domingo, 18 de abril de 2021

LGBTIQ+: Migración y Derechos Humanos / Enfoques

 

REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

Diplomado “Migración y Derechos Humanos: Enfoques”

 Sexilio y Migración: solicitud de refugio, asilo y el tránsito MIGRATORIO de personas LGBTI.

SUMARIO: I. Introducción; II. Movilidad por discriminación y violencia motivadas por condición sexo genérica; III. Marco jurídico; IV. ¿Ciudad amigable?; V. Conclusiones; VI. Bibliografía.

 


TERMINOLOGÍA

 LESBIANA Es una mujer que es atraída física, romántica y/o emocionalmente de manera perdurable por otras mujeres.

 HOMBRES GAYS Gay se utiliza a menudo para describir a un hombre que es atraído física, romántica y/o emocionalmente de manera perdurable por otros hombres, aunque el término gay también se puede utilizar para describir tanto a hombres gays como mujeres (lesbianas).

 BISEXUAL Bisexual describe a una persona que es física, romántica y/o emocionalmente atraída tanto por hombres como mujeres.

 TRANSGENERO El término transgénero describe a las personas cuya identidad de género y/o expresión de género difiere del sexo biológico que les fue asignado al nacer. Transgénero es una identidad de género, no una orientación sexual y una persona transgénero puede ser heterosexual, gay, lesbiana o bisexual.

 INTERSEXUAL El término intersexual o "trastornos del desarrollo sexual" (DSD por sus siglas en inglés) se refiere a una condición en la que un individuo nace con una anatomía reproductiva o sexual y/o patrones de cromosomas que no parecen ajustarse con las típicas nociones biológicas de hombre o mujer. Estas condiciones pueden ser evidentes al nacer, pueden aparecer en la pubertad, o puede que sólo se descubran durante un examen médico.

 ORIENTACION SEXUAL Se refiere a: "la capacidad de cada persona de sentir una profunda atracción emocional, afectiva y sexual por personas de un género diferente al suyo, o de su mismo género, o de más de un género, así como la capacidad de mantener relaciones íntimas y sexuales con estas personas". (Principios de Yogyakarta)

 IDENTIDAD DE GENERO  Se refiere a: "la vivencia interna e individual del género tal y como cada persona la siente profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo… y otras expresiones de género, incluyendo la vestimenta, el modo de hablar y los modales". (Principios de Yogyakarta)

sábado, 6 de marzo de 2021

En el debate sobre los Derechos Humanos


El pasado mes de febrero, se realizo una videoconferencia de ONG y Asociasiones independientes y tuvo como objetivo iluminar desde nuestras funsiones el ámbito de los derechos humanos, logrando el conocimiento del fundamento de los mismos y el intercambio de experiencias internacionales para propiciar su eficiencia.

¿Podemos considerar que el ser humano es más digno que una lechuga? Esta pregunta, que puede parecer inútil, ha ocasionado acalorados debates,

 Y no es que nos guste discutir  (quizá sí, pero no es la única razón); contestar “sí, claro” es fácil, fundamentar la respuesta en argumentos objetivos, racionales, sin consideraciones emotivas o a priori, no lo es tanto. Detrás de esta inocente pregunta se encuentra una cuestión más importante: qué es la dignidad, quién tiene derechos, qué son los derechos humanos. Hay multitud de respuestas de las cuales se acarrean consecuencias de gran magnitud.

El 10 de diciembre de 1948, en la Asamblea General de las Naciones Unidas se aprobó y proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Han pasado más de sesenta años y el tema no pierde actualidad. Políticos, abogados, periodistas, mujeres, profesores, ciudadanos, incluso hoy jóvenes y niños abogan por los derechos humanos. 

“Ninguna de las diversas generaciones de derechos ha caído del cielo, sino que todas han sido conquistadas por otras tantas generaciones de movimientos de lucha y de revuelta: primero liberales, luego socialistas, feministas, ecologistas y pacifistas” 

 Sin embargo parece existir un triángulo de las Bermudas entre el discurso y la experiencia cotidiana. Se han multiplicado los organismos nacionales e internacionales que buscan la protección y promoción de los derechos humanos, pero la realidad desborda el trabajo de tantas personas. Existe el derecho a la existencia y a un decoroso nivel de vida, el derecho a la buena fama, a la verdad y a la cultura, el derecho al trabajo, a la libertad de conciencia, y muchos más que parecen no reflejarse, no reconocerse en la vida de millones de seres humanos que todavía hoy padecen hambruna, analfabetismo, enfermedad, opresión y tantas cadenas más o menos sutiles que esclavizan al hombre actual.

