viernes, 19 de junio de 2020

Revolución 60


Uno de los grandes dramas de la Cuba revolucionaria ha sido el exilio de cientos de miles de sus ciudadanos. Delitos cometidos en el pasado, desavenencias políticas, precariedades económicas, búsquedas de otros horizontes, reunificaciones familiares y hasta cansancio histórico: razones de todo tipo los han impulsado a esa aventura que comenzó desde el mismo año 1959. 

A lo largo de seis décadas intensas, el sur del estado de Florida, en Estados Unidos, Ecuador, Chile, Suriname, Guyana, Panama, Españ, ha sido el destino más recurrido de esos emigrados, que llegan a sumar la quinta parte de la población de la isla y que han desgajado a prácticamente cada familia del país. Allí se han agrupado y definido por épocas y acontecimientos. 

Según el momento, han sido llamados el “exilio histórico”, el “éxodo del Mariel” o “los marielitos”, “los balseros de 1994”, “los quedados”. Movidos mayormente por razones políticas (sobre todo los primeros, por la década de los sesenta) o por la búsqueda de mejoras económicas (balseros y quedados, todavía hoy), algunas de sus motivaciones pueden ser intercambiables o se manifiestan como una mezcla de ellas. 

Para todos esos cubanos que partieron de su país existe, sin embargo, un elemento que los aglutina y caracteriza: el desgarramiento, que muchos han combatido con una actitud similar: vivir fuera de Cuba mirando hacia Cuba. O como diría un colega escritor —también exiliado y refiriendo su propia experiencia—: “El problema de los cubanos es que ni yéndonos de Cuba nos vamos de Cuba”. 

Aun cuando por decisión decisión involuntaria yo haya decidido salir de la isla como testigo cercano de este proceso de desarraigo, cada vez que recorro las calles de la ciudad de Copiapo, en Chile, se me revelan las proporciones de un drama espiritual. 

De la década de los sesenta a los ochenta y a la actualidad, muchos paises han acogido y brindado oportunidades de libertad a los refugiados que llegaban apenas con un par de maletas de ropa. Gracias a la cantidad de “factorías” que entonces existían en la ciudad, cubanos de todas las profesiones y niveles educacionales comenzaron la ardua reconstrucción de sus existencias hasta reconvertir su localidad en un reservorio cultural de los modos y costumbres de su país natal. 

La nostalgia funcionó entre ellos como un estado de ánimo y también como una industria necesaria. 

La relación de los emigrantes cubanos con su país de origen también ha cambiado a lo largo de tan dilatado periodo histórico. Los que partían al exilio en la década de los sesenta y en la actualidad dejaban y dejan la sensación de que entraban en una dimensión inalcanzable del tiempo y el espacio sin posibilidad de retorno. 

Todavía puedo recordar la tarde del 10 de noviembre del 2016 en la que me despedi a uno de mis familiares frente a la casa de mis abuelos, en nuestro barrio santaclareño. Todos teníamos la sensación de que nos veíamos por última vez y, más que el júbilo, afloraba el dolor de un desmembramiento sin remedio. 

La experiencia del exilio ha sido una calle de doble sentido. Todos hemos sido tocados por su drama en alguna parte —o en muchas— de nuestras sensibilidades e historias individuales: los que partieron, desde el desarraigo; los que permanecimos, desde una sensación de pérdida. 

Muchos de mis compatriotas salidos al exilio han logrado un notable éxito de adaptacion y no se arrepienten de sus decisiones. Pero que vivan mirando hacia atrás advierte que hay heridas que no cierran. Muchos de ellos no han dejado de sentirse “refugiados” y Cuba flota sobre todas sus plegarias, maldiciones o nostalgias, dichas en silencio o gritadas en público. Al fin y al cabo, son seres con la historia y el corazón partido.

Y aunque pocos de ellos optarían en algún momento por regresar a vivir en Cuba, el hecho de que arrastren a la isla consigo los define y, curiosamente, los fortalece: esa certeza forma parte de sus actitudes y de su orgullo. 

