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jueves, 18 de junio de 2020

Todas las cosas que destruyó la Revolución Cubana en 60 años de dictadura

En estos últimos sesenta años el pueblo de América Latina que menos ha progresado ha sido Cuba, mientras, ha retrocedido a los tiempos más oscuros de la Edad Media en lo que respecta a derechos, libertades ciudadanas y condiciones de vida de su población.
Cierto que en la mayor de las Antillas 21.900 día atrás tampoco había democracia, sin embargo, aunque no es consuelo, la economía estaba pujante y las condiciones materiales de vida y sociales, en franco progreso.
Infortunadamente, en las últimas elecciones plurales de su historia, según observadores de la época, el gobierno cometió fraude. Si bien, en menos de dos meses dejó un vacío de poder que ocupó la tiranía más cruel e ineficiente de toda la historia americana.
En estos 720 meses desaparecieron los partidos políticos y todos los organismos de la sociedad civil. Se estableció un absoluto control sobre los medios de comunicación y la educación. Las tradiciones fueron quebradas. La gestión económica se estatizó hasta destruir la economía nacional y empobrecer a niveles sin precedentes a la población.
Se militarizó la sociedad, al extremo de que la calificación de desertor se le asigna a quien abandone una delegación oficial, así sea un artista, un deportista o un médico. La intolerancia y la sumisión a las consignas fueron las nuevas normas. Se impuso un paradigma nacional que promovía el odio y el tableteo de las ametralladoras.
Decenas de miles fueron a prisión. Miles más partieron al exilio. La libertad intelectual desapareció. Se estableció un estricto control de los medios de información. Las religiones enclaustradas en sus templos. Una especie de nueva devoción impuso sus propias tradiciones, cultos, lutos y fiestas.
Sin dudas, la destrucción del país y la profunda crisis de nacionalidad que enfrenta Cuba es consecuencia de la visión mesiánica que Fidel Castro tenía de sí mismo, delirio que se acrecentó al triunfo de la insurrección por el amplio respaldo popular a sus propuestas y la adoración a su persona que rendía la mayoría de la población, incluyendo notables personalidades de la clase dirigente en la que destacaban industriales, ganaderos, artistas, periodistas y hasta figuras de la política nacional.
Para sorpresa de cualquier observador no contaminado por el influjo de la ilusoria épica de la Sierra Maestra y para los que miran en el presente retrospectivamente los meses iniciales del proceso, es inconcebible que el discurso de populismo extremo del nuevo caudillo pudiera cautivar por igual al pueblo llano y a las elites económicas y políticas. Era un festín de fe en la que los iniciados acataban devotamente los mandatos de la Revolución y Fidel, el único con derecho a interpretar las necesidades de la patria.
Quizás toda esa popularidad hizo que Castro se viera a sí mismo como un José Stalin construyendo la Unión Soviética o mejor, Adolfo Hitler, su modelo para acceder al poder por medio de la violencia. Es posible que fuera entonces cuando se imaginó construyendo una especie de Tercer Reich dinástico con él como referente clave, una monstruosidad que penosamente y por desgracia lo sobrevive.
Castro agarró el poder con todo su cuerpo, al extremo que pudiera decirse que lo engulló. Construyó una maquinaria represiva para garantizar su autoridad y extenderla a todas las dimensiones. Dispuso sobre vida y obra. Fue político, ejecutor, ingeniero, biólogo, estratega militar, consejero de familia, constructor, juez y verdugo, especialista en todas las disciplinas y excepcionalmente capacitado para implementarlas.
Los abusos del régimen generaron una oposición sin precedentes que se gestó y manifestó en el mismo año del triunfo de la insurrección, porque en justicia, ante la mayoría que ciegamente se entregaba al pérfido tirano, una minoría sin las condiciones necesarias, en contra del más elemental sentido común, pero comprometidos con los ideales democráticos, inició un proceso de confrontación que no ha cejado nunca en su empeño por terminar con la opresión.
La lucha en aquellos primeros años fue a sangre y fuego. Hombres y mujeres se alzaron en armas en llanos y montañas de todas las provincias. Un poderoso movimiento clandestino se orquestó en todo el país con el apoyo decidido de quienes habían partido al exilio, muchos de los cuales retornaron con las armas en las manos entregando sus vidas a sus ideales.
La resistencia que se inició en 1959, dentro de la isla como en el exterior, ha marcado pautas trascendentes. El resultado ha sido cruento. Miles de fusilados, cientos de miles han pasado por las prisiones, otros tantos marcharon al exilio, el ostracismo interno es también numeroso.
La dictadura ha durado 60 años, pero los que se le oponen llevan el mismo tiempo de lucha en su contra. Una muestra: en todos estos años la prisión política ha estado presente. Mientras no haya libertad, habrá resistencia.
by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

martes, 16 de junio de 2020

Cuba: Un país herido de muerte por la hipertrofia comunista y el miedo de su pueblo.


Me han escrito algunas personas-castristas muy molestas, histéricas, bravísimas, cuchillo en boca, prestas a “abordarme” y “matarme”, ofendidas y llorosas porque dicen que yo nada mas sé sacarle los trapos sucios a la revolución del picadillo: “Con tanto que hizo la revolución por ti y mira cómo le pagas”.

Terrible, a estas alturas del partido, y con esa cantaleta…

Por eso yo siempre digo que el que nace pa’ comunista del cielo le caen las consignas, los letreros, las marchas, el hambre y las patadas por el c…

Y desde aquí, desde mi rincón de pensar, puedo olerles la intolerancia, el churre ideológico, la costra-castro-castrista, el alma empercudida y la lengua hedionda de tanto comer pancartas con los viva fidel, te extraño mucho comandante, socialismo, estamos más muertos que vivos y somos la continuidad del hambre, la miseria y la agonía.



Estos individuos me atacan por chat o dejan sus comentarios soeces y repugnantes al pie de mis publicaciones, me critican con “fervor patriótico” porque según ellos todo lo que hablo sobre Cuba es malo, malísimo, sin fundamento, con un odio que me brota de las entrañas y que no puedo disimular.

Definitivamente, para estos castristas, la mayoría camuflados en un exilio al que ultrajan con total desfachatez ultramarina, la Patria se ha convertido en una mala palabra, no saben defender una idea si no es con ataques personales o palabrotas del segmento mundano y vital.