El problema no se limita a la eficacia, a los medios para lograr avanzar en el reconocimiento práctico de los derechos humanos. El debate es todavía más profundo, es el debate sobre el origen de los mismos. ¿Cuál es el fundamento de los derechos humanos? Existe gran variedad de teorías, y no da lo mismo una que otra. Unos se niegan siquiera a plantearse el problema, creen que es inoperante e inalcanzable, en todo caso, una pérdida de tiempo. 

Unos apuestan por el consenso suficiente, para ellos basta el voluntarismo jurídico. Otros más descubren un auténtico derecho en toda pretensión de la libertad humana, sobre todo si es el débil que busca rebelarse contra una forma de opresión o discriminación. 

También están aquellos que encuentran en la naturaleza humana el principio de todo derecho universal natural o humano.

 ¿Por qué elegir una teoría y no otra? ¿Por qué aceptamos unos derechos, y otros no? ¿Cuáles deben ser garantizados como fundamentales?

Cada postura tiene repercusiones prácticas. ¿Cómo combinar el derecho a la información con el derecho a la privacidad? ¿Cómo se relacionan el derecho a libertad de expresión con el derecho a la verdad o a la buena fama? ¿Existen los derechos de los animales? ¿Existen los derechos de las plantas? En caso afirmativo, ¿cómo se conjugan con los derechos humanos? Entre tanta ambigüedad, parece que un elemento convergente en la mayoría de las teorías es aquel que identifica la dignidad como fundamento de los derechos humanos. Así lo declaran el preámbulo de la Declaración Universal, Jacques Maritain y Mauricio Beuchot, y muchos otros filósofos lo corroboran.

Ahora bien, cabe preguntarse: ¿qué es la dignidad humana? La posmodernidad se encuentra más cómoda en la indefinición de los términos, pero esta situación corre graves riesgos. Una posibilidad es vaciar de contenido el término dignidad, se vuelve una palabra talismán, atractiva, políticamente correcta pero hueca, sin mayor significado ni trascendencia real. Otra posibilidad es utilizar la expresión dignidad como instrumento de manipulación para intereses particulares. Por ejemplo, si se reconoce la dignidad de los primates se les debe conferir en automático derechos, y la falta de dignidad humana le quitaría los mismos a una persona. ¿Es esto posible? ¿Es justo?

La película “Mar adentro” provocó fuertes polémicas entre los activistas de “Morir con dignidad” y los defensores de la dignidad de una vida con discapacidad. En el corazón del debate estaba la dignidad, pero ¿qué entendía cada bando al afirmarla?

Quizá convenga profundizar en la explicación que de la dignidad da Thomas Williams. Él entiende la dignidad como el puente entre la antropología y la ética. Apartándose de toda ideología, partiendo de la realidad del ser humano, de su esencia, sabremos cómo es y, por lo tanto, cómo obrar con él en verdad y justicia. 

“La palabra latina dignitas, de la raíz dignus, no sólo significa una grandeza y excelencia por las que el portador de esta cualidad se distingue y destaca entre los demás, sino también denota merecimiento de un cierto tipo de trato. Así la dignidad se puede definir como una excelencia que merece respeto o estima” (Williams, p. 32). Cristóbal Colón no inventó América, la descubrió; a nosotros no nos toca inventar al ser humano, nos toca reconocerlo, admirarlo, apreciarlo, en última instancia, respetarlo.


BIBLIOGRAFÍA
1. Beucheot, M. (2008). Filosofía y derechos humanos (los derechos humanos y su fundamentación filosófica). 6ª ed. México: Siglo XXI.
2. Ferrajoli, L. (2009). Sobre los derechos fundamentales y sus garantías. Trad. Miguel Carbonell et al. México: CNDH.
3. Torralba, F. (2005). ¿Qué es la dignidad humana? Ensayo sobre Peter Singer, Hugo Tristram Engelhardt y John Harris. Barcelona: Herder.
4. Williams, T. (2003). La dignidad de la persona humana. Roma: Ecclesia, XVII.

