regido por la tecnocracia epidemiológica (de inevitable afinidad electiva con una atomización paranoica). Necesitaremos reinventar una nueva normalidad, fundada en una «nueva moralidad» solidaria y en un Estado legitimado para orientarse verdaderamente hacia la protección, la igualdad y el bienestar.

Para pensar lo que he llamado, tomando prestada una creación de Luis Alberto Quevedo, «nueva moralidad», pueden resultar inspiradores los planteos de Robert Putnam, descendiente teórico de Alexis de Tocqueville, quien ha investigado las razones por las que la democracia y sus principales instituciones funcionan mejor en las sociedades dotadas de un mayor capital social, es decir, basadas en relaciones de confianza, normas de reciprocidad y redes de compromiso cívico. 

Sobre este punto, cabe interrogarnos sobre qué tipo de nueva moralidad se está forjando durante el encierro. Podríamos pensar, con un tono más distópico, que esta experiencia teñida de temores profundizará procesos de atomización e individualismo paranoico, expandiendo lo que el mismo Putnam denominó «familismo amoral»: cada cual cuidando su propio jardín. Por el contrario, podría suceder que estemos edificando una sociedad dotada de mayor capital social, surcada por nuevas horizontalidades, reciprocidades solidarias y tejidos colectivos mejor integrados. Lo mismo podríamos decir del impacto de las nuevas tecnologías, teniendo en cuenta que la digitalización avanzará aún más sobre esferas, hábitos y sectores que aún no habían sido transferidos al mundo digital.

La vida será más digital, lo real será más virtual; pero esa inevitable «evolución» no debería implicar necesariamente una fatalidad biopolítica, no debería significar la consolidación de las tecnologías de la vigilancia y de la personalización comercial. Esta vez, la pregunta involucra más a los ciudadanos que a los Estados: ¿seremos capaces de habitar estos universos digitales para cultivar la solidaridad y el «estar juntos»? ¿Seremos capaces de desandar el proceso de la algoritmización del deseo consumista en el que estábamos insertos y avanzar hacia plataformas del compartir, regidas por el intercambio no transaccional de palabras, afectos y cosas? Tampoco lo sabemos: lo cierto es que toda la sociedad se encuentra enredada en un proceso de aprendizaje colectivo; todos estamos transitando al mismo tiempo un proceso de experimentación social, política, tecnológica e institucional. La experimentación despierta creatividades dormidas y reformula, como dijimos anteriormente, el borde que separa lo normal de lo extraño, lo excepcional de lo rutinario.

Como explica e ilustra Thomas Piketty en su reciente libro Capital e ideología, toda desigualdad de propiedad, de rentas y de derechos está precedida, naturalizada y justificada por una «desigualdad ideológica». Nuestra vida contemporánea está regida por la ideología propietarista y meritocrática, que establece la frontera entre lo posible y lo imposible, entre lo justo y lo injusto. La pandemia está provocando efectos sísmicos y esas fronteras se están desplazando. Cuando lo normal deja de serlo, todo se cuestiona. Y cuando todo se cuestiona, todo se reinventa.