Tratan, quieren reeducarme en las artes del “comportamiento socialista” y me dicen que los problemas de la Cuba de fidel no se ventilan públicamente: “Tienes una lengua muy viperina… desgracia’o, eres un hijo de puta y un gusano muy retorcido, no ves que la imagen que das de tu país es muy negativa”.



Además me escriben otros horrores, que no puedo mencionar aquí por respeto, y me ponen nuevo, nuevecito, como si me dieran un mitin de repudio pero “online”.

Entonces yo pregunto: ¿Dónde estaban estos pedagogos y defensores de la Patria cuando fidel castro y todo su séquito de la “unanimidad”, en plena televisión estatal, en una sesión del Parlamento, se burlaron pública y groseramente de la “inventiva” de los cubanos para resolver sus necesidades?

O acaso me van a decir que ese mal nacido lo hizo con “ingenuidad socialista” o ejerciendo la “amorosa” critica revolucionaria. Hablo de ventiladores puestos a funcionar con cualquier cosa, ollas de presión rescatadas de las “bajas presiones”, planchas de Pancha plancha con cuatro planchas adaptadas como hornillas eléctricas, en fin, la lista es interminable, del mismo tamaño que la necesidad y la miseria que ha padecido el pueblo cubano por más de sesenta larguísimos años gracias a esa maldita dictadura.

Yo, desde mi modesta, inadvertida, desconocida e insignificante existencia, no he sido quien ha llenado a Cuba y ha hecho padecer a su pueblo de calamidades, necesidades, carencias, ausencias, hambre, dolor, sufrimiento, calor, frío, humedad, moho, fosas sépticas reventadas, goteras, derrumbes, colas interminables y desesperanza, perdónenme “queridos” castristas, simpatizantes y otras lacras pero no, no fui yo, fue fidel castro, el mismitico que está metido a la fuerza dentro del cambolo de Santa Ifigenia, a ese y a su hermanito son a quienes tienen que pedirles cuentas por burlarse continuadamente de todos nosotros incluyéndolos a ustedes.

Yo, simplemente, cuento lo que viví en Cuba, es cierto que a veces exagero un poquito o se me va la mano con esto o aquello, pero créanme que todo es creíble, los horrores, consecuencias del castrismo en nuestro país, superan mis escritos por mucho, muchísimo…, mis anécdotas en realidad son nada comparadas a lo que tienen que vivir la mayoría de los cubanos de infantería en un país que vive a oscuras, desde el 1 de Enero de 1959, la mayor parte del tiempo.

En ocasiones, cuando tengo duda en algún tema, o no me acuerdo con exactitud de algo importante, llamo a mi amiga la cínica que es mi mejor fuente de información, a esa sí tienen que tenerle miedo. Pero no se asusten, a ella no le gusta escribir.

Les advierto, por si les va a dar un ataque que les dé ya, nunca esperen de mí que hable bien de ese régimen de mierda, que “alardee” sobre los “logros” inexistentes de la dictadura castro-comunista, que defienda a sus tiranos y “papaloteros” sin frenillos, que justifique la desgracia culpando a terceros (embargo económico) cuando el único que recontrajodió la vida y la existencia de Cuba y los cubanos se llama fidel castro.

Dejen de joder con la misma cantaleta porque ya nadie se la cree.

by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

En Cuba, con tanta miseria y tanta dictadura, algunos perdimos la razón y otros la dignidad.


Duele decirlo, avergüenza tener que admitirlo, lacera reconocerlo, lesiona aceptar que es cierto, pero la verdad, la más racional, dolorosa y auténtica verdad, es que los cubanos, en una inmensa mayoría, o estamos medio trastornados por tantísimos años de soportar esa maldita dictadura o somos unos sinvergüenzas, de marca mayor, por entrar en contubernio, “por unos dólares más”, digo, por un poquito de picadillo de soya más, con la peor dictadura, la más criminal, asesina y hedionda, que ha existido en toda la historia de la humanidad.



Así, desafortunadamente, se nos está yendo, largando o nos está abandonando la cortísima vida de vivir que el Señor nos dio. Nos estamos quedando petrificados en el tiempo y en el espacio por ser tan comemierdas, tan sumisos y tan mequetrefes, al dejarnos manipular, utilizar o al servir, a una dictadura que, a simple vista, nos exprime como frazada de piso y nos endilga sus bajas pasiones para que sus parásitos tiranos vivan sin tener que trabajar. Y aquí me refiero a todos, a cualquier sinvergüenza, esté en la “orilla” que esté, que desde una posición pública se aproveche y lucre con el dolor y el sufrimiento de los seres cubanos.



Por eso siempre digo que la famosa libertad que tanto cacareamos, y que algunos utilizan como “vaudeville lentejuelero”, nos va a costar mucha sangre, mucho reacomodamiento neuronal y muchísimo civismo pues entre que nos hemos quedado casi todos locos, y la cantidad de oportunistas, descarados y arribistas que hay viviendo de la gran tragedia nacional cubana, a la dictadura castrista, a la revolución del picadillo, sencillamente les quedan la mar de años en el poder y a nosotros los cubanos, a todos sin excepción, tener que soportar, sufrir y padecer, el mismitico desastre existencial que llevamos aguantando durante estos más de sesenta larguísimos años.


Para algunos esta desgracia nuestra se ha convertido en un deporte, en un juego de enriquecimiento lícito, en una manera de sobresalir y ostentar el oportunismo depredador que caracteriza a los vivos que viven de los bobos pues para nadie es un secreto, es más, es el sello distintivo de las últimas seis décadas de nuestra desgarradora historia “revolucionaria”, que hemos hecho del tema de la libertad de Cuba una industria multimillonaria donde el mayor beneficiario es el régimen castro-comunista, con toda su comparsa de chulampines vanidosos, y los grandes perdedores, quienes nos hemos llevado la peor parte en este jala-jala de hijos de puta, somos los cubanos de infantería que nos quedamos, una inmensa mayoría, pa’ cagarnos y no ver la mierda, así de simple.