Debate actual ¿nuevos derechos?


A través del tiempo se ha verificado una amplia, variada e interminable pretensión de ampliación de derechos. Cabe preguntarse, ¿toda demanda es justa? Si se quiere reconocer y proteger toda petición como derecho humano necesariamente se vulneran otros ya reconocidos. ¿Existen criterios o principios para discernir entre lo que es un auténtico derecho humano y un deseo sin fundamento en la persona humana? No cabe duda de que la demanda sea subjetivamente válida, genuina y profunda en sus convicciones, pero ¿existen parámetros de objetividad que pongan límite a la creatividad subjetiva epistemológica? Es necesario tomar en cuenta la condición del ser humano. Los límites no son malos en sí mismos, no tienen que ser interpretados como violencia necesariamente. Límites adecuados dan estructura, solidez, encausan las acciones y son un antídoto contra la anarquía. Pero por otro lado, ¿qué los hace adecuados? Cuando los límites tienen un carácter absoluto se vuelven asfixiantes. ¿Se puede construir una cultura de derechos humanos sobre el postulado: si yo lo quiero es bueno? ¿Cuáles son los límites al concepto de derechos humanos?

La expresión “derechos humanos” es moderna, pero su procuración, su anhelo, se puede constatar a lo largo de la historia. Un parteaguas definitivo que le dio autoridad y reconocimiento a la expresión fue sin duda la Declaración Universal de los Derecho Humanos (10-XII-1948). La DUDH ha inspirado más de setenta tratados internacionales para protegerlos y aplicarlos. Si bien no es jurídicamente un documento vinculante se le reconoce autoridad moral y orientativa. Es punto de referencia para las constituciones y legislaciones de muchos países. De la proclamación de los derechos, la Organización de las Naciones Unidas, así como la mayoría de sus estados miembros, se ha preocupado por la protección y aplicabilidad de los mismos a través de numerosas conferencias, pactos y medidas legislativas.

 Desde sus inicios se reconoció que la DUDH no era exhaustiva ni definitiva, pues está sujeta a interpretaciones, justificaciones, al derecho positivo aterrizado en cada momento y lugar; en otras palabras, se adecuan a la conciencia moral del mundo. Para algunos juristas y filósofos los derechos humanos parecen una veleta a merced del tiempo y las circunstancias históricas, mientras que para otros son más bien velas (movidas por el viento) pero ancladas en el barco de la naturaleza humana.

El Big -Bang de los derechos humanos experimentado tras la Segunda Guerra Mundial presenta un nuevo desafío. Hoy surgen numerosas pretensiones de nuevos derechos y no hay un criterio sólido para verificar cuál sí es un derecho humano auténtico y cuál no. Entre más se alarga la lista de derechos humanos, más difícil es su tutela. Si se aceptan todos de forma indiscriminada se niegan necesariamente otros derechos (pasados o futuros). Este desafío implica reflexionar sobre los fundamentos de los derechos humanos. Después de todo, la historicidad no es arbitraria, sino fruto de una orientación conceptual. Las ideas que se tengan sobre los cimientos, sobre la esencia de los derechos humanos, traen como consecuencia determinados paradigmas que aceptan o rechazan positivar, proteger y/o promover nuevos derechos.

 


[1] La respuesta más común es: el bien común limita a los derechos humanos; pero resulta que ésta es una realidad también ambigua, difícil de definir. Además, ¿quién define que atenta contra el bien común y qué no?

[2] Conferencia Internacional de Derechos Humanos (Teherán, abril a mayo de 1968); la Declaración y el Programa de Acción de Viena (junio 1993)  y múltilples instrumentos más.

La lucha para fortalecer el cumplimiento de los derechos humanos




 “Hoy pienso que no es fácil salir de un país donde una nación, que cuesta mucho dinero y a veces, hasta la vida.

Pero también sé que nadie migra ni hace cosas por gusto, que las personas nos vamos de nuestros países por necesidad, otros somos obliagos a huir por falta de libertades fundamentales, como la expresion, la orientacion sexual, o ideologia politica y religiosa, salimos de nuestros paises con ese anhelo de ofrecerles a la familia una mejor vida, viajamos a otros lugares en busca de esas oportunidades que no tenemos en nuestra tierra a pesar de que tengamos que dejar  y arriesgar todo”.

Reinaldo Rodriguez Hernandez...