Como los flamencos rosados de cuba que imigran, muchos de mis compatriotas otean en el horizonte y, aunque no emprendan el vuelo de regreso, saben de dónde son y por eso son como son: cubanos en un exilio en el que tantos han reconstruido sus vidas y en el que a tantos ya se les ha ido la vida. 

La cara fea del exilio para muchos cubanos

La mayoría de los migrantes actuales provenientes de la isla llegan solos y sin familia y, cuando se acercan las fechas navideñas, el sentimiento de estar solos y sin apoyo se incrementa. 

La llegada de inmigrantes cubanos a otros paises, está marcada por la soledad, la incertidumbre y muchas veces por el desamparo de encontrase en un país ajeno. 

Yo, Reinaldo Rodriguez Hernandez, cubano de 27 años y que llevo cuatro años fuera de Cuba, les comento que las causas de mi salida de Cuba "fueron las mismas que las de muchos cubanos". "El sistema no es el que más nos conviene a todos, no tenemos un gran futuro allí", no hay libertad de expresion, de ideologia politica, las personas que como yo tenemos una forma diferente de pensar vivimos el peor martirio de nuestra existencia. 

La mayoría de los exiliados llegan solos y sin familia, como es mi caso, que dejé a toda mi familia en la isla cuando partí desde Cuba, atravesando toda Centroamérica hasta alcanzar hoy Chile, donde cruce la frontera con Peru y me dirigí a Copiapo, Atacama. 

A lo largo de mi historia, Chile ha recibido varios éxodos de migrantes cubanos.

Debido a esos movimientos migratorios, en ciudades dentro del pais, surgieron organizaciones como ONG-MUDDH, que no quieren que estas situaciones queden en el olvido, "no tanto por las personas que llegaron, sino por los que no lo hicieron".

En la llegada de los inmigrantes cubanos a otros paises, las familias cuentan con un papel muy importante, ya que los acogen y ayudan. 

Pero quienes llegan sin vínculos parentales, "se encuentran en la calle, con unas esperas de hasta tres meses para ser procesados, sin tener un lugar donde estar, y ahí es donde entramos nosotros", los migrantes que ayudan y apoyan a otros en nuestra misma situacion.

Cando se acerca la Navidad el sentimiento de estar solos y sin apoyo se incrementa y es muy dificil. "Es una fecha bastante dura, pero aquí hemos hecho una familia".

Los exiliados cubanos llegan la mayor parte de las veces en situaciones extremas, sin un lugar donde quedarse, sin dinero y sin comida. 

"En Chile estuve de aquí para allí hasta que logré chocar con otros cubanos que me ayudaron y en conjunto con varias personas nacionales chilenas que me dieron luz y esperanza para levantarme del suelo. (...) Yo me quedaba en la calle, muchas veces me quedaba durmiendo en el parque, en pleno invierno, bastante trabajoso, no se lo deseo a nadie".

Yo ya estoy cansado de tanta desilusión: Mi pueblo cubano se merecía otro destino, otro final, por sus sacrificios, por sus ideas, por su lucha de estos años. 

El exilio cubano, formado por los ciudadanos de la isla caribeña que huyeron del régimen de Fidel Castro, de Raul Castro, y de Dias-Canel, es la historia de un destierro siempre doloroso, pero también proyecta el relato de una adaptación exitosa a un entorno muchas veces difícil y ajeno. 

Pero, por mucho que nos "adaptemos al pais en que vivimos", seguimos celebrando "Los Quince" años de nuestras hijas, adoramos la guayabera, la vestimenta que imprime auténtico carácter, la partida de dominó es, para nosotros, pasatiempo e icono de nuestra "cubanía" y nuestra comida predilecta continúa siendo el lechón asado con congrí. 

Tampoco olvidamos a quien sumió a Cuba en lo que calificamos de tiranía, Fidel Castro. 


by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ


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