Dice mi amiga la cínica que, si los cubanos queremos liberarnos de verdad de esa maldita revolución castrista, lo primero que tenemos que hacer es “limpiarnos” de tanta corrupción “patriótica”, eliminar a tantos “líderes espirituales” que se han adjudicado el derecho de hablar por nosotros, abolir la esclavitud emocional que nos embota las entendederas y entender, de una buena vez, que quienes lucran con nuestro dolor, con nuestra miseria, con el hambre insoportable que padecen nuestros hijos, son tan enemigos de la libertad como los oprobiosos dictadores enquistados en el corazón de esa Cuba nuestra que ya, la pobre, con tantos años de maltratos consecutivos, de pícaros viviendo de ella, parece un guiñapo, un rastrojo o un adefesio de isla luchando con sus uñas carcomidas pa’ no hundirse en medio de ese mar bravío.


Y yo agregaría que los imbéciles útiles también ponen su granito de estiércol en este desastre. 

Los que se dejan arrastrar a campañas festivaleras y apoyan “inocentemente” iniciativas que, lejos de dar solución a la tragedia, de enviar siquiera un mensaje positivo, alargan la vida de esa malformación tiránica para que continúe haciendo y deshaciendo en un país al que no le cabe una porquería más.

He ahí mi dolor cuando veo el entusiasmo atolondrado en el que hemos convertido la lucha anti-castrista. No queremos darnos cuenta que esa dictadura criminal se aprovecha hasta de los buenos gestos para imponerse, para rejuvenecer y para extender sus “quemaduras” a todo un pueblo.

Y esto que voy a decir, para terminar, me duele mucho pero no puedo dejar de pensar en ello, la independencia de Cuba, la libertad de todos los seres cubanos, están heridas de muerte, agonizan desesperadamente porque nosotros, todos los cubanos, toditos, toditos, o nos hemos trastornado con tanta miseria, tanta hambre y tanto sufrimiento o utilizamos este tema tan sensible, tan doloroso y tan triste, como un medio de vida o como la “fuente de la eterna juventud”.

by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

Hambre, desolación y muerte, los ingredientes principales de la ideología socialista


Los muy descerebrados lo hacen hasta que les pisan los juanetes, les ponen la caña a tres trozos, los obligan a hacer algún “sacrificio” demasiado grande por su “amada” revolución del picadillo o, sencillamente, les pasan la chaveta de la “justicia revolucionaria”, tan pegadita a sus cuerpos, que del susto saltan como ratas maromeras hasta que aterrizan en la Ciudad de Miami.


Está más que demostrado que los castristas, y sus “defensores”, apoyan esa sangrienta dictadura con el descaro, la desfachatez, la idiotez y la intolerancia más grandes del mundo.


La historia que hemos vivido los seres cubanos, durante más de sesenta larguísimos años, ha documentado miles de casos de los siquitrillados del castrismo, los mismos que un día querían comerse ellos solitos toda la candela del socialismo y al día siguiente, cuando les pasaron la cuenta por algún “desliz”, se quieren tragar toda el agua del Almendares, digo, de los Everglades, despotricando contra sus antiguos amos y diciendo que los huesitos que les daban eran una miseria mientras los castro se comen la carne, las masitas limpias y la salsita con pan.


Porque, para decir verdad, el pan es muy importante cubanos, el pan es vida y es libertad.


Y es que el pan en Cuba, desde hace más de veinticinco años, desde que lo racionaron a uno al día por persona, se ha convertido en un símbolo para demostrar la ineficiencia, la brutalidad, la incompetencia y el abuso de una dictadura totalitaria que se empeña en matar de hambre a todo un pueblo y, además, decir que lo hace por nuestro bienestar.

Dice mi amiga la cínica que eso es una cosa muy seria, y muy triste, pues existen varias generaciones de seres cubanos que nunca han conocido la libertad del pan y que sus vidas, desgraciada e increíblemente, ha estado marcada por la ausencia total del alimento más universal de todos.



Por cierto: ¿raúl castro o mariela castro también entran en esa macabra restricción de un pan al día?


Pero, bueno, el hambre que hoy pasamos, día tras día, la que sufren nuestros hijos y nietos, fue una elección nuestra, fue nuestra decisión cuando ebrios de un nacionalismo tortillero abrazador le abrimos las puertas de nuestra muralla nacional a Satanás y a sus “satanitos”.

Con el fatal cuento de una “revolución” el castrismo transformó en asesinos a casi todo un pueblo. Nos hipnotizó de tal manera que los gritos que dábamos de paredón, paredón, paredón, nos convirtieron en cómplices, en malditos, en criminales y en merecedores de muchas de las desgracias que hoy estamos padeciendo y que son consecuencia de entregarle a esa hedionda dictadura nuestra dignidad, nuestra vergüenza, nuestro amor por Cuba y nuestros “huevos”.

Porque en la vida real la dictadura castro-fidelista no es más que una maquinaria de deshacer voluntades, de doblegar conciencias, de complotar multitudes bajo el miedo y el terror, bajo el chantaje, la prostitución espiritual, el engaño y la traición.

Esa mierda de “justicia social” en la que muchos creímos ciegamente fue y es aplicada, lo mismo para exigirnos más y más sacrificios por fidel y la revolución, que para reprimir manifestaciones de descontento contra el régimen, destruir a opositores y disidentes que luchan por una Cuba libre, que hasta para formar “tira y encoge”, bretes y chismes entre cubanos, pa’ ver “quién la tiene más grande”.

Yo nunca he podido explicarme cómo pudimos ser tan indolentes, tan ingenuos y por ende partícipes de la hijeputada más inhumana, más repugnante, más asquerosa y más despreciable que “ojos humanos han visto”. Una aberración ética que sepultó el civismo, la cordura, el sentido común y la vergüenza de una nación y de un pueblo que eran capaces de reconocer las injusticias a veinte leguas de distancia.

Porque ese revoltillón, perdón, esa revolución del picadillo que tanto apoyamos en nuestros años de hombres nuevos-nuevecitos, siempre fue la fachada de una mente criminal secundada por esbirros con perennes ganas de matar, de asesinarlo todo, que nos utilizó como carne de cañón para sus patrañas y que, por nuestra ceguera, conformidad, inercia y falta de respeto, le costó la vida, y la libertad, a cientos, qué digo, a millones de seres cubanos dignos.