 


La lucha para fortalecer el cumplimiento de los derechos humanos es un tema que hoy día está tomando fuerza debido a las grandes violaciones que las personas han sufrido en el mundo, pues no ha sido fácil garantizar los derechos como la salud, la educación, la vivienda y el acceso a una vida digna, y alcanzar los Objetivos del Milenio planteados por la Organización de las Naciones Unidas.

La trata de personas es un fenómeno que incumple con todas las características de los derechos humanos. Es una forma de esclavitud, puede ser con fines de explotación sexual o laboral, e involucra el secuestro, el engaño y la violencia, entre otras cosas. Las víctimas de trata suelen ser reclutadas mediante engaños, como falsas ofertas de trabajo u ofertas engañosas, y son trasladadas hasta el lugar donde son explotadas.

En los lugares de explotación, las víctimas son retenidas por sus captores mediante amenazas, deudas, mentiras, coacción, violencia, y son obligadas a prostituirse o a trabajar en condiciones infrahumanas en fábricas, maquilas, centros nocturnos, y otros.

Los factores que favorecen la presencia de la trata de personas son la pobreza, la marginación, la falta de oportunidad laboral, la violencia contra las mujeres, la discriminación por motivo de género, la globalización, el desempleo, los avances en tecnología y comunicación, la crisis económica, los conflictos armados, el aumento de la delincuencia organizada y el aumento en los movimientos migratorios.

Hoy en día se considera que hay más de 800 mil víctimas de esta forma moderna de esclavitud, convirtiéndose así en una de las actividades más lucrativas seguida del tráfico de drogas y de armas,

De acuerdo a estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), 12.3 millones en el mundo de personas fueron obligadas a trabajos forzados, de las que 2.4 millones se catalogaron única y exclusivamente como víctimas de trata. El 55% de éstas son mujeres y niñas, explotadas en 98% de los casos para fines sexuales.

Contra la Trata de Personas, MUDDH, abrimos una campaña en la difusión de temas afines en las redes sociales y se encuentra posicionándose día a día, para poder tener injerencia en la creación de futuras políticas públicas que contribuyan a combatir mejor este problema. Está integrada por personas interesadas no sólo en difundir información y crear conciencia sobre trata de personas y violencia de género, sino también están comprometidas con la investigación responsable y la coordinación de las organizaciones de la sociedad civil relacionadas con la problemática y operar como una herramienta de denuncia social.

El compromiso que hoy asume el lector de este artículo, tan solo por leerlo, es conocer que los datos son apenas unos indicadores estimados de este fenómeno, y de lo mucho que podemos y debemos hacer como sociedad. La desigualdad de género, particularidades económicas y socioculturales, donde las características fundamentales de la trata de personas, como la “captación, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación” son una realidad hoy en dìa. Hay que estar informarnos. Hay que estar alertas. 
REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ.

Trata de personas: perspectivas y nuevos desafíos

Esclavitud contemporánea

La trata de personas es un delito preocupante para los Estados: se la reconoce mundialmente como una violación grave de los derechos humanos. Este negocio obtiene su materia prima de los sectores más desprotegidos, se nutre de la pobreza, la falta de trabajo, el subdesarrollo, la ignorancia, la discriminación de la mujer y la inocencia de la niñez. La circunstancia de que el sujeto activo supedite bienes jurídicos elementales como la libertad, la dignidad, la igualdad de condiciones, la identidad y la salud al simple beneficio económico, convierte esta acción en despreciable desde todo punto de vista.

Un primer inconveniente al enfrentar las organizaciones criminales a nivel nacional y mundial es que tienen una cantidad enorme de mano de obra a su disposición. La esclavitud contemporánea afecta a las personas que están en situación de pobreza y el número de estas es cada vez mayor. Por ende, la oferta de potenciales esclavos ha crecido exponencialmente y el precio ha caído, pues los hay en abundancia.

Pandemia

A pesar de la cuarentena y el confinamiento, ni el crimen organizado, ni la violación de los derechos humanos, ni las situaciones de esclavitud se han detenido, por el contrario, muchas actividades han mutado hacia las redes sociales, donde se hacen más ocultas y difíciles de descubrir. Un ejemplo es el aumento de la pornografía infantil por internet: las organizaciones han adaptado sus métodos de captación y reclutamiento por esa vía.