Muchas personas son del criterio que tenemos lo que nos merecemos, que somos, como pueblo, los máximos responsables de vivir la porquería de vida que vivimos y que como mismo una vez aplaudimos al sátrapa, y estúpidamente le ofrecimos todo nuestro apoyo, hoy debemos tomar conciencia e, insisto, exigir que ahorquen a la “china”…

by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

El socialismo nos convirtió a los cubanos en un pueblo primitivo, semi-salvaje y ciego.


Bueno, es que nosotros los cubanos siempre le ponemos la tapa al pomo y la apretamos bien, la apretamos tanto, pero tanto, que generalmente nos pasamos de rosca cuando, a la hora de explicar “el mundo que nos rodea”, lo hacemos con pancartas, con lemas y con cancioncitas patrioteras sin nombrar a los verdaderos culpables o acusando a terceros de nuestras desgracias, de nuestra indigencia y de nuestro enorme desastre nacional.

Y digo esto porque, después que decidimos asumir como “ángel de la guarda” a la revolución del picadillo, aquel fatídico Enero de 1959, hemos polarizado tanto la vida en Cuba, las relaciones interpersonales, la decencia del comportamiento humano, la verdad sobre la dictadura castrista, los “misterios” de la libreta de racionamiento, los exiliados estomacales, las gratuidades del castroidiotismo, el trabajo voluntario, la unanimidad y el hambre municipal, provincial y nacional, que terminamos por convertirnos en enemigos de nosotros mismos dispuestos a meterle un “galletazo” hasta al más pinto de la paloma menos al único culpable de nuestra enorme, desagradable e interminable desgracia cubana.



En Cuba, antes de la llegada del “Almirante” de Birán y sus corsarios sin desodorante, nadie pensaba en la “unidad” ni que necesitábamos unirnos porque el pueblo unido jamás será vencido, ni que proletarios de todos los países uníos, ni que fulanita se unió con menganito, ni que en la unidad está la victoria, ni en la mano de sandeces en las que hoy creemos porque, como decía uno de los viejos sabios de mi barrio: “Cuando todos tenemos la posibilidad de comernos un buen bistec, lavar la ropa con jabón Candado, tomarse una Hatuey bien fría en cada esquina o reunir tranquilamente pa’l turrón y las uvas de fin de año, la “unidad” es uno mismo y lo demás cantaleta de los comunistas…”.

Yo siempre he pensado que la famosa unidad que nos quieren vender como necesidad para derrotar al castrismo no existe, no procede, no funciona y no deja de ser una manipulación fantasiosa pues es imposible, por ejemplo, que en un grupo de cubanos nos encontremos con que todos no estén adoctrinados, hablen bajito, digan que lo de Cuba es gobierno y no dictadura, que no se fueron por problemas políticos o que todos crean en la santidad, el altruismo y en la decencia de quienes hacen “oposición”.



Y, al final, yo digo que eso es lo mejor que tiene la vida, es decir, la diversidad de criterios. No existe nada más enriquecedor, ni que acerque más a las personas, que un buen debate, una buena divergencia y un buen desentendimiento cuando no median las malas ideas, las burdas ofensas, las agresiones físicas, las mentiras, los infundios y los me cago en tu madre.

Dice mi amiga la cínica que yo sueño demasiado pues esto, en lo que nos hemos convertido, se lo debemos a más de sesenta años de malformación ética, de desastre neuronal, de consumo prolongado de picadillo de soya, de exposición a la barbarie, a la mala educación y a la prostitución política.

Cierto. Y esa maldita desunión la originó el hijo de puta de fidel castro. Ese sujeto en cuanto tuvo la primera oportunidad nos dividió en revolucionarios y contrarrevolucionarios, en patriotas y apátridas, en milicianos y gusanos, en balseros y macheteros, en caramelos y bombones, en con carnet y sin carnet, en chivatos y opositores y en trabajadores y quienes quieren vivir sin trabajar.

Porque todo en el castrismo, absolutamente todo, es una competencia desleal entre los hombres donde únicamente gana quien muestre mayor servilismo a la dictadura, quien desprestigie con mayor “fervor” su dignidad y sus principios y quien sea capaz de traicionar a su propia madre por tal de acceder a las miserables migajas que les tira ese régimen en el piso.
La dictadura castrista nos dividió en Cuba y en el exilio, nos confrontó a los unos con los otros para que nunca entendiéramos que nuestro único enemigo es esa revolución de hambres, miserias y muertes.

Por eso yo digo que tenemos que acabar de convencernos de que todos, absolutamente todos, somos un solo pueblo, un solo exilio, un largo, valiente y gran exilio que sangra por la misma herida y por las muchas muertes que hemos puesto para querer una Cuba alejada de esa mierda de dictadura.

Lo que necesitamos realmente los cubanos es terminar de digerir y acabar de defecar el proletario “pan con pasta” que nos tragamos en Enero de 1959 y, como individuos, como seres cubanos, nos digamos a nosotros mismos: QUIERO SER LIBRE…

Y quiero ser libre de dictadores, de caudillos de paso doble, de oportunistas, de politiqueros, de quienes se aprovechan de nuestro dolor como pueblo y de quienes viven vendiéndonos picadillo enriquecido o democracias triunfalistas, así de simple.

by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

El dolor de las madres cubanas es la peor prueba de la crueldad del socialismo.



Las madres cubanas, las verdaderas creadoras de la vida, de las ilusiones y del futuro en Cuba, son, indiscutiblemente, quienes más sufren los horrores que un régimen, despiadado y cruel, les ha impuesto a todo un país y a un pueblo para no perder, los muy degenerados, los dictadores, quiero decir, la “sagrada” y eterna sentadera que les brinda el tibor del socialismo.


Horrores que se traducen en esta vida de mierda tan desesperante que vivimos los cubanos y que cada día tienen menos solución porque continuamos aceptando la permanencia en el poder de un sistema dictatorial que quita y pon camarón, es decir, que nos tira los huesos carcomidos y resecos mientras ellos se comen los camarones, los mamoncillos y las langostas.

¿Alguien se ha preguntado qué siente una madre cubana en su interior cuando ve llorar a sus hijos porque tienen hambre?


Porque la realidad en nuestro país, la más triste de todas las realidades del mundo, es que quienes más soportan con total estoicismo, valentía y creatividad, son nuestras madres, mujeres convertidas en guerreras cotidianas, en paramédicos del alma de sus hijos, en bomberas extinguiendo los fuegos del hambre, de la miseria, de la desesperación y de las locuras que padecen quienes le rodean porque, por instinto natural, como “recurso del método”, tuvieron que echarse sobre sus hombros las desdichas físicas y espirituales a las que una absurda revolución del picadillo condenó, en vida y en muerte, a toda su familia.


Y digo todo esto porque estoy seguro, y honor a quien honor merece, que en Cuba, en Cubita la desgraciada, no existen seres cubanos más valientes, más lúcidos ni más sacrificados que esos ángeles que nos dieron la vida, que nos ayudaron a conservarla y que nos protegieron para que no tropezáramos con el basurero de la esquina, para que no pisáramos mierda, nos resbaláramos y nos despetroncáramos contra el pavimento, para que aprendiéramos a cuidar la ropita y los zapaticos domingueros, para que entendiéramos un poquito “el pan nuestro de cada día” y que, sobre todo, muy importante, que para subir al cielo no se necesitan escaleras, se necesita decencia, dignidad, amor, honestidad y valentía, así de sencillo y de humano a la vez.

Dice mi amiga la cínica que así como la dictadura castrista, y sus principales exponentes, han vivido robando, engañando, reprimiendo y asfixiando a un país y a su pueblo para apoderarse de nuestro tesoro nacional y darse “la dolce vita”, las madres cubanas han devenido, por fuerza contraria, por acción a la reacción, en las salvadoras del alma de una nación pues son las que han logrado mantener con vida a una sociedad hundida en el desabastecimiento, las penurias, los disparates ideológicos, los espejismos que provocan la cacareada “abundancia” socialista, la inanición, las flaquezas morales y los sueños frustrados de varias generaciones de seres cubanos.


¿Valoramos en su justa dimensión los tantísimos sacrificios que hacen nuestras madres en un país donde el aire hiede y la tierra mata?

Yo siempre me pregunto de dónde sacan tanta fuerza estas mujeres para mantenernos con vida, un reto muy difícil que les impone una realidad tan asfixiante como la que se “respira” en Cuba y que, visto y comprobado, se han enquistado en nuestra esencia, en nuestra idiosincrasia, en nuestra “cubanía”, en nuestro “producto interno bruto” como nación y como pueblo y que, tras más de sesenta larguísimos años, insisten, se empecinan, se esfuerzan por permanecer destrozándonos la existencia, el sentido común, el decoro y la lucidez a todos, absolutamente, a todos los cubanos.

Cada vez que escribo sobre este tema no puedo dejar de pensar en mi madre, y créanme que el mayor dolor que me produce es no haber tenido tiempo, porque uno, desgraciadamente, siempre pospone los abrazos para después, de agradecerle con muchísimo amor y respeto los tantísimos sacrificios que tuvo que hacer para que yo creyera que “la vida es bella”, para que yo pudiera tragarme sin asco los malos sabores de un revolucionario picadillo “enriquecido”, para que el fuego de las fiebres de mi garganta no me quemaran por dentro y para que, aun con el desinterés que me producía el mundo en que vivía, yo estudiara y me hiciera un hombre “hecho y derecho” que en medio de los horrores de la guerra cotidiana por el socialismo, por el patria o muerte y por seremos como el che, al menos aprendiera a leer, a escribir y a multiplicar sueños e ilusiones por esperanza y vida.

¡Un enorme monumento les queda chiquito a las madres cubanas!
by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

El castrismo es una “infección cerebral”, una enfermedad que padecemos muchísimos cubanos.


Siempre he dicho que el castro-comunismo trascendió el concepto de filosofía dictatorial social-demagoga, dejó de ser la alevosa “doctrina” de un fulano para exprimir a una nación y trascendió una ideología maldita y totalitaria para convertirse en un “pensamiento” que, desgraciadamente, contaminó a más del noventa por ciento de los cubanos nacidos después de 1959 y a otros “muchos” que lo hicieron con anterioridad.

La inmensa mayoría de los que conformamos ese noventa por ciento, aun cuando nos dimos cuenta que la revolución del picadillo es una gran estafa, nunca hemos logrado desprendernos de la maldita agonía que significa cargar sobre nuestras espaldas, a nivel de actitudes, esa malformación espiritual e, increíblemente, pretendemos enfrentarnos a tal maquinaria de muerte, destrucción e intolerancia, con los mismos argumentos que ellos utilizan y que heredamos de nuestra formación como hombres nuevos-nuevecitos.

Porque, cubanos, no nos engañemos, quienes nos graduamos en las Universidades del castrismo, para poner un solo ejemplo, bajo el lema de la Universidad para los revolucionarios, como fue siempre en Cuba comunista, nos guste o no, nos inocularon en vena la esencia de ese dogma antinatural, de esa demoledora maquinaria de la lógica, de la incomprensión totalitaria a la idea ajena, de la ceguera política y del unipartidismo “insolidario” y hoy, inconscientemente, nos manifestamos igualitico a como lo hacen los más ridículos exponentes de “esto es una limonada coyuntural” o “yo soy fidel”



Porque, en la vida real, no tenemos que ir muy lejos para entender qué estoy diciendo, baste con que usted le haga una crítica, un mínimo señalamiento, una simple observación a cualquiera de los que hoy se dicen ser opositores al castrismo, líderes de opinión o barítonos de los facebook live, para que enseguida te bloqueen, te borren o, en el mejor de los casos, te agredan con una sarta de improperios como lo hacen los puti-ciberguerrilleros del odioso e intolerante aparato contestón castrista.

Mi punto es que el castrismo nos lleva ventaja, mucha ventaja. Esos degenerados tienen más de sesenta larguísimos años de experiencia creando héroes y mártires para reventar aplausos o lagrimear multitudes, líderes a favor o en contra de sus intereses, estados de opinión, campañas de desprestigio contra los disidentes, malas ideas, chismes, violencia ciudadana, lenguaje grosero, desacreditaciones contra un individuo o grupo de ellos, mala intención, falsos profetas y toda una parafernalia de actitudes que van desde la agresión verbal, con sus consabidas mentadas de madre, hasta los fascistas mítines de repudio que han trascendido las calles de Cuba y se han posicionado, para vergüenza ajena de los seres cubanos decentes, en las redes sociales.