Los investigadores deben redoblar los esfuerzos y especializarse en las modalidades cibernéticas, valiéndose de las oportunidades que las nuevas tecnologías les brindan.

El crimen organizado no solo ha avanzado en las redes sociales, sino que también extiende sus tentáculos hacia otros ámbitos. El último informe de Investigación de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), que analiza escenarios posibles sobre el tráfico ilícito de migrantes y la trata de personas hacia América del Norte y Europa por la crisis de la Covid-19, menciona que, a pesar de las restricciones a la movilidad, el tráfico ilícito de migrantes ha continuado en la región y en el mundo.

Paradójicamente, el cierre de las fronteras terrestres, marítimas y aéreas ha ocasionado un incremento del tráfico ilícito de migrantes. Es decir, los límites de circulación impuestos por la pandemia no detienen la movilidad de las personas que huyen de los conflictos, la violencia, los abusos de los derechos humanos y la pobreza, por la necesidad de sobrevivir.

Las consecuencias de la pandemia ponen en peligro aún más la vida de estas personas, porque se someten a múltiples situaciones peligrosas que son aprovechadas por las organizaciones criminales para obtener un rédito económico.

La inmigración ilegal es una de las actividades que los grupos criminales utilizan frecuentemente, debido a la demanda de personas procedentes de países menos desarrollados, los beneficios económicos que reporta y la corrupción tremenda de funcionarios y políticos.

Así, se ha visto que miles de personas han muerto de asfixia en contenedores, han perecido en desiertos o se han ahogado en el mar. Es la muestra más terrible de la cosificación. Sin embargo, esto no parece inquietar demasiado a los políticos, ya que las soluciones no aparecen.

Nuevos desafíos

Como se observa, el problema es delicado en la actualidad y será más grave en el futuro, ya que la pandemia y el contexto económico de muchos países impedirán a millones de personas cubrir necesidades básicas, lo que generará un terreno fértil para la captación de víctimas.

Frente a la situación planteada, los regímenes políticos no pueden permanecer indiferentes, ya que se encuentran frente a uno de los desafíos más grandes para la humanidad: crear estrategias para la llegada de personas migrantes. Son decisiones políticas cruciales de las que dependen vidas de familias enteras, en busca de oportunidades para sobrevivir y tener un futuro mejor.

Los Estados tienen la obligación de llevar adelante acciones concretas para evitar la situación desgarradora que viven los migrantes, ya que atenta severamente contra la dignidad de las personas.

Como señala el santo padre en la carta encíclica Fratelli tutti, la trata de personas y otras formas actuales de esclavitud son un problema mundial que necesita ser tomado en serio por la humanidad en su conjunto porque, así como las organizaciones criminales utilizan redes globales para lograr sus objetivos, la acción para derrotar este fenómeno requiere un esfuerzo conjunto y también global por parte de los diferentes agentes que conforman la sociedad.

El gran desafío es actuar global y organizadamente para mejorar las condiciones de vida de las personas más necesitadas, y así, liberar a la humanidad de las nuevas esclavitudes y de la violencia del crimen organizado.

TIENES DERECHOS¡¡              


NADIE ES TU DUEÑO¡¡¡¡

CONTRA LA TRATA, DI NO A ESTE CONSUMO, DI NO A ESTA EXPLOTACION.¡¡


jueves, 25 de febrero de 2021

Derechos humanos: ¿por qué no se cumplen? Más de 70 años después de firmarse la Declaración Universal de Derechos Humanos, estos no están garantizados para todas las personas

Los derechos humanos son los que nos corresponden en cuanto hombres. Esto quiere decir que por el hecho de ser lo que somos, tenemos ciertos derechos que debieran ser respetados. Pero los derechos existen únicamente en la medida en que sean reconocidos por quienes deben respetarlos. Por lo tanto, nuestros derechos dependen de que los demás los reconozcan.



En ese sentido, no son algo cuya eficiencia resida en nosotros mismos, sino que, paradójicamente, siendo nuestros, dependen de los demás hombres. Lo único que nos cabe a nosotros en cuanto a ellos, es respetar los de los demás. Ese es el primer paso para que se respeten los nuestros.

¿Pero, quién puede asegurar que los otros actuarán igual que nosotros cuando estamos dispuestos a reconocerlos?