Algunos nos desgastamos criticando a la oposición cubana por asuntos netamente “bodegueros” y es una pena. Yo soy del criterio de que la resistencia al régimen castrista es muchísimo más fuerte que diez, veinte o treinta años atrás porque hemos crecido en número, nos hemos quintuplicado, muchísimos nos quitamos la venda que nos amarraron a los ojos y, desde posiciones personales, esgrimimos nuestra negativa a seguirle el juego a los enemigos de la decencia y de la verdadera cubanía.

Atención cubanos, los líderes no se hacen, no se fabrican, no se improvisan ni podemos permitir que nos los vendan porque “tiran” discursos pompeyanos, recitan poesías patrioteras, ponen caritas de yo no fui pa’ salir bonitos en los videos “feisbuleros” o se deshacen en griterías insustanciales de más alto que no se oye para llamar la atención y cautivar nuestras simpatías.

Hoy son muchas las figuras, en el panorama de la oposición dentro de Cuba, que le muestran la cara a la dictadura castrista, algo que yo nunca hice, y eso merece todo nuestro respeto estemos de acuerdo o no con los métodos que utilizan.

Dejemos de instigar, desde la comodidad del exilio, acciones violentas con tiros, escopetas y pistolitas para que otros pongan los muertos cuando se sabe que la agresividad del castrismo no conoce límites y no va a medirse para tirar los tanques, las brigadas especiales y las bandas paramilitares a reprimir y matar por tal de preservar un “orden” que les representa “la vida” pues no tienen otro lugar en esta bendita y tolerante tierra donde ir a esconderse.

Soy del criterio, y lo defiendo con todas mis fuerzas, de que hoy por hoy nadie tiene la verdad absoluta para derrotar a la bestia, pero, si nos fijamos un poquito, en la actitud de cada uno de nosotros puede estar el punto de partida para desenredar la madeja de esa desgracia que se llama dictadura castro-comunista y que es la vergüenza cubanos, la VERGÜENZAAAAAAAAA…
by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

El castrismo destruyó a Cuba, la convirtió en una letrina de odios, miserias y espantos.


De nada nos sirve cargar tanta pena, tanta vergüenza y tanta lástima. No nos hace bien. Es cierto que en este bendito exilio se respira con más tranquilidad, con más holgura, pero, insisto, ese olor a mar, ese sol y esa brisa con brazos de mujer, les aseguro que no los vamos a sentir en ningún otro lugar de este planeta azul.


Realmente los cubanos éramos un pueblo feliz, un pueblo trabajador, amigo, soñador, gente buena que creía en Dios, en la Virgen y en las potencias “salvajes” del cielo, el mar, los ríos y la tierra.

Éramos personas pacíficas, decentes, nos gustaban el arroz con leche con una pizquita de canela, la raspa de la natilla pegada al jarro, un trago del mejor ron del mundo, las películas de pistoleros, la música contagiosa y la de llorar, el café recién colado, la libertad, la vergüenza, el orden cívico y la cerveza fría, bien fría.



Reuníamos centavo a centavo para el par de zapatos en las rebajas de Fin de Siglo, para el “sanguisi” de jamón y queso, para el pan con timba cuando el hambre formaba su concierto dentro del cuerpo o para el arroz frito de la fonda del chino con tremendo orgullo.


Éramos personas humildes pero honradas, limpias, literalmente limpias porque la decencia era condición obligada aunque no hubiéramos estudiado en la “Universidad”.

Amábamos nuestra ciudad porque crecía, se desarrollaba, competía con los ángeles por dominar el espacio sideral a la par que nos brindaba oportunidades para que fuéramos nosotros mismos, para que el sacrificio de nuestros padres rindiera sus frutos con aquel título de “doltol”, tan anhelado por ellos, enmarcado y colgado en la pared.



Éramos un pueblo valiente, luchamos contra el imperio más poderoso de su época y construimos una República hermosa, con una Constitución de las más avanzadas de su tiempo y con una democracia envidiable que, muchas potencias del primer mundo de hoy, ni siquiera podían soñarla.


Pero: “Éramos muchos y parió Catana…”, “llegó el comandante y mandó a parar…”, “en cada cuadra un comité…”, “jorobita, jorobita lo que se pega no se quita ni con cola, ni con colina, ni con la saya de tu madrina…”.

Así mismo, de la noche a la mañana, un 1 de Enero de 1959, nos convertimos en el gran disparate, en el peor absurdo de la humanidad.

fidel castro, esa maldad que quedará postrada en nuestras memorias por varias generaciones, nos condenó al destierro de nuestra patria, al ostracismo de nuestros amores y a un exilio obligatorio porque, “sencilla y llanamente”, nos transformó la vida de vivir en un terrible infierno para morir.

Ese miserable barrió con todo cuanto habíamos logrado como nación, algo tan elemental como el par de zapatos de Fin de Siglo, el sanguisi, el pan con timba y el arroz frito de la fonda del chino se fueron al carajo y los sustituyó por un miserable cupón de la libreta de productos industriales una vez al año, un pan con croquetas de subproductos de “pollo” vendido en total insanidad y, bueno, el arroz, bien, gracias, cinco libras una vez al mes por persona y a gritar alto, bien alto que no se oye, compañeros, patria o muerte, venceremos, socialismo y a morirnos muchas veces.

A la mujer de Antonio la vistió de miliciana, de constructora, de machetera en perdidos cañaverales, de vigilante de pueblos y le arrebató su gracia y su aire obligándola a marchar en vez de andar, a repetir consignas, cantos revolucionarios y a cambiar para siempre su gracia coqueta por la degenerada militancia del infame comunismo.

¿Que por qué no nos enfrentamos a fidel castro y lo aplastamos como a una cucaracha?

Es la respuesta más difícil y complicada del mundo, pero estoy seguro que fue por inocencia, ingenuidad colectiva, estupidez y subnormalidad nacionalista, pero más que todo por miedo, por un miedo enorme a que nos pararan en el matutino de la escuela o en los paredones de fusilamiento del recién estrenado socialismo.

Según la historia la mayor condena que podía aplicársele a un ser humano era ser desterrado de su pueblo, de su tribu, de su comunidad o de su Patria.

Por eso los seres cubanos somos el pueblo más exiliado de esta galaxia, llevamos más de sesenta larguísimos años “preparando maletas”, saltando “charcos”, volando sobre cualquier chiringa que nos saque de aquel infierno y que nos lleve lejos, bien lejos, allá, donde nos llegue a los pies la espuma…

Es triste, duele, hiere ver a tu país sepultado bajo toneladas y toneladas de escombros.

Cada día que pasa me convenzo, con mucho pavor y enormes deseos de vomitar, que el castro-comunismo es una degradación total de los valores humanos más importantes como son la vergüenza, la dignidad, el respeto y el amor a la Patria.
Los defensores furibundos de la revolución del picadillo, ahora encabezados por el hazmerreir de díaz canel, el nuevo hombre medio-fuerte, qué digo medio, un tilín-“fuerte” de la dictadura, esparcen sobre nosotros una burda andanada de aspavientos, chillidos y “denuncias”, tratando de contrarrestar verdades que son demasiado evidentes a la vista de las personas decentes pues las redes sociales, Internet y la vida misma, se han encargado de graficar y demostrar el desastre castrista, de proporciones bíblicas, que tiene más de sesenta larguísimos años y que, desgraciadamente, no tendrá solución mientras esos incompetentes y asesinos de la nación cubana continúen sentados sobre el pestilente tibor del socialismo en Cuba.
Yo siempre he dicho que la salud, la belleza y los aromas de la Patria se perdieron desde el mismísimo 1 de Enero de 1959. Y lo digo con toda propiedad porque nuestro país se fue deteriorando, desvencijando y pudriendo ante la indolente mirada del castrismo y, lo que es peor, mucho peor, ante la nuestra como pueblo al aceptar, con total complacencia, pesimismo y parsimonia, que la Patria se nos derrumbara encima.
Ahora es tarde, la vida de los seres cubanos yace bajo toneladas y toneladas de escombros y de malolientes desperdicios, contaminando un aire que antes olía a mar, a tierra de sembrar, a flores recién cortadas y a comercios de todo tipo que vendían prosperidad, esperanza y deseos de vivir, muchísimos deseos de vivir la vida.
Por eso digo que los cubanos solo podremos salvar esa isla linda si somos capaces de conservar la buena memoria, no olvidar lo que un día nos hizo grandes y mucho menos desconocer el justo momento en que aceptamos aplaudir la desgracia y decidimos sepultamos en vida creyéndonos revolucionarios y socialistas.
No olvidar para que la estupidez bachatera no se vuelva endémica y contagiosa.
Esa banda de descerebrados castristas, máximos responsables del abandono total de un país y su pueblo, saben que las personas honradas les creen cada vez menos y que se están quedando solos en un mundo cada vez más democrático y menos dictatorial.
Los acólitos del castro-comunismo se retuercen cuando ven y escuchan las verdades sobre su régimen totalitario y saltan agresivos ante imágenes de la realidad cubana que son muy difíciles de justificar, esconder o desmentir. Yo digo que les entra una picazón, unos retorcijones y unas pataletas que no pueden aliviar con dignidad y recurren a la agresividad, a las calumnias, a las agresiones cibernéticas y a la chivatería “feisbulera” pa’ intentar tapar el sol con un de’o.
A los que viven en Cuba los entiendo, son repugnantes y repulsivos pero al final son dignos de lástima. Para empezar tienen que justificar su “ratico” de conexión a Internet y ser “solidarios” con el régimen que les da un chance para navegar en la red pues si no lo hacen: ¡ya tú sabes! One, two, three cojan puerta…
Dice mi amiga la cínica que a esos infelices se les destruye fácilmente con un buen sanguisi de jamón y queso y un buen batido de chocolate, cosas que no han visto ni olido en sus perras vidas de comunistas.
A los otros, a los “exiliados”, a esos no, a esos emigrados que una vez “huyeron” del castrismo y hoy se desarman en justificaciones y más justificaciones para intentar “salvar la verdad” de los castro, de que en Cuba todo está bien, de que los cubanos somos muy felices, que allí nadie pasa hambre y que la revolución del picadillo ha significado progreso y prosperidad para el pueblo, Dios, perdóname, pero a esos no, a esos degenerados de las redes sociales con el panfleto de la “historia me absolverá”, enrollada y metida en el c…, a esos no, a esos nunca los voy a entender por mucho que se desgañiten publicando mentirosos comentarios, videítos live de patria o muerte, imágenes de edificios coloreados o discursitos de tontos útiles prestados para engañar a imbéciles.
Cuba y los cubanos yacemos bajo los despojos que nos ha tirado el castrismo durante más de seis décadas, es hora que dejemos de mirar hacia otra parte y nos esforcemos en buscar un hueco, un simple huequito para que nos entre la luz y empecemos a purificar el aire de la Patria.
Debemos propiciar un diálogo general entre todos los cubanos y juntos tratar de encontrar soluciones. ¿Utopía? Es posible. ¿Voluntad? Estoy convencido de que muchos la tenemos. Yo estoy dispuesto.

by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

















Un pequeño detalle: REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

 Me pidio un seguidor que hablara un poco mas sobre mi vida en Cuba...... Yo hoy tengo la oportunidad de responder......


La «revolución del picadillo» no me vio nacer a mi. Soy nacido en pleno periodo especial del 91 de ese miserable sistema comunista… Jejejeje…, pero tuve la desgracia de coger parte de «eso». 

¿Ves? Creo que el ADN también me corre en mi cuerpo, aunque menos, mucho menos que otros, los que de verdad nacieron allí, en esa podrida sociedad del «hombre nuevo», y les enseñaron a gritar «Seremos Como El Ché» (¡ñooooo…!) 

Por suerte, yo no cogí esa etapa que empezó a proliferar a principios de los años 70 en las escuelas primarias de Cuba comunista. 

Déjame comentarte que me considero el «primer joven con los pantalones bien puestos» contrarrevolucionario del municipio de SANTA CLARA, VILLA CLARA.  Tenía 18 años y estando en LA UNIVERSIDAD DE CIENCIAS MEDICAS, me botaron de la escuela y me acusaron de «usar frases despectivas contra el Ché», de «sabotear una asamblea» y de «contrarrevolucionario» por el hecho de que me opuse a que me reclutaran para ser maestro y por denunciar los abusos cometidos a los pacientes en el hospital por parte de miembros del sistema.