Hay por lo tanto un riesgo que se corre de respetar al otro sin ser respetado, aunque esta sea la única manera de abrirles paso en nuestro mundo. De ahí la contradicción en que cae quien los atropella: hace algo con el otro que él no quisiera que le hicieran a él. De donde la antigua enseñanza ética de “no hagas al otro lo que no quieres que hagan contigo”.

Todo esto significa que estos derechos existen como una opción que cada cual debiera tomar, estando obligado a ello solo por un acto libre y voluntario.

Nada nos obliga a respetar los derechos humanos, solo nuestra propia decisión de hacerlo, movidos por un principio de reciprocidad hacia los demás.

Por eso, avasallar al otro es romper la obligación mutua que permite la vida en común, es atropellar nuestra condición de seres humanos, es negar que una sociedad de individuos libres e iguales sea posible.

Pretender defender la vida democrática atropellando los derechos humanos es una contradicción ética y teóricamente inadmisible, porque la democracia se sustenta en el respeto a los demás, esto es, en el reconocimiento de la igualdad de todos los ciudadanos.

Pero, ¿en qué somos iguales? Si miro a mi alrededor, solo veo diferencias. Todos somos diferentes: por sexo, por nacionalidad, por pertenencias culturales, por religiones, por opciones políticas, por determinaciones físicas, etc. ¿Dónde está nuestra igualdad?

En la antigüedad solo eran iguales los ciudadanos, los que participaban de la vida política, y, por lo tanto, estaban excluidos de esta igualdad: los esclavos, las mujeres, los niños, los extranjeros, etc.

En la Edad Media, sin dejar de existir un fuerte acento en la desigualdad, se fue abriendo paso un cierto sentido de igualdad a partir de la idea de que todos somos “hijos de dios”, aserto que no logró jamás borrar las diferencias entre amos y esclavos, señores y siervos, hombres y mujeres, etc.

Sólo con la modernidad llegó por fin un sentido de universalidad que se ha ido abriendo paso lentamente hasta nuestros días, sin que todavía se pueda considerar terminado este proceso. Somos todos iguales en cuanto ciudadanos.

Sin embargo, la realidad de las naciones, las diferencias entre ricos y pobres, la fuerza de las diferentes pertenencias políticas y religiosas siempre han sido hasta ahora un obstáculo infranqueable al reconocimiento definitivo de la universalidad humana.

Entonces, ¿en qué podemos decir verdadera y definitivamente que somos todos iguales?

Creo que en nuestra condición, en nuestra circunstancia, en nuestra forma de existir: somos todos mortales, finitos, entregados a la responsabilidad de asumir individualmente nuestra propia vida, que nadie puede vivir por nosotros, estamos en medio de un universo, cuyo sentido último se nos escapa por todos lados.

Aunque se nos ofrezcan muchas respuestas tranquilizadoras desde los diferentes mitos y creencias que se disputan nuestras conciencias desde el comienzo de los tiempos, no sabemos con certeza qué hemos venido a ser a este mundo.

Las religiones nos dividen, pero la desesperación y el desamparo que les da origen, nos unen.

Los proyectos políticos nos dividen, pero la conciencia de que todo intento humano por mejorar la vida es solo una apuesta, nos une.

La imposibilidad de tener una respuesta absoluta en la que afirmar nuestras vidas es mucho más poderosa que todos los intentos de encubrimiento de los enigmas y misterios que nos rodean y que tratamos de ocultarnos a través de doctrinas y dogmas que finalmente solo nos procuran una tranquilidad provisoria e imaginaria.

Si todos los seres humanos fueran capaces de reconocer la indigencia de fondo que hay en toda vida humana y si en lugar de avanzar respuestas apresuradas sobre nuestra condición, sobre el sentido de nuestra existencia, sobre nuestro destino, si en lugar de entrar en los sectarismos y fanatismos políticos que pretenden saber con certeza qué es lo mejor para nuestras sociedades, si en lugar de eso, digo, se contentaran con asumir en toda su profundidad el misterio y el abismo que la caracteriza, se respetarían por fin los derechos del hombre, cuya base no es otra que la conciencia de esta precariedad infinita.

Nuestra vida es una mínima pausa entre dos oscuridades herméticas que nadie podrá jamás desentrañar. El que asume el misterio de la existencia humana en todo su insondable alcance no podría jamás tratar a otro hombre como un medio, ni manipular su cuerpo, ni intentar forzar su conciencia, porque tendría que reconocer que en verdad no sabe lo que está haciendo.

Y eso es finalmente lo que ciertamente ocurre: si encaramos nuestra circunstancia honestamente, más allá de todas las respuestas que se han intentado dar y que seguirán existiendo y surgiendo en este mundo, tendremos que reconocer que el hombre es un gran misterio para sí mismo. Es eso lo que nos hace iguales.

Lamentablemente hasta ahora solo unos pocos han sido capaces de reconocerlo. La mayoría vive en un mundo de respuestas hechas, haciendo oídos sordos al llamado de este insondable silencio. Por eso, el respeto universal a los derechos humanos sigue siendo todavía una lejana meta en un incierto horizonte.

Ver en el otro la otredad infinita que también observa asombrada desde su finitud la inabordable inmensidad del cosmos, al mismo tiempo que descubre el desamparo de su propia existencia, es la única experiencia que puede crear entre los hombres el deseo de darse una mano, en vez de buscar anularse mutuamente inclinándose ante el poder irrefrenable del dolor y de la muerte.


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martes, 23 de febrero de 2021

El fuego se acerca cada vez más al barril de pólvora

 


Uno de estos días (más temprano que tarde, según me parece) veremos circular en Internet la siguiente noticia: “Policías y esbirros de civil son ajusticiados en un barrio pobre de La Habana, al estilo de Fuenteovejuna”. Con toda seguridad, el redactor de la noticia contará que el hecho tuvo lugar cuando los represores abusaban de mujeres y hombres indefensos. Y añadirá que nadie pudo distinguir, dentro del molote, la mano o las manos que aplicaron justicia anónimamente, como en la proverbial tragedia de Lope de Vega.

Es de prever que ese episodio sea el detonante para que se repitan otros similares. Y otros…

No estoy seguro (¿quién podría estarlo?) de que tales conatos de rebelión popular derriben a la ya más que sofocada, pero aún sofocante dictadura castrista. Lo que sí resulta incuestionable es que un acontecimiento de ese tipo marcaría irreversiblemente el fin de la sexagenaria historia de su impunidad, sus atropellos y sus burlas al mundo civilizado.

No soy de los que confían en el desplome de la dictadura castrista por efecto dominó, después que hayan caído las de Venezuela y Nicaragua. Tampoco creo que caiga como resultado de las medidas económicas que le aplique el gobierno estadounidense, por duras que sean. Sin embargo, me parece que el detonador para un cambio radical sí podría ser ese inicio de rebeliones espontáneas de la gente contra las fuerzas represivas, y ahora además impulsadas por la desesperación ante las nuevas carencias que contrae el eufemístico “período coyuntural”. No es en modo alguno deseable (al menos para mí no lo es) que la posible solución dependa de una masacre a la población inocente, pero tal y como van las cosas, quizá no quede otro remedio que aceptar lo evidente. Con tristeza.

A diferencia de tiempos atrás, a la camarilla gobernante no le basta ya con los discursos esperanzadores ni los golpes de efecto populista. Sus viejos argumentos sucumbieron entre el dicho y el hecho. La pérdida de credibilidad ha venido minándoles como uno de esos cánceres que se expanden silenciosamente por el organismo hasta desembocar en metástasis. Ni siquiera las acciones intimidatorias les reportan hoy los resultados habituales.

Es fácil comprobar el modo en que (contradiciendo la antigua demagogia fidelista) los policías se aceptan a sí mismos como represores y no como defensores del pueblo. Saben que en cada ciudadano de los barrios pobres tienen un enemigo, sea más o menos activo. Y a diario se evidencia en las calles que han recibido órdenes de silenciarlos a la fuerza.

En tanto, los ciudadanos demuestran ya tener claro que la única función de la policía es reprimirles. Así que en forma gradual, pero creciente a ojos vista, han comenzado a revirarse.

Es imposible predecir cuándo tendría lugar la explosión, pero hay dos detalles que al menos para mí quedan fuera de toda duda: 1) el barril de pólvora está llegando al tope en los barrios más menesterosos tanto de La Habana como del interior de la Isla. 2) todo parece anunciar que el fuego para la mecha lo aportará la gente en masa y de modo espontáneo, sin necesidad de un comandante en jefe, ni de caudillos carismáticos, a Dios gracias.