 Me pedían 8 años. Tengo que estar muy agradecido a mi abuelo (FHV) que metió denuncias a diestra y siniestra y pude salir ileso. El resultado fue que le dijeron que me metiera al famoso «destacamento pedagógico universitario» porque si continuaba con las denuncias iba a tener una «victoria pírrica». 

No tuve más remedio que aceptar, pero nunca me doblegaron. Nunca fui «ejemplar» aunque mis notas de estudiante eran excelentes fui presidente de la FEEM 3 AÑOS. Hasta que un dia me cojieron grabando un acto de violacion de Derechos Humanos a un Paciente en el salon de opercaciones que estaba en estado coma inducido por la anestesia general, en plena cirujia al paciente le realizaron actos totalmente repugnantes, fue un hecho muy famoso en el pais, era la cirujia a un militar de cienfuegos que se habia introducido un objeto contundente en sus genitales y le quedo dentro, pero los trabajadores del salon de cirujia lo tomaron como buling mientras el estaba en coma inducido, yo lo grabe y lo reporte a las organizaciones de Derechos Humanos, esto provoco mi expulsion definitiva y ademas una posible prision.... 
Esto es solo algo de mi «vida». 
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Mi familia sufria al ver todo lo que me hacia la G2.

No voy tampoco mas a Cuba mientras exista una dictadura
ABAJO FIDEL.RAUL Y TODOS LOS COMUNISTAS
by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ






Cuba: La ruina, la destrucción y el dolor de la familia cubana causados por el castro-comunismo.


Si con algo, o con alguien, se ensañó de verdad, le metió las garras, le hincó el diente y le clavó su ponzoña venenosa el castro-comunismo, fue con la familia cubana.


He escrito varias veces sobre este tema y créanme que siempre me produce un dolor enorme, una apretazón tremenda en el pecho porque, mientras más pasa el tiempo, más pasan los años y más permanece esa pérfida revolución del picadillo sentada en el tibor del socialismo, más sufre, más se deteriora, más se humilla y más se depaupera lo que algunos muy sabiamente han denominado el núcleo fundamental de la sociedad, el horcón donde descansa la sabiduría de un país o el punto donde nacen los aciertos y desaciertos de cualquier nación que lucha por alcanzar el desarrollo, la prosperidad y el respeto.

Pero, desafortunadamente, en Cuba, en la Cuba sumergida en los espantos, en la inmundicia, en los descalabros y en los tormentos del castro-comunismo, desde hace más de sesenta larguísimos años, nada de esto sucede, más bien todo lo contrario, la familia como resguardo de los auténticos valores materiales, espirituales, sociales y culturales de la Patria se fueron a bolina, se perdieron entre la chusmería, la vulgaridad y la violencia de los fascistas mítines de repudio, de la intolerancia militante, se hundieron en el fanguero improductivo de la “propiedad social”, se esfumaron entre los cánticos de guerras antimperialistas y cambiaron los buenos olores de la decencia, de la virtud y del patriotismo por la peste a grajo de los trabajos voluntarios, las guardias cederistas y las movilizaciones militares pa’ defendernos de “la bomba atómica”.



La familia cubana perdió la sagrada función para la que fue concebida y cedió ante un diluvio de aberraciones ideológicas que empezaron por desestructurar las relaciones filiales, desintegraron la sagrada relación de respeto entre padres e hijos y terminaron por enfrentarnos a los unos con los otros como si fuéramos animales salvajes luchando por la supervivencia o por un simple bocado de comida, una jabita de aseo personal o unos minuticos de conexión a Internet.


Y todo en nombre de una falsa revolución, de un régimen “altruista” y de un líder “salvador”, medio “profeta en su tierra” el muy cabrón, mesías del picadillo enriquecido y sabelotodo, que nos prometía, a cambio de obediencia y sumisión total, elevarnos a un paraíso repletico de socialismo donde estarían satos los bisteces con cebollitas, los panes recién horneados con mantequilla, las pipas repleticas de café con leche y las victorias, muchas victorias, la mar de victorias, carretones de repugnantes y empalagosas victorias para ti, para mí y para todos los que están aquí…, ese era el lema…



Dice mi amiga la cínica que el daño, la desarticulación y los ataques a la familia cubana siempre estuvieron subyacentes en los planes, en la agenda, en la mentalidad de “conquistador” del “almirante” de Birán, pues este delincuente, criminal y fratricida, sabía que para apoderarse de Cuba primero tenía que destrozar los fuertes valores, los venerables lazos familiares que caracterizaban al ser cubano y que lo hacían defender como una fiera, primero a los suyos, antes que a cualquier ideología.


Como una serpiente muy venenosa, letal y traicionera, el castro-comunismo se nos fue colando en nuestras casas, en nuestras mentes, mordió a cada cubano y nos infectó a la inmensa mayoría con su lucha de clases, con su negación de la negación, con su tesis de que los revolucionarios tienen el “pito” más largo y con la terrible, criminal y devastadora consigna de que por salvar la revolución, al socialismo y a fidel, teníamos, si fuese necesario, que chivatear hasta nuestra propia madre.

Con los horrores de la “nueva” Cuba, es decir, la posterior al 1 de Enero de 1959, la familia cubana perdió los tradicionales y auténticos valores que hasta ese justo momento había defendido.

Al desastre provocado por la revolucionaria mentalidad de combate, implícita en los adoctrinamientos sistemáticos a los que fuimos sometidos, el cubano de infantería sumó las carencias físicas y espirituales provocadas por su estúpida filiación a un régimen tiránico y el descalabro total no se hizo esperar, la estampida migratoria se convirtió en tablita de salvación y, otra vez, la sagrada familia cubana sintió sobre su estructura la violencia de una ruptura que, en muchos, muchísimos casos, alcanzó rasgos de eternidad.

Si los seres cubanos, de verdad, queremos salvarnos del infierno castro-comunista, primero hemos de rescatar los legítimos valores familiares que una vez tuvimos, pues el amor a la Patria y a la vida, empiezan por la familia y después por todo lo demás…




by